Nos tumbamos boca arriba con las piernas abiertas hasta llegar a la anchura de las caderas. Relajamos el cuello y la nuca. Ponemos los brazos paralelos al cuerpo estirado.
Respiramos de forma uniforme: inspiramos,... espiramos,... sin ajustar los movimientos de este ejercicio al ritmo de la respiración.
Dibujamos un circulo con la cabeza hacia la derecha y, respectivamente, también lo hacemos con la nariz, volvemos a la posición central. Dibujamos después un círculo hacia la izquierda y volvemos de nuevo hacia el centro.
Intentamos, ahora, unir los dos círculos en un movimiento fluido, formando la imagen de un ocho. No importa el tamaño que le demos, grande o pequeño, lo importante es que hagamos el ejercicio de forma agradable. Dibujamos de seis a diez veces el ocho completo con la nariz.
Con este ejercicio soltamos y relajamos la nuca, además relajamos la musculatura del cuello y ejercitamos las vertebras de esta zona.
Mientras hacemos el ejercicio, lentamente, procuramos no pensar en nada, olvidar el tiempo y si es posible el espacio, nos relajaremos también espiritualmente.