Nuestro primer contacto directo y personal con el hule, ese mantel de plástico socorrido y práctico donde los haya, ha sido a raíz de montar el taller. Desde entonces, ya son varios los que han ido protegiendo nuestra mesa de trabajo. Siempre blancos e impolutos en el minuto uno, para ir adquiriendo, a los pocos segundos, los tonos de las pinturas de los trabajos del momento... Por supuesto que, alguna vez, sobre todo en el campo, hemos comido sobre ellos. Pero el hule era eso, un asunto asociado a barbacoas o a casas de veraneo y poco más. Hasta hoy. El mundo de las flores, de los topos, del encaje... se ha propuesto aliarse con este elemento, casi de segunda categoría, hasta convertirlo en decorativo a más no poder. ¡Échense a un lado, señores, que este tapete solicita protagonismo absoluto en el día a día del hogar! Foto Foto Foto Foto Foto Foto Y como nosotras sólo tenemos este por ahora, ahí va nuestro querido hule del taller. ¡Nos vemos el viernes!