Esta siendo un día realmente largo. Ha empezado a las seis de la mañana y creo que se va a prolongar hasta las cuatro ó cinco de la madrugada, hora española, claro.
El viaje, por fin ha comenzado. Me esperan diez horas de viaje en avión y para variar me ha tocado con una familia italiana con dos niños pequeños en la fila de atrás. Ya, ya sé que por ley de probabilidades es bastante improbable que cada vez que me subo a un avión, me toquen niños pequeños cerca mío, pero ya saben ustedes que yo soy la reina de lo improbable.
Bueno pues a partir de este momento, intentaré actualizar el blog lo más frecuentemente posible, teniendo en cuenta que voy de vacaciones a casa, después de 17 años.
También trataré de presentar una visión diferente al del turista, de un país que es una preciosidad, además de estar muy de moda en los últimos tiempos.
Podré ponerle fotos reales a unos cuantos posts que relatan cómo la estrella de este blog, osea el Consorte y yo llegamos a unir nuestros destinos. Tanto él como yo, tuvimos que pasar por duras pruebas personales para llegar a ello.
¡¡¡¡Pero dónde coños te has idoooo!!!!
Me he ido a un país que debe su nombre a las lenguas indígenas que lo poblaban y que quiere decir abundancia de peces.
Que limita al norte con el mar de las Antillas, al sur con el Océano Pacífico, al este con la República de Colombia y al oeste con la República de Costa Rica.
Que sus eslóganes turísticos dicen que es “Centro del mundo, corazón del universo”, que tiene un paso que comunica el atlántico con el pacífico, que su escudo nacional dice “Pro mundi beneficio” y en la actualidad hay más españoles por metro cuadrado que nunca antes en su historia.
Señoras y señores, bienvenidos a la República de Panamá, el país al que me siento profundamente unida desde que tengo seis años.
Soy de una especie que España ha sabido producir en grandes cantidades, hija de emigrantes.
Esa persona que a diferencia de los que dicen que no se sienten de ningún sitio en concreto, se siente de varios sitios a la vez.
La que tiene, como las muelas, varias raíces entrecruzadas que dan vida a su personalidad.
Es gata, gata (madrileña) nacida en la calle de Zurbarán, en una maternidad que ya no existe. Pasada por el manto de la virgen de la Paloma, para que no quepa duda y que se echó a andar y a jugar en la plaza Conde Valle Suchil, pero el calor caribeño la despertó a olores, sabores y colores que lleva dentro del alma sin poder ni querer olvidar, desde que “cabía debajo de un sombrero” (Mi madre dixit).
Allí se hizo persona entre mangos y frijoles mezclados con lentejas y tortilla de patata. Allí jugó, estudió, disfrutó, sufrió y se enamoró; en definitiva vivió. Aprendió a ser bilingüe culturalmente, escuchó historias de gentes que no conocía, de sitios que nunca había visto y de tradiciones que nadie seguía a su alrededor.
Aprendió la aventura de salir adelante y crear futuro de la mano de personas que una y otra vez demuestran su capacidad para ser pioneros, aventureros, grandes hombres y mujeres que con sacrificio e historias épicas llegan a tierras extrañas, echan raíces y construyen una vida, con uñas y dientes. Se impregnan de lo que encuentran y comparten lo que traen y así, a base de amor y trabajo, engendran una clase de personas muy especiales. Los hijos de emigrantes, con su ambivalencia y su corazón de dos colores.
Espero poder transmitir la pasión y el amor que me inspira esta tierra, que es mi tierra. Espero poder enseñarles un pequeño país muy especial, donde conviven casi todas las razas, casi todas las religiones, donde hay gentes de todas partes y donde casi todos, se sienten queridos y aceptados.
Me crié en un ambiente multicultural, porque allí cabemos todos. Cada uno con sus particularidades, respetándose todo el mundo y donde nadie es extraño, simplemente es uno más dentro de un abanico de posibilidades.
Aquí también es bastante popular el dicho que se atribuye a los cubanos, pero que realmente es caribeño en general:
¡Relájense y disfruten!
Me despeté esta mañana y esto es lo que ví. ¡Y por fin! al fondo...el mar