Viaje one way es un libro de relatos editado por Pedro Medina y Hernán Vera que recoge doce historias que se encarrilan en un trayecto contradictorio y epifánico por las calurosas calles de Miami. La mayoría de ellos configura visiones desde un vehículo narrativo ágil, ameno y sobre todo honesto donde la perspectiva del recién llegado, del inmigrante (hispanohablante) que busca un espacio se da cuenta que la ciudad que los acoge es por fuerza de convivencia, desaliento y complicidad una ciudad ajena que siempre será suya.
Esta oposición se da debido a una nostalgia aún no resuelta, una entidad perviviente que exige ojos siempre foráneos, desconfiados, escépticos de latinos que llevan en los pasaportes o en los corazones una lejana procedencia aún cerca y palpitante. Los personajes luchan dentro de este juego de oposiciones, cubanos, chilenos, puertorriqueños, argentinos, peruanos y venezolanos se emparentan, disuelven sus fronteras nacionales para descubrirse fraternos y hasta cómplices en una misma ruta. Esa que quiere encontrarse con uno mismo, en una ciudad que por momentos es la del sueño americano, pero la que más de las veces es su más cruda negación. Así, los personajes advierten de distintos enfoques pero con el mismo asombro a una ciudad tropicalizada, llena de playas, lujo, frivolidad, vicio y miseria.Ellos tienen que convivir y sobrevivir a ello, luchar no necesariamente por asimilarse a la ciudad sino el camino contrario, asimilar Miami con todos los saldos y pasivos que esto implique. De golpe, ven los trabajos de subsistencia, la barrera idiomática, la cultura de glamour aparente lleno de rostros con botox, cocaína y deseos epidérmicos de placer y dinero. Pero este recorrido narrativo es mucho más que eso, es también la búsqueda no solo de una ciudad, de una nacionalidad contrabandeada por los afectos o la necesidad, es la búsqueda de algo más profundo en cada relato: las ansias legítimas de una condición, la de miamense. Un miamense diverso, lleno de cicatrices urbanas e impactos de una cultura que lo mastica, digiere o expectora. Viaje one way, es un recorrido tenaz, solo de ida, para lograr o nunca lograr ello, aquí algunas aproximaciones a sus doce paradas.
Qué hay para mí (Elí Bravo) es una historia que ironiza el estilo de los libros de autoayuda para brindarnos una entretenida historia que busca responderse a las aspiraciones de un recién llegado en una ciudad que –como dice el relato- tiene mucha gente, pero poca alma. Una salida donde el salvoconducto para estar en cualquier lugar será siempre la compañía sentimental. Encontrar a ese otro (a) que nos acompañe en la ruta.
Las pirámides del Diner (Rossana Montoya) nos pinta el recorrido de la lectura con pinceladas de una cruda realidad: la subsistencia. El hombre migrante (incluye latinos y árabes) se sorprende cómplice y hermano al darse cuenta que están en lo mismo (trabajando en un horario de panteón). El ambiente de un local que expende comida acoge los pequeños dramas de sus protagonistas (dentro de ellos un mudo, que curiosamente es el más comunicativo). Dramas que al final, plantean la salida o escape de una vida dura, a través de la aceptación de un papel incómodo en una obra teatral. La de subsistir.
Regreso a casa (José Abreu) recorre la tragedia de un padre que en el momento más álgido de su vida perdiera su hijo. Un padre que adopta una defensa sentimental vital aferrándose en la crianza de animales. Sucedáneos obligados de la compañía humana. Aquella que se plantea el reto épico de derrotar a la soledad, o por lo menos sobrevivirle.
Encuentro en la bahía (Rosana Ubanell) nos introduce con agilidad y pericia en una historia inquietante, esa que nos hace vernos demasiado cerca del espejo. El protagonista, inmigrante, conoce a un viejo y a su perro. Un viejo (migrante interno, de Boston) que asume su punto de partida como detestable. Al llegar a Miami, se entiende que esta sintonía recorre hasta su perro, contaminándolo con la misma perspectiva, volviéndolo un natural cómplice de su amo humano.
Abducciones en la que no es y nunca será tu ciudad (Carlos Gámez Pérez) es una narración de largo aliento que nos circunscribe en el terreno de la Ciencia Ficción. De prosa fluida y simbología sugerente, la narración plantea una interesante correspondencia entre la condición migrante y la alienígena. Un personaje (la casera cubana del protagonista) afirma que se sentía en Miami como si estuviera en otro mundo, como si su tierra de origen fuera la Luna. De final sorpresivo, nos impone el sentimiento del desarraigo, de la transfiguración en un ambiente enrarecido y hasta hostil.Cara a cara (Gastón Virkel) configura un relato breve y sugerente donde a través de la muerte de un hombre subido de peso que experimenta una férrea erección. Quizá un último gesto de resistencia y poder.
Un encuentro (Andrés Hernández Alende) nos relata una trepidante historia dentro de un ambiente detestivesco, donde a través de precisas postales de una Miami esnobista, donde las mujeres casi pre fabricadas asisten acompañadas de rufianes exitosos a discotecas exclusivas, donde la droga y el frenesí son asistentes obligados. En este entorno un detective recibe el encargo de un magnate venido a menos para que investigue y saque del mundo torcido a su hija. El final redondea la narración y subraya el éxito del detective.
