Semana 41
Cena / Carretera
Eelynn Cuellar
...Y vivieron Felices Para Siempre
Durante meses hemos estado preparándonos para el gran día. Ha sido un trabajo duro y desgastante, pero por fin el gran evento de nuestras vidas está a nada de ser un hecho.
Mañana será la cena de ensayo, nunca he entendido para qué hacerla, pues ni que nadie no supiera que se debe hacer, pero en fin, en mi familia no se acostumbra, pero en la de ella sí, así que para no contrariarla accedí a hacer este gasto extra que no tenía contemplado, y bueno, ella me convenció que para desestresarnos, a pesar que también fue su idea, durante los últimos tres meses no hemos tenido intimidad, pues decidió que podíamos tener un pequeño adelanto de la luna de miel que sería como nuestra despedida de solteros, dónde estaríamos solitos por dos días, por supuesto en muestras casas mentimos un poco y cada uno hizo este viaje por diversas razones a diferentes partes, por suerte nos creyeron.
Fueron dos días, lo que me hicieron confirmar que estaba junto a la persona correcta, la ideal para compartir toda mi vida. No queríamos que este viaje terminara pero debíamos regresar para el gran día.
Algo que no deseábamos era que nos agarrara la noche en la carretera, y por mala suerte, una llanta desinflada nos hizo perder tiempo preciado, aparte que se avecinaba una tormenta que llegó rápidamente y conducir en estás condiciones era casi imposible. De pura casualidad vimos un pequeño hostal, lo que era una suerte, aunque nos sorprendimos ya que por kilómetros solo era terreno desolado y era un lugar extraño encontrar una construcción y más de este estilo, ya que era una casona vieja, como esas que se ven en las películas..
Entramos empapados e inmediatamente nos ofrecieron unas toallas para secarnos y una taza de café para que entráramos en calor. Nos asignaron una linda habitación. Tomamos un baño y bajamos a la hora indicada para cenar.
La comida era deliciosa, la amabilidad de los anfitriones