Reinado de Alfonso X

Por Enrique @asurza

Alfonso X (1221-1284), conocido como el Sabio, tuvo una destacada intervención en las campañas militares castellano-leonesas. En el año 1264 estalló una revuelta mudejar en tierras andaluzas, rápidamente propagada al reino de Murcia. Mientras Alfonso se dedicaba a reprimir esa sublevación, su suegro, el rey de Aragón, Jaime I, intervino en Murcia, con la finalidad de apagar las llamas de aquel conflicto. Una vez sofocada la revuelta, Alfonso X ordenó la expulsión de los mudéjares del territorio andaluz, marchando muchos de ellos al reino nazarí de Granada y otros al norte de África. Dicha decisión tuvo graves consecuencias, pues dejó despobladas muchas comarcas de la Andalucía Bética.
El acontecimiento más relevante del reinado de Alfonso X fue su aspiración al título imperial germánico, al que se accedía por elección y que se hallaba vacante desde el año 1254. Le avalaba el que fuera hijo de una alemana, Beatriz de Suabia. Una embajada de la ciudad italiana de Pisa acudió a Castilla para animarle a que presentara su candidatura. Los písanos dijeron a Alfonso X que era el más esclarecido monarca del orbe cristiano. Alfonso X aceptó esa sugerencia. En 1257 el rey de Castilla y León fue elegido emperador, poco después de qué hubiera una primera elección, que recayó en el inglés Ricardo dé Cornualles. Se inició a partir de ese momento una áspera disputa, conocida en el ámbito hispano como el fecho del imperio, que duró hasta el año 1273, fecha en el que se eligió un nuevo emperador. El fecho del imperio, al que dedico amplios esfuerzos Alfonso X, fue muy costoso para los contribuyentes de Castilla y León. Mas al final el monarca castellano-leonés no sacó nada en limpio. Por otra parte, Alfonso X tuvo, en los últimos años de su reinado, enfrentamientos, tanto con algunos sectores de la nobleza como con su segundo hijo, Sancho. Éste reclamaba la herencia del trono, frente a los presuntos derechos de los infantes de la Cerda, hijos del primogénito de Alfonso X, Fernando de la Cerda, el cual había fallecido antes que su padre.

Sucesiones al trono de Alfonso X “El Sabio”

Sancho IV (1284-1295), conocido como el Bravo, hubo de hacer frente a sus sobrinos, los infantes de la Cerda, los cuales reclamaban el trono castellano. A dichos infantes los ayudaba el rey de Aragón, Alfonso III. Ahora bien, eso no fue óbice para que Sancho IV combatiera a los musulmanes, en concreto a los benimerines, que irrumpieron por esos años en las costas andaluzas. El monarca castellano conquistó en el año 1282 la importante plaza de Tarifa, posteriormente defendida por el magnate nobiliario Alonso Pérez de Guzmán, más conocido como Guzmán el Bueno. Sancho IV tuvo un duro enfrentamiento con quien había sido uno de sus principales colaboradores, Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya. Lope Díaz de Haro fue asesinado, en el año 1288, en la localidad de Alfaro, al parecer por orden del propio monarca.
Al morir Sancho IV accedio al trono su hijo Fernando IV (1295-1312). Su corta edad exigió e establecimiento de una regencia, a cuyo frente se situó su madre, María de Molina. María de Molina defendió los derechos de su hijo frente a las aspiraciones de los infantes de la Cerda, al tiempo que se enfrentaba con otros magnates de sus reinos, que se habían sublevado encabezados por el infante don Juan, hermano de Sancho IV. Una vez proclamado Fernando IV mayor de edad, logró pactar con los aragoneses la concordia de Agreda (1304), que garantizaba el dominio castellano del reino de Murcia, excepto la zona alicantina. Asimismo, Fernando IV lanzó algunas campañas contra los musulmanes, centradas en la zona del Estrecho. El resultado de aquellas acciones fue la toma de la plaza de Gibraltar. Pero la pronta muerte del monarca supuso el fin de aquellas campañas.

Sancho IV “El Bravo”

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