Mr. Not Guilty (Rodolfo Pérez Valero) es una de esas historias que como una escopeta de doble cañón matan dos pájaros de un solo tiro: primero desarrollar una crítica sutil desde el relato negro. Y segundo, logra desarrollar un relato que juega con un personaje manipulador que logra sus fines oscuros con pasmosa frialdad. Esta historia toca el tema peculiar del uso de la inyección letal en Miami, sino también de la corrupción y la maldad celebratoria en una sociedad decadente e hipócrita.El libro de la selva (Camilo Pino) es un desopilante texto que combina lo absurdo y el humor negro con guiños a Peter Pan, Mowgli (personaje de la obra Rudyard Kipling y su versión fílmica homónima con el cuento) y pasajes de la vida de Michael Jackson. En dichas encrucijadas textuales se desarrolla una filosofía descarnada que en boca de un personaje resume que uno no escoge su pasado, sino que el pasado lo escoge a uno. En ese sentido, somos como la concepción griega, nos advierte con cierto fatalismo: marionetas de un destino generalmente torcido y negro como el que desarrolla el protagonista de esta historia.
La noche de poesía y rosas(Pedro Medina) es un relato de la amistad ejemplar. También de doble impacto, ya que desarrolla las peripecias de dos personajes desarraigados que se encuentran en una ciudad hostil y hacen de su amistad una forma de sobresalir ante ella. Asimismo es un fresco social que reflexiona sobre la condición del inmigrante, su dificultad todavía persistente en ser aceptado y lograr el éxito en una ciudad nuevamente ajena pero a la vez propia. Un hombre que busca trabajo, un sujeto que vende rosas y que luego ofrece su poesía en un bien recibido show. Aquí también la visión del artista se enjuicia, es pues, un sujeto que actúa y entretiene, que inspira una suerte de compasión y afecto, pero la lejanía e incluso la culminación de esto es la expulsión. Entonces solo queda el recuerdo, la nostalgia por el artista y su arte alguna vez vivido.
Cuando el azar era el pasado(Virginia Cosin) cierra el libro con una historia también bifuncional, por un lado recreta el espíritu decadentista de una costra miamense que coquetea con lo gansteril y el proxenetismo. Y por otro lado, la reflexión decorativa del oficio del escritor. Un artista que sirve para expresar medianamente lo cruel y sórdido de la realidad, una especie de bálsamo que solo tiene las palabras para aproximarse, para hacerle cosquillas a esa bestia enorme y feroz que es vivir en una ciudad dura, esplendorosa, pero sin alma.
Y precisamente por este recorrido visceral de Miami, por sus avenidas, calles, discotecas, playas y lugares más emblemáticos transcurre los hilos conductores de estas doce paradas narrativas. Cada una de ellas sensuradoras, inquietantes, severas y sobre todo reflexivas en lograr captar la esencia del hombre que llega a una ciudad paradisiaca. Un hombre que lleva en la mente un sueño americano . Sueño que tiene que llenar de dólares, de sudor y de mucho, mucho talento para que pueda hacerse realidad.
Viaje one way
es un libro de relatos editado por Pedro Medina y Hernán Vera que
recoge doce historias que se encarrilan en un trayecto contradictorio y
epifánico por las calurosas calles de Miami. La mayoría de ellos
configura visiones desde un vehículo narrativo ágil, ameno y sobre todo
honesto donde la perspectiva del recién llegado, del inmigrante
(hispanohablante) que busca un espacio se da cuenta que la ciudad que
los acoge es por fuerza de convivencia, desaliento y complicidad una
ciudad ajena que siempre será suya. - See more at:
http://www.limagris.com/reflexiones-sobre-viaje-one-way/#sthash.wBTQRteW.dpuf
Viaje one way
es un libro de relatos editado por Pedro Medina y Hernán Vera que
recoge doce historias que se encarrilan en un trayecto contradictorio y
epifánico por las calurosas calles de Miami. La mayoría de ellos
configura visiones desde un vehículo narrativo ágil, ameno y sobre todo
honesto donde la perspectiva del recién llegado, del inmigrante
(hispanohablante) que busca un espacio se da cuenta que la ciudad que
los acoge es por fuerza de convivencia, desaliento y complicidad una
ciudad ajena que siempre será suya.
Esta oposición se da debido a una nostalgia aún no resuelta, una entidad perviviente que exige ojos siempre foráneos, desconfiados,
escépticos de latinos que llevan en los pasaportes o en los corazones
una lejana procedencia aún cerca y palpitante. Los personajes luchan
dentro de este juego de oposiciones, cubanos, chilenos, puertorriqueños,
argentinos, peruanos y venezolanos se emparentan, disuelven sus
fronteras nacionales para descubrirse fraternos y hasta cómplices en una
misma ruta. Esa que quiere encontrarse con uno mismo, en una ciudad que
por momentos es la del sueño americano, pero la que más de las veces es
su más cruda negación. Así, los personajes advierten de distintos
enfoques pero con el mismo asombro a una ciudad tropicalizada, llena de
playas, lujo, frivolidad, vicio y miseria.
Ellos tienen que convivir y sobrevivir a ello, luchar no
necesariamente por asimilarse a la ciudad sino el camino contrario,
asimilar Miami con todos los saldos y pasivos que esto implique. De
golpe, ven los trabajos de subsistencia, la barrera idiomática, la
cultura de glamour aparente lleno de rostros con botox, cocaína y deseos
epidérmicos de placer y dinero. Pero este recorrido narrativo es mucho
más que eso, es también la búsqueda no solo de una ciudad, de una
nacionalidad contrabandeada por los afectos o la necesidad, es la
búsqueda de algo más profundo en cada relato: las ansias legítimas de
una condición, la de miamense. Un miamense diverso, lleno de cicatrices
urbanas e impactos de una cultura que lo mastica, digiere o expectora.
