Sabes cuando empecé a practicar yoga, fue la primera vez que me di cuenta que nunca había dedicado un tiempo para mi misma.
Esta historia a todas las mujeres trabajadoras o amas de casa os resultará seguramente muy conocida, llegó un momento en que de todo el día, ni siquiera un breve espacio lo podía dedicar a mi misma.
Mi jornada de trabajo era de 10 horas diarias, cuando terminaba el trabajo, volvía a casa y tenía que continuar con el trabajo de casa, y atender a mi familia. Esto me llevaba a tener todo el día ocupado.
Y en una de las clases de yoga el profesor nos dijo, disfrutar de esta hora y media, es vuestro tiempo, el tiempo para estar a solas con vosotras mismas, y fue entonces cuando lo descubrí.
Tenía tiempo para el trabajo, para mi familia, para mi casa; para todo aquello que hiciera falta, me organizaba y tenía un momento y para mí
En ese preciso momento decidí que por encima de todo las 2 clases a la semana que tenía de yoga, serían mi momento, donde todo lo demás pasaba a segundo plano durante esa hora y media, era el tiempo para estar con mi cuerpo y con mi mente a solas y me parecía un regalo maravilloso.
Allí no importaba el jefe, ni el marido, ni la casa, solo importaba la conexión entre mi mente y mi cuerpo. Entre mi mente y las asanas.
En una ocasión cuando estábamos manteniendo Trikonásana (el triángulo), y seguramente todos teníamos una cara de exhaustos, no estábamos respirando adecuadamente, y la postura la padecíamos en lugar de disfrutarla, el profesor para aliviar el momento nos dijo en broma
¿Quién está pensando ahora de la familia o el trabajo?
y no te imaginas las risas que se produjeron, pero aunque en broma era una verdad incontestable.
En ese momento, nada externo a la asana existía, solo estaba yo y mi cuerpo, intentando no desfallecer, y todo lo demás había pasado a un segundo plano. Había desaparecido por completo.
Así que piensa en tu tiempo y hazte un regalo que no tiene precio.
Regálate un momento.
El mundo seguirá funcionando contigo, sin ti y/o a pesar tuyo.