Acaba de empezar el año y los gimnasios se llenan de gente que se prometió a sí misma, mientras engullía las uvas al ritmo de los cuartos y las doce campanadas, que perdería los kilos que le sobran, que se pondría a dieta y haría el ejercicio que siempre supo que debería hacer, pero que nunca hace porque no encuentra tiempo ni ocasión ni quien le acompañe ni... Pero eso sí, primero el roscón de Reyes y luego... ¡a dieta!Cuando llega enero, los gimnasios se llenan, las consultas de endocrinos, dietistas y nutricionistas y/o de cirujanos plásticos tienen sus citas cubiertas hasta febrero, las tiendas de deporte agotan sus stocks de ropa deportiva y observamos a nuestros amigos y conocidos mientras nos cuentan con gesto decidido su nuevo plan de choque contra esos kilos de más. Plan de choque que, en la mayoría de los casos, no llega a febrero y que ninguno aguanta más allá de marzo.¿Y por qué tanto fracaso?Creo que primero deberíamos valorar cuales son los motivos reales que impulsan a estas personas a hacerse promesas de renovación física cuando el año viejo está tocando a su fin. ¿Por qué decide uno ponerse a dieta o hacer ejercicio para adelgazar? La mayor parte se ve impelido por motivos físicos: se miran al espejo y no se gustan con esos kilos de más. ¿Son buenos motivos, malos? No seré yo quien lo juzgue, por ello, hoy voy a atravesar ese fino velo que separa al profesional de la salud y la persona y voy a mostrar mi experiencia personal.Yo me hice esas mismas promesas de fin año durante muchos años, quizá más de diez... Me miraba al espejo, me veía gordita y me decía: «¡De este año no pasa, me pongo a dieta y hago ejercicio y bajo esos... kilos de más!» Nunca me he apuntado a un gimnasio porque mis turnos me impedían acudir de forma regular, pero me he comprado bicis estáticas, cacharros de esos de subir escalones, DVD's de batuka (a las que me aficioné hasta hoy; lo cierto, es que porque aún estoy recuperándome del pie, pero sigo haciéndolo)... todo para nada. Nunca bajé más allá de algún kilo y no más allá de los primeros meses del año.Mi error: mi impulso era sólo estético. Mi figura, llegar a estar guapa, ENTRAR EN EL BAÑADOR...
Este verano me di cuenta de que me encontraba a las puertas de una obesidad grado I, si no la había pasado ya; la obesidad, como enfermedad crónica que es, supone a medio/largo plazo la aparición de diabetes tipo 2, hipertensión arterial y artrosis... para todo lo cual tengo antecedentes familiares de primer grado, dado que la obesidad es una enfermedad, pero, a su vez, es factor de riesgo para todas esas patologías y para algunas más, como cardiopatías y patologías circulatorias.
Todas estas enfermedades crónicas me supusieron el revulsivo suficiente para entender que yo no quería eso. Tengo cuarenta y poco años, aún soy muy joven y aún puedo hacer mucho para que el resto del tiempo que me quede sea en las mejores condiciones posibles, en las mejores condiciones de salud y bienestar.
No lo pensé más. Lo único que podía hacer era ponerme a dieta...
Fui a una dietista que no me hizo la cosa demasiado dulce ni suave. Con mi peso y mi estatura tenía un IMC tal que sufría ya Obesidad grado I. Solución: dieta y cambio de hábitos alimenticios, aparte de ejercicio físico, claro.
Yo dejé de fumar hace ya 19 años y me costó muchísimo. Ponerme a dieta y dejar el pan, fiambres y ciertas cosillas... era como dejar de fumar veinte veces. Soy también ama de casa, sólo yo estoy a dieta y hago de comer a los míos... el calvario es fácil de imaginar y la fuerza de voluntad que tuve y tengo aún que desgranar, titánica.
He pasado meses de altibajos... porque mi cuerpo es así de «cabezón» y no se deja arrebatar lo que me sobra. He pasado la navidad sin engordar, más aún, perdiendo kilillos al ritmo esperado. Ya llevo algo más de 12 kilos desde que comencé en verano y estoy convencida de que no deseo recuperarlos. He modificado mi forma de comer, no paso hambre, mi dieta es variada e incluye todo tipo de alimentos en un equilibrio adecuado, tomo cinco comidas y hago ejercicio a diario.
Y ha merecido la pena.
Creo que ser yo la paciente de mi dietista me ha ayudado a entender mi papel como enfermera que invita a otras personas a reducir peso y desear estar mejor, no por una cuestión meramente estética, sino por el deseo de estar bien, estar sano y estarlo muchos años.
Adelgazar es como dejar de fumar: debe hacerse cierto esfuerzo para lograrlo, pero en este caso no es un esfuerzo desagradable, porque no se pasa hambre, se come de todo y se descubren platos saludables que, en otras circunstancias, jamás habría probado. Como hoy más verdura y vegetales que en toda mi vida... y, encima, me gusta. He «aprendido» a picar cuando voy de cañas y de tapas por ahí, a pasarme con moderación, a compensar el exceso con reducciones de calorías en las siguientes comidas. Pero es que eso ya lo sabía por mi profesión, pero ahora lo sé de una forma diferente: ahora lo sé porque lo he llevado a cabo... ¡y funciona!
He perdido 12 kilos (me falta alguno más para llegar al peso esperado) y me miro al espejo y me veo mejor. La ropa me queda mejor y yo estoy mejor.
Por ello creo que debemos buscar un objetivo fundamental cuando nos hagamos esas promesas de fin de año: ¿qué deseamos de verdad dejando de fumar o haciendo dieta? Cuando tu respuesta es que deseas estar sano y mejor físicamente, creo que el éxito es más fácil.
Y, por favor, acudan a un médico, a un enfermero o un dietista. Huyan de los manuales de autoyuda tipo Dukan, que proponen dietas aberrantes que ponen en serio riesgo la salud del que la sigue.
La única dieta aceptable: variada, con todos los grupos de alimentos, planeada a largo plazo, con objetivos alcanzables y lógicos y que permita un cambio de hábitos de dieta saludable; un plan que se apoye, además, en el ejercicio físico diario. Nunca se debe perder más de 3-4 kilos por mes.
Y ojo con los que sois diabéticos o tenéis problemas endocrinos o de tiroides o cualquier otra patología aguda o crónica. Sólo un profesional debe planear y seguir vuestra dieta...
En estas cuestiones, cuando sobran más de 10 kilos, no hay milagros.
Ya está.
Os he contado mi propia experiencia porque no conozco a nadie mejor que a mí misma, mis motivaciones, mis preocupaciones de salud. Os animo a que llevéis una vida sana, una dieta saludable y variada y hagáis ejercicio de forma regular. Si aún así os sobran unos kilos, perdedlos antes de que sean muchos, pero hacedlo en el marco de una dieta saludable y propuesta por un profesional de la salud.
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