Viaje one way, es un recorrido tenaz, solo de ida, para lograr o nunca
lograr ello, aquí algunas aproximaciones a sus doce paradas.
Qué hay para mí (Elí Bravo) es una historia que ironiza el
estilo de los libros de autoayuda para brindarnos una entretenida
historia que busca responderse a las aspiraciones de un recién llegado
en una ciudad que –como dice el relato- tiene mucha gente, pero poca
alma. Una salida donde el salvoconducto para estar en cualquier lugar
será siempre la compañía sentimental. Encontrar a ese otro (a) que nos
acompañe en la ruta.
Las pirámides del Diner (Rossana Montoya) nos pinta el
recorrido de la lectura con pinceladas de una cruda realidad: la
subsistencia. El hombre migrante (incluye latinos y árabes) se sorprende
cómplice y hermano al darse cuenta que están en lo mismo (trabajando en
un horario de panteón). El ambiente de un local que expende comida
acoge los pequeños dramas de sus protagonistas (dentro de ellos un mudo,
que curiosamente es el más comunicativo). Dramas que al final, plantean
la salida o escape de una vida dura, a través de la aceptación de un
papel incómodo en una obra teatral. La de subsistir.
Regreso a casa (José Abreu) recorre la tragedia de un padre
que en el momento más álgido de su vida perdiera su hijo. Un padre que
adopta una defensa sentimental vital aferrándose en la crianza de
animales. Sucedáneos obligados de la compañía humana. Aquella que se
plantea el reto épico de derrotar a la soledad, o por lo menos
sobrevivirle.
Encuentro en la bahía (Rosana Ubanell) nos introduce con
agilidad y pericia en una historia inquietante, esa que nos hace vernos
demasiado cerca del espejo. El protagonista, inmigrante, conoce a un
viejo y a su perro. Un viejo (migrante interno, de Boston) que asume su
punto de partida como detestable. Al llegar a Miami, se entiende que
esta sintonía recorre hasta su perro, contaminándolo con la misma
perspectiva, volviéndolo un natural cómplice de su amo humano.
Abducciones en la que no es y nunca será tu ciudad (Carlos
Gámez Pérez) es una narración de largo aliento que nos circunscribe en
el terreno de la Ciencia Ficción. De prosa fluida y simbología
sugerente, la narración plantea una interesante correspondencia entre la
condición migrante y la alienígena. Un personaje (la casera cubana del
protagonista) afirma que se sentía en Miami como si estuviera en otro
mundo, como si su tierra de origen fuera la Luna. De final sorpresivo,
nos impone el sentimiento del desarraigo, de la transfiguración en un
ambiente enrarecido y hasta hostil.
Cara a cara (Gastón Virkel) configura un relato breve y
sugerente donde a través de la muerte de un hombre subido de peso que
experimenta una férrea erección. Quizá un último gesto de resistencia y
poder.
Un encuentro (Andrés Hernández Alende) nos relata una
trepidante historia dentro de un ambiente detestivesco, donde a través
de precisas postales de una Miami esnobista, donde las mujeres casi pre
fabricadas asisten acompañadas de rufianes exitosos a discotecas
exclusivas, donde la droga y el frenesí son asistentes obligados. En
este entorno un detective recibe el encargo de un magnate venido a menos
para que investigue y saque del mundo torcido a su hija. El final
redondea la narración y subraya el éxito del detective.
Mr. Not Guilty (Rodolfo Pérez Valero) es una de esas historias
que como una escopeta de doble cañón matan dos pájaros de un solo tiro:
primero desarrollar una crítica sutil desde el relato negro. Y segundo,
logra desarrollar un relato que juega con un personaje manipulador que
logra sus fines oscuros con pasmosa frialdad. Esta historia toca el
tema peculiar del uso de la inyección letal en Miami, sino también de la
corrupción y la maldad celebratoria en una sociedad decadente e
hipócrita.
El libro de la selva (Camilo Pino) es un desopilante texto que
combina lo absurdo y el humor negro con guiños a Peter Pan, Mowgli
(personaje de la obra Rudyard Kipling y su versión fílmica homónima con
el cuento) y pasajes de la vida de Michael Jackson. En dichas
encrucijadas textuales se desarrolla una filosofía descarnada que en
boca de un personaje resume que uno no escoge su pasado, sino que el
pasado lo escoge a uno. En ese sentido, somos como la concepción griega,
nos advierte con cierto fatalismo: marionetas de un destino
generalmente torcido y negro como el que desarrolla el protagonista de
esta historia.
La noche de poesía y rosas (Pedro Medina) es un relato de la
amistad ejemplar. También de doble impacto, ya que desarrolla las
peripecias de dos personajes desarraigados que se encuentran en una
ciudad hostil y hacen de su amistad una forma de sobresalir ante ella.
Asimismo es un fresco social que reflexiona sobre la condición del
inmigrante, su dificultad todavía persistente en ser aceptado y lograr
el éxito en una ciudad nuevamente ajena pero a la vez propia. Un hombre
que busca trabajo, un sujeto que vende rosas y que luego ofrece su
poesía en un bien recibido show. Aquí también la visión del artista se
enjuicia, es pues, un sujeto que actúa y entretiene, que inspira una
suerte de compasión y afecto, pero la lejanía e incluso la culminación
de esto es la expulsión. Entonces solo queda el recuerdo, la nostalgia
por el artista y su arte alguna vez vivido.
