Reflexiones: Ideas al viento

Por Lolamontalvo
Como sigue haciendo un calor que abrasa los cerebros, como sigue siendo verano y casi todo el que puede se larga de vacaciones, quiero continuar presentando temas que no obliguen a una lectura muy sesuda; por ello me lanzo a escribir sobre cuestiones varias respecto al trabajo de un/a enfermero/a. Espero que os guste.Una de las muchas razones por las que me lancé a escribir una novela en la que su protagonista, una enfermera, nos mostrara en primera persona la verdadera realidad del trabajo en un hospital, fue el menudeo, en nuestras televisiones, de series de producción nacional o extranjera sobre hospitales y centros de Urgencias. Series que me parecen, en su mayoría, infumables y falsas como un euro de plomo. Esa imagen que dan de que los médicos se enrollan constantemente con las enfermeras... matizado hoy día en que las médicas se enrollan siempre que pueden con los enfermeros -por eso de la paridad y tal-, es tan verdad como lo puede ser en cualquier otro trabajo en el cual hombres y mujeres trabajen juntos. Las series extranjeras, me dan igual; pero las de este, nuestro país, contribuyen a generar una bola enorme, llamada falacia, en la que parece que las hormonas del personal sanitario forman una capa espesa sobre sus cabezas y no pueden hacer otra cosa que dar salida horizontal o vertical a sus feromonas entre baldas llenas de toallas, sistemas de suero, kit de suturas y carros de parada.En las diversas plantas y unidades de nuestros hospitales, la mayor parte del tiempo, el personal está tan cargado de trabajo y tiene tanto de lo que ocuparse, que poco tiempo les resta para lanzarse a saciar apetitos sexuales por almacenes o salas de estar. Por supuesto, pueden existir algunas excepciones. Pero no es el ambiente natural o inherente a nuestro trabajo. Por mucho que se siga creyendo lo contrario.Por lo menos, en la actualidad, en estas horripilantes series ya no sacan a sus 'enfermeras' como hace unos años en una conocida serie de TV, en la que su 'prota' aparecía con uniforme escotado y super-estrecho que no dejaba ningún detalle de la anatomía de la susodicha a la imaginación. Y por lo menos, ya aparecen mujeres médicas y hombres enfermeros... Antes no se salía del cliché «mujer-enfermera que obedece ciegamente las órdenes de un hombre-médico», cliché que hoy día es tan real como que hay vida en la luna o que alguna tertuliana sea princesa.No se puede negar, es cierto, que la imagen de 'las enfermeras' ha estimulado muchos estereotipos a lo largo de nuestra historia, en los cuales se primaba su imagen como icono más o menos sexual, frente a su capacidad profesional, capacidad que ni se conocía ni sobre la que se necesitaba indagar. Ello ha supuesto que en nuestro medio de trabajo hayamos sufrido -me incluyo- cierto acoso sexual por parte de pacientes o familiares; a veces, incluso, de compañeros de todos los estamentos. Miradas como proyectiles a nuestro escote, comentarios sobre nuestro aspecto o la talla de alguna parte de nuestra anatomía, manos que se posan donde no deberían estar, comentarios obscenos de todos los colores... son pequeños detalles -no voy a ahondar en los más truculentos- que dicen mucho de los que se ha sufrido y supongo que se puede estar sufriendo en servicios y plantas de hospitales. Tan sutil es a veces que no se le puede tachar a nadie de nada en concreto y, por lo tanto, tampoco se puede erradicar. Forma parte, ya, del ambiente natural de los hospitales.Supongo que, cuando los pacientes se ponen bajo nuestros cuidados, a veces se genera una relación a la que muchos y muchas no saben ponerle límites. No entienden que no deben ir más allá de lo meramente profesional y nos adoptan en su vida personal. Muchos y muchas te cogen un cariño sincero, un afecto que no saben evitar. No siempre esta 'adopción' es molesta -por supuesto, depende del paciente-; a veces adopta una forma entrañable y simpática que no resulta molesta pero que sí nos embarca en situaciones embarazosas.Me explico.Cuando trabajaba en planta, siempre en Medicina Interna, la mayoría de mis pacientes eran mujeres mayores, muchas de ellas con hijos y nietos, por supuesto. Algunas te cogían tal cariño que te manifestaban su deseo de que fueras su hija o nieta, según el caso... Entonces, siempre, de forma nada casual, salía el tema de su hijo, nieto o sobrino soltero al que le encantarías y con el que harías una pareja magnífica... ¡Más de una de esas mujeres llegó a presentarme formalmente a su 'hombre-soltero' en medio de la habitación, sacándome los colores, con la paciente sonriente de satisfacción al ver 'la buena pareja' que hacíamos! Tengo el gran 'honor' de reconocer que, en los años que estuve en planta, muchas mujeres -y algunos hombres- me presentaron a su allegado soltero con la esperanza de que la química hiciera saltar chispas en cuanto nos conociéramos y fuera el inicio de una bonita historia de amor...¡¡En fin!!Espero que estas palabras sencillas y amenas -espero haberlo logrado- sirvan para cambiar la imagen que se tiene de los profesionales de enfermería y su verdadero papel... ¿Sí?... ¿No?Bueno, lo he intentado. Eso es lo único que cuenta.Y, por ahora, nada más.