La fructosa es uno de los edulcorantes más comunes en la industria alimentaria . Este azúcar simple (monosacárido) se obtiene industrialmente a partir del jarabe de maíz, producto derivado de esta gramínea. Con un gran poder edulcorante y bajos costos de producción, la fructosa es utilizada por la industria alimentaria para endulzar bebidas, salsas y alimentos procesados, a pesar de la evidencia científica que la asocia con enfermedades metabólicas que son factores de riesgo de patologías cardiovasculares.
Según el estudio, de los investigadores Aleix Sala-Vila e Iolanda Lázaro, del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), y José Rodríguez-Morató, del IMIM-Hospital del Mar y MELIS-Universidad Pompeu Fabra, el efecto que provoca la fructosa en el aumento de la síntesis de ácidos grasos en el hígado es más determinante que la introducción externa de grasas a través de la dieta. En particular, la ingesta de fructosa afecta directamente a la expresión y actividad del factor nuclear ChREBP. Una vez activado, este factor provoca un aumento en la expresión de enzimas que controlan la síntesis hepática de ácidos grasos paralelamente, la ingesta de fructosa reduce la actividad del receptor nuclear PPARalfa, que es el principal responsable del control de la expresión de genes que codifican las enzimas implicadas en la oxidación de ácidos grasos (mitocondrial y peroxisoma) en el hígado.
La combinación de la grasa saturada de origen dietético y la inducción de la síntesis endógena de ácidos grasos es lo que provoca la aparición del hígado graso. Varios estudios epidemiológicos relacionaron el consumo de bebidas endulzadas con fructosa con la enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA), patología para la cual no existe una terapia farmacológica específica. En estos pacientes, la lipogénesis de novo aporta hasta un 30% de los lípidos acumulados en el hígado, mientras que en personas sanas, esta síntesis aporta sólo el 5% de los lípidos hepáticos.
El modelo animal caracterizado por el equipo será de interés potencial para estudiar futuros fármacos para tratar la enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA).
Los efectos descritos en el estudio solo son observables si la fructosa se toma en su forma líquida. En cuanto a las bebidas azucaradas, la fructosa se absorbe rápidamente y llega masivamente al hígado, produciéndose las alteraciones metabólicas descritas. Para hacer una comparación, podríamos hablar de la aparición de una sobredosis de fructosa cuando ésta se ingiere en bebidas azucaradas.
Sin embargo, cuando comemos fruta, la cantidad de fructosa ingerida es mucho menor en comparación con una bebida azucarada. Además, el proceso de masticarla y la presencia de otros elementos en la fruta, como la fibra, ralentiza la absorción de fructosa . y su llegada al hígado, concluyeron los autores.