Cuando el azar era el pasado (Virginia Cosin) cierra el libro
con una historia también bifuncional, por un lado recreta el espíritu
decadentista de una costra miamense que coquetea con lo gansteril y el
proxenetismo. Y por otro lado, la reflexión decorativa del oficio del
escritor. Un artista que sirve para expresar medianamente lo cruel y
sórdido de la realidad, una especie de bálsamo que solo tiene las
palabras para aproximarse, para hacerle cosquillas a esa bestia enorme y
feroz que es vivir en una ciudad dura, esplendorosa, pero sin alma.
Y precisamente por este recorrido visceral de Miami, por sus
avenidas, calles, discotecas, playas y lugares más emblemáticos
transcurre los hilos conductores de estas doce paradas narrativas. Cada
una de ellas sensuradoras, inquietantes, severas y sobre todo reflexivas
en lograr captar la esencia del hombre que llega a una ciudad
paradisiaca. Un hombre que lleva en la mente un sueño americano . Sueño
que tiene que llenar de dólares, de sudor y de mucho, mucho talento para
que pueda hacerse realidad.
- See more at: http://www.limagris.com/reflexiones-sobre-viaje-one-way/#sthash.wBTQRteW.dpuf
Viaje one way
es un libro de relatos editado por Pedro Medina y Hernán Vera que
recoge doce historias que se encarrilan en un trayecto contradictorio y
epifánico por las calurosas calles de Miami. La mayoría de ellos
configura visiones desde un vehículo narrativo ágil, ameno y sobre todo
honesto donde la perspectiva del recién llegado, del inmigrante
(hispanohablante) que busca un espacio se da cuenta que la ciudad que
los acoge es por fuerza de convivencia, desaliento y complicidad una
ciudad ajena que siempre será suya.
Esta oposición se da debido a una nostalgia aún no resuelta, una entidad perviviente que exige ojos siempre foráneos, desconfiados,
escépticos de latinos que llevan en los pasaportes o en los corazones
una lejana procedencia aún cerca y palpitante. Los personajes luchan
dentro de este juego de oposiciones, cubanos, chilenos, puertorriqueños,
argentinos, peruanos y venezolanos se emparentan, disuelven sus
fronteras nacionales para descubrirse fraternos y hasta cómplices en una
misma ruta. Esa que quiere encontrarse con uno mismo, en una ciudad que
por momentos es la del sueño americano, pero la que más de las veces es
su más cruda negación. Así, los personajes advierten de distintos
enfoques pero con el mismo asombro a una ciudad tropicalizada, llena de
playas, lujo, frivolidad, vicio y miseria.
Ellos tienen que convivir y sobrevivir a ello, luchar no
necesariamente por asimilarse a la ciudad sino el camino contrario,
asimilar Miami con todos los saldos y pasivos que esto implique. De
golpe, ven los trabajos de subsistencia, la barrera idiomática, la
cultura de glamour aparente lleno de rostros con botox, cocaína y deseos
epidérmicos de placer y dinero. Pero este recorrido narrativo es mucho
más que eso, es también la búsqueda no solo de una ciudad, de una
nacionalidad contrabandeada por los afectos o la necesidad, es la
búsqueda de algo más profundo en cada relato: las ansias legítimas de
una condición, la de miamense. Un miamense diverso, lleno de cicatrices
urbanas e impactos de una cultura que lo mastica, digiere o expectora.
Viaje one way, es un recorrido tenaz, solo de ida, para lograr o nunca
lograr ello, aquí algunas aproximaciones a sus doce paradas.
Qué hay para mí (Elí Bravo) es una historia que ironiza el
estilo de los libros de autoayuda para brindarnos una entretenida
historia que busca responderse a las aspiraciones de un recién llegado
en una ciudad que –como dice el relato- tiene mucha gente, pero poca
alma. Una salida donde el salvoconducto para estar en cualquier lugar
será siempre la compañía sentimental. Encontrar a ese otro (a) que nos
acompañe en la ruta.
Las pirámides del Diner (Rossana Montoya) nos pinta el
recorrido de la lectura con pinceladas de una cruda realidad: la
subsistencia. El hombre migrante (incluye latinos y árabes) se sorprende
cómplice y hermano al darse cuenta que están en lo mismo (trabajando en
un horario de panteón). El ambiente de un local que expende comida
acoge los pequeños dramas de sus protagonistas (dentro de ellos un mudo,
que curiosamente es el más comunicativo). Dramas que al final, plantean
la salida o escape de una vida dura, a través de la aceptación de un
papel incómodo en una obra teatral. La de subsistir.
Regreso a casa (José Abreu) recorre la tragedia de un padre
que en el momento más álgido de su vida perdiera su hijo. Un padre que
adopta una defensa sentimental vital aferrándose en la crianza de
animales. Sucedáneos obligados de la compañía humana. Aquella que se
plantea el reto épico de derrotar a la soledad, o por lo menos
sobrevivirle.
Encuentro en la bahía (Rosana Ubanell) nos introduce con
agilidad y pericia en una historia inquietante, esa que nos hace vernos
demasiado cerca del espejo. El protagonista, inmigrante, conoce a un
viejo y a su perro. Un viejo (migrante interno, de Boston) que asume su
punto de partida como detestable. Al llegar a Miami, se entiende que
esta sintonía recorre hasta su perro, contaminándolo con la misma
perspectiva, volviéndolo un natural cómplice de su amo humano.
Abducciones en la que no es y nunca será tu ciudad (Carlos
Gámez Pérez) es una narración de largo aliento que nos circunscribe en
el terreno de la Ciencia Ficción. De prosa fluida y simbología
sugerente, la narración plantea una interesante correspondencia entre la
condición migrante y la alienígena. Un personaje (la casera cubana del
protagonista) afirma que se sentía en Miami como si estuviera en otro
mundo, como si su tierra de origen fuera la Luna. De final sorpresivo,
nos impone el sentimiento del desarraigo, de la transfiguración en un
ambiente enrarecido y hasta hostil.
Cara a cara (Gastón Virkel) configura un relato breve y
sugerente donde a través de la muerte de un hombre subido de peso que
experimenta una férrea erección. Quizá un último gesto de resistencia y
poder.
Un encuentro (Andrés Hernández Alende) nos relata una
trepidante historia dentro de un ambiente detestivesco, donde a través
de precisas postales de una Miami esnobista, donde las mujeres casi pre
fabricadas asisten acompañadas de rufianes exitosos a discotecas
exclusivas, donde la droga y el frenesí son asistentes obligados. En
este entorno un detective recibe el encargo de un magnate venido a menos
para que investigue y saque del mundo torcido a su hija. El final
redondea la narración y subraya el éxito del detective.
Mr. Not Guilty (Rodolfo Pérez Valero) es una de esas historias
que como una escopeta de doble cañón matan dos pájaros de un solo tiro:
primero desarrollar una crítica sutil desde el relato negro. Y segundo,
logra desarrollar un relato que juega con un personaje manipulador que
logra sus fines oscuros con pasmosa frialdad. Esta historia toca el
tema peculiar del uso de la inyección letal en Miami, sino también de la
corrupción y la maldad celebratoria en una sociedad decadente e
hipócrita.
El libro de la selva (Camilo Pino) es un desopilante texto que
combina lo absurdo y el humor negro con guiños a Peter Pan, Mowgli
(personaje de la obra Rudyard Kipling y su versión fílmica homónima con
el cuento) y pasajes de la vida de Michael Jackson. En dichas
encrucijadas textuales se desarrolla una filosofía descarnada que en
boca de un personaje resume que uno no escoge su pasado, sino que el
pasado lo escoge a uno. En ese sentido, somos como la concepción griega,
nos advierte con cierto fatalismo: marionetas de un destino
generalmente torcido y negro como el que desarrolla el protagonista de
esta historia.
La noche de poesía y rosas (Pedro Medina) es un relato de la
amistad ejemplar. También de doble impacto, ya que desarrolla las
peripecias de dos personajes desarraigados que se encuentran en una
ciudad hostil y hacen de su amistad una forma de sobresalir ante ella.
Asimismo es un fresco social que reflexiona sobre la condición del
inmigrante, su dificultad todavía persistente en ser aceptado y lograr
el éxito en una ciudad nuevamente ajena pero a la vez propia. Un hombre
que busca trabajo, un sujeto que vende rosas y que luego ofrece su
poesía en un bien recibido show. Aquí también la visión del artista se
enjuicia, es pues, un sujeto que actúa y entretiene, que inspira una
suerte de compasión y afecto, pero la lejanía e incluso la culminación
de esto es la expulsión. Entonces solo queda el recuerdo, la nostalgia
por el artista y su arte alguna vez vivido.
Cuando el azar era el pasado (Virginia Cosin) cierra el libro
con una historia también bifuncional, por un lado recreta el espíritu
decadentista de una costra miamense que coquetea con lo gansteril y el
proxenetismo. Y por otro lado, la reflexión decorativa del oficio del
escritor. Un artista que sirve para expresar medianamente lo cruel y
sórdido de la realidad, una especie de bálsamo que solo tiene las
palabras para aproximarse, para hacerle cosquillas a esa bestia enorme y
feroz que es vivir en una ciudad dura, esplendorosa, pero sin alma.
Y precisamente por este recorrido visceral de Miami, por sus
avenidas, calles, discotecas, playas y lugares más emblemáticos
transcurre los hilos conductores de estas doce paradas narrativas. Cada
una de ellas sensuradoras, inquietantes, severas y sobre todo reflexivas
en lograr captar la esencia del hombre que llega a una ciudad
paradisiaca. Un hombre que lleva en la mente un sueño americano . Sueño
que tiene que llenar de dólares, de sudor y de mucho, mucho talento para
que pueda hacerse realidad.
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Viaje one way
es un libro de relatos editado por Pedro Medina y Hernán Vera que
recoge doce historias que se encarrilan en un trayecto contradictorio y
epifánico por las calurosas calles de Miami. La mayoría de ellos
configura visiones desde un vehículo narrativo ágil, ameno y sobre todo
honesto donde la perspectiva del recién llegado, del inmigrante
(hispanohablante) que busca un espacio se da cuenta que la ciudad que
los acoge es por fuerza de convivencia, desaliento y complicidad una
ciudad ajena que siempre será suya.
Esta oposición se da debido a una nostalgia aún no resuelta, una entidad perviviente que exige ojos siempre foráneos, desconfiados,
escépticos de latinos que llevan en los pasaportes o en los corazones
una lejana procedencia aún cerca y palpitante. Los personajes luchan
dentro de este juego de oposiciones, cubanos, chilenos, puertorriqueños,
argentinos, peruanos y venezolanos se emparentan, disuelven sus
fronteras nacionales para descubrirse fraternos y hasta cómplices en una
misma ruta. Esa que quiere encontrarse con uno mismo, en una ciudad que
por momentos es la del sueño americano, pero la que más de las veces es
su más cruda negación. Así, los personajes advierten de distintos
enfoques pero con el mismo asombro a una ciudad tropicalizada, llena de
playas, lujo, frivolidad, vicio y miseria.
Ellos tienen que convivir y sobrevivir a ello, luchar no
necesariamente por asimilarse a la ciudad sino el camino contrario,
asimilar Miami con todos los saldos y pasivos que esto implique. De
golpe, ven los trabajos de subsistencia, la barrera idiomática, la
cultura de glamour aparente lleno de rostros con botox, cocaína y deseos
epidérmicos de placer y dinero. Pero este recorrido narrativo es mucho
más que eso, es también la búsqueda no solo de una ciudad, de una
nacionalidad contrabandeada por los afectos o la necesidad, es la
búsqueda de algo más profundo en cada relato: las ansias legítimas de
una condición, la de miamense. Un miamense diverso, lleno de cicatrices
urbanas e impactos de una cultura que lo mastica, digiere o expectora.
Viaje one way, es un recorrido tenaz, solo de ida, para lograr o nunca
lograr ello, aquí algunas aproximaciones a sus doce paradas.
Qué hay para mí (Elí Bravo) es una historia que ironiza el
estilo de los libros de autoayuda para brindarnos una entretenida
historia que busca responderse a las aspiraciones de un recién llegado
en una ciudad que –como dice el relato- tiene mucha gente, pero poca
alma. Una salida donde el salvoconducto para estar en cualquier lugar
será siempre la compañía sentimental. Encontrar a ese otro (a) que nos
acompañe en la ruta.
Las pirámides del Diner (Rossana Montoya) nos pinta el
recorrido de la lectura con pinceladas de una cruda realidad: la
subsistencia. El hombre migrante (incluye latinos y árabes) se sorprende
cómplice y hermano al darse cuenta que están en lo mismo (trabajando en
un horario de panteón). El ambiente de un local que expende comida
acoge los pequeños dramas de sus protagonistas (dentro de ellos un mudo,
que curiosamente es el más comunicativo). Dramas que al final, plantean
la salida o escape de una vida dura, a través de la aceptación de un
papel incómodo en una obra teatral. La de subsistir.
Regreso a casa (José Abreu) recorre la tragedia de un padre
que en el momento más álgido de su vida perdiera su hijo. Un padre que
adopta una defensa sentimental vital aferrándose en la crianza de
animales. Sucedáneos obligados de la compañía humana. Aquella que se
plantea el reto épico de derrotar a la soledad, o por lo menos
sobrevivirle.
Encuentro en la bahía (Rosana Ubanell) nos introduce con
agilidad y pericia en una historia inquietante, esa que nos hace vernos
demasiado cerca del espejo. El protagonista, inmigrante, conoce a un
viejo y a su perro. Un viejo (migrante interno, de Boston) que asume su
punto de partida como detestable. Al llegar a Miami, se entiende que
esta sintonía recorre hasta su perro, contaminándolo con la misma
perspectiva, volviéndolo un natural cómplice de su amo humano.
Abducciones en la que no es y nunca será tu ciudad (Carlos
Gámez Pérez) es una narración de largo aliento que nos circunscribe en
el terreno de la Ciencia Ficción. De prosa fluida y simbología
sugerente, la narración plantea una interesante correspondencia entre la
condición migrante y la alienígena. Un personaje (la casera cubana del
protagonista) afirma que se sentía en Miami como si estuviera en otro
mundo, como si su tierra de origen fuera la Luna. De final sorpresivo,
nos impone el sentimiento del desarraigo, de la transfiguración en un
ambiente enrarecido y hasta hostil.
Cara a cara (Gastón Virkel) configura un relato breve y
sugerente donde a través de la muerte de un hombre subido de peso que
experimenta una férrea erección. Quizá un último gesto de resistencia y
poder.
Un encuentro (Andrés Hernández Alende) nos relata una
trepidante historia dentro de un ambiente detestivesco, donde a través
de precisas postales de una Miami esnobista, donde las mujeres casi pre
fabricadas asisten acompañadas de rufianes exitosos a discotecas
exclusivas, donde la droga y el frenesí son asistentes obligados. En
este entorno un detective recibe el encargo de un magnate venido a menos
para que investigue y saque del mundo torcido a su hija. El final
redondea la narración y subraya el éxito del detective.
Mr. Not Guilty (Rodolfo Pérez Valero) es una de esas historias
que como una escopeta de doble cañón matan dos pájaros de un solo tiro:
primero desarrollar una crítica sutil desde el relato negro. Y segundo,
logra desarrollar un relato que juega con un personaje manipulador que
logra sus fines oscuros con pasmosa frialdad. Esta historia toca el
tema peculiar del uso de la inyección letal en Miami, sino también de la
corrupción y la maldad celebratoria en una sociedad decadente e
hipócrita.
El libro de la selva (Camilo Pino) es un desopilante texto que
combina lo absurdo y el humor negro con guiños a Peter Pan, Mowgli
(personaje de la obra Rudyard Kipling y su versión fílmica homónima con
el cuento) y pasajes de la vida de Michael Jackson. En dichas
encrucijadas textuales se desarrolla una filosofía descarnada que en
boca de un personaje resume que uno no escoge su pasado, sino que el
pasado lo escoge a uno. En ese sentido, somos como la concepción griega,
nos advierte con cierto fatalismo: marionetas de un destino
generalmente torcido y negro como el que desarrolla el protagonista de
esta historia.
La noche de poesía y rosas (Pedro Medina) es un relato de la
amistad ejemplar. También de doble impacto, ya que desarrolla las
peripecias de dos personajes desarraigados que se encuentran en una
ciudad hostil y hacen de su amistad una forma de sobresalir ante ella.
Asimismo es un fresco social que reflexiona sobre la condición del
inmigrante, su dificultad todavía persistente en ser aceptado y lograr
el éxito en una ciudad nuevamente ajena pero a la vez propia. Un hombre
que busca trabajo, un sujeto que vende rosas y que luego ofrece su
poesía en un bien recibido show. Aquí también la visión del artista se
enjuicia, es pues, un sujeto que actúa y entretiene, que inspira una
suerte de compasión y afecto, pero la lejanía e incluso la culminación
de esto es la expulsión. Entonces solo queda el recuerdo, la nostalgia
por el artista y su arte alguna vez vivido.
Cuando el azar era el pasado (Virginia Cosin) cierra el libro
con una historia también bifuncional, por un lado recreta el espíritu
decadentista de una costra miamense que coquetea con lo gansteril y el
proxenetismo. Y por otro lado, la reflexión decorativa del oficio del
escritor. Un artista que sirve para expresar medianamente lo cruel y
sórdido de la realidad, una especie de bálsamo que solo tiene las
palabras para aproximarse, para hacerle cosquillas a esa bestia enorme y
feroz que es vivir en una ciudad dura, esplendorosa, pero sin alma.
Y precisamente por este recorrido visceral de Miami, por sus
avenidas, calles, discotecas, playas y lugares más emblemáticos
transcurre los hilos conductores de estas doce paradas narrativas. Cada
una de ellas sensuradoras, inquietantes, severas y sobre todo reflexivas
en lograr captar la esencia del hombre que llega a una ciudad
paradisiaca. Un hombre que lleva en la mente un sueño americano . Sueño
que tiene que llenar de dólares, de sudor y de mucho, mucho talento para
que pueda hacerse realidad.
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Viaje one way
es un libro de relatos editado por Pedro Medina y Hernán Vera que
recoge doce historias que se encarrilan en un trayecto contradictorio y
epifánico por las calurosas calles de Miami. La mayoría de ellos
configura visiones desde un vehículo narrativo ágil, ameno y sobre todo
honesto donde la perspectiva del recién llegado, del inmigrante
(hispanohablante) que busca un espacio se da cuenta que la ciudad que
los acoge es por fuerza de convivencia, desaliento y complicidad una
ciudad ajena que siempre será suya.
Esta oposición se da debido a una nostalgia aún no resuelta, una entidad perviviente que exige ojos siempre foráneos, desconfiados,
escépticos de latinos que llevan en los pasaportes o en los corazones
una lejana procedencia aún cerca y palpitante. Los personajes luchan
dentro de este juego de oposiciones, cubanos, chilenos, puertorriqueños,
argentinos, peruanos y venezolanos se emparentan, disuelven sus
fronteras nacionales para descubrirse fraternos y hasta cómplices en una
misma ruta. Esa que quiere encontrarse con uno mismo, en una ciudad que
por momentos es la del sueño americano, pero la que más de las veces es
su más cruda negación. Así, los personajes advierten de distintos
enfoques pero con el mismo asombro a una ciudad tropicalizada, llena de
playas, lujo, frivolidad, vicio y miseria.
Ellos tienen que convivir y sobrevivir a ello, luchar no
necesariamente por asimilarse a la ciudad sino el camino contrario,
asimilar Miami con todos los saldos y pasivos que esto implique. De
golpe, ven los trabajos de subsistencia, la barrera idiomática, la
cultura de glamour aparente lleno de rostros con botox, cocaína y deseos
epidérmicos de placer y dinero. Pero este recorrido narrativo es mucho
más que eso, es también la búsqueda no solo de una ciudad, de una
nacionalidad contrabandeada por los afectos o la necesidad, es la
búsqueda de algo más profundo en cada relato: las ansias legítimas de
una condición, la de miamense. Un miamense diverso, lleno de cicatrices
urbanas e impactos de una cultura que lo mastica, digiere o expectora.
Viaje one way, es un recorrido tenaz, solo de ida, para lograr o nunca
lograr ello, aquí algunas aproximaciones a sus doce paradas.
Qué hay para mí (Elí Bravo) es una historia que ironiza el
estilo de los libros de autoayuda para brindarnos una entretenida
historia que busca responderse a las aspiraciones de un recién llegado
en una ciudad que –como dice el relato- tiene mucha gente, pero poca
alma. Una salida donde el salvoconducto para estar en cualquier lugar
será siempre la compañía sentimental. Encontrar a ese otro (a) que nos
acompañe en la ruta.
Las pirámides del Diner (Rossana Montoya) nos pinta el
recorrido de la lectura con pinceladas de una cruda realidad: la
subsistencia. El hombre migrante (incluye latinos y árabes) se sorprende
cómplice y hermano al darse cuenta que están en lo mismo (trabajando en
un horario de panteón). El ambiente de un local que expende comida
acoge los pequeños dramas de sus protagonistas (dentro de ellos un mudo,
que curiosamente es el más comunicativo). Dramas que al final, plantean
la salida o escape de una vida dura, a través de la aceptación de un
papel incómodo en una obra teatral. La de subsistir.
Regreso a casa (José Abreu) recorre la tragedia de un padre
que en el momento más álgido de su vida perdiera su hijo. Un padre que
adopta una defensa sentimental vital aferrándose en la crianza de
animales. Sucedáneos obligados de la compañía humana. Aquella que se
plantea el reto épico de derrotar a la soledad, o por lo menos
sobrevivirle.
Encuentro en la bahía (Rosana Ubanell) nos introduce con
agilidad y pericia en una historia inquietante, esa que nos hace vernos
demasiado cerca del espejo. El protagonista, inmigrante, conoce a un
viejo y a su perro. Un viejo (migrante interno, de Boston) que asume su
punto de partida como detestable. Al llegar a Miami, se entiende que
esta sintonía recorre hasta su perro, contaminándolo con la misma
perspectiva, volviéndolo un natural cómplice de su amo humano.
Abducciones en la que no es y nunca será tu ciudad (Carlos
Gámez Pérez) es una narración de largo aliento que nos circunscribe en
el terreno de la Ciencia Ficción. De prosa fluida y simbología
sugerente, la narración plantea una interesante correspondencia entre la
condición migrante y la alienígena. Un personaje (la casera cubana del
protagonista) afirma que se sentía en Miami como si estuviera en otro
mundo, como si su tierra de origen fuera la Luna. De final sorpresivo,
nos impone el sentimiento del desarraigo, de la transfiguración en un
ambiente enrarecido y hasta hostil.
Cara a cara (Gastón Virkel) configura un relato breve y
sugerente donde a través de la muerte de un hombre subido de peso que
experimenta una férrea erección. Quizá un último gesto de resistencia y
poder.
Un encuentro (Andrés Hernández Alende) nos relata una
trepidante historia dentro de un ambiente detestivesco, donde a través
de precisas postales de una Miami esnobista, donde las mujeres casi pre
fabricadas asisten acompañadas de rufianes exitosos a discotecas
exclusivas, donde la droga y el frenesí son asistentes obligados. En
este entorno un detective recibe el encargo de un magnate venido a menos
para que investigue y saque del mundo torcido a su hija. El final
redondea la narración y subraya el éxito del detective.
Mr. Not Guilty (Rodolfo Pérez Valero) es una de esas historias
que como una escopeta de doble cañón matan dos pájaros de un solo tiro:
primero desarrollar una crítica sutil desde el relato negro. Y segundo,
logra desarrollar un relato que juega con un personaje manipulador que
logra sus fines oscuros con pasmosa frialdad. Esta historia toca el
tema peculiar del uso de la inyección letal en Miami, sino también de la
corrupción y la maldad celebratoria en una sociedad decadente e
hipócrita.
El libro de la selva (Camilo Pino) es un desopilante texto que
combina lo absurdo y el humor negro con guiños a Peter Pan, Mowgli
(personaje de la obra Rudyard Kipling y su versión fílmica homónima con
el cuento) y pasajes de la vida de Michael Jackson. En dichas
encrucijadas textuales se desarrolla una filosofía descarnada que en
boca de un personaje resume que uno no escoge su pasado, sino que el
pasado lo escoge a uno. En ese sentido, somos como la concepción griega,
nos advierte con cierto fatalismo: marionetas de un destino
generalmente torcido y negro como el que desarrolla el protagonista de
esta historia.
La noche de poesía y rosas (Pedro Medina) es un relato de la
amistad ejemplar. También de doble impacto, ya que desarrolla las
peripecias de dos personajes desarraigados que se encuentran en una
ciudad hostil y hacen de su amistad una forma de sobresalir ante ella.
Asimismo es un fresco social que reflexiona sobre la condición del
inmigrante, su dificultad todavía persistente en ser aceptado y lograr
el éxito en una ciudad nuevamente ajena pero a la vez propia. Un hombre
que busca trabajo, un sujeto que vende rosas y que luego ofrece su
poesía en un bien recibido show. Aquí también la visión del artista se
enjuicia, es pues, un sujeto que actúa y entretiene, que inspira una
suerte de compasión y afecto, pero la lejanía e incluso la culminación
de esto es la expulsión. Entonces solo queda el recuerdo, la nostalgia
por el artista y su arte alguna vez vivido.
Cuando el azar era el pasado (Virginia Cosin) cierra el libro
con una historia también bifuncional, por un lado recreta el espíritu
decadentista de una costra miamense que coquetea con lo gansteril y el
proxenetismo. Y por otro lado, la reflexión decorativa del oficio del
escritor. Un artista que sirve para expresar medianamente lo cruel y
sórdido de la realidad, una especie de bálsamo que solo tiene las
palabras para aproximarse, para hacerle cosquillas a esa bestia enorme y
feroz que es vivir en una ciudad dura, esplendorosa, pero sin alma.
Y precisamente por este recorrido visceral de Miami, por sus
avenidas, calles, discotecas, playas y lugares más emblemáticos
transcurre los hilos conductores de estas doce paradas narrativas. Cada
una de ellas sensuradoras, inquietantes, severas y sobre todo reflexivas
en lograr captar la esencia del hombre que llega a una ciudad
paradisiaca. Un hombre que lleva en la mente un sueño americano . Sueño
que tiene que llenar de dólares, de sudor y de mucho, mucho talento para
que pueda hacerse realidad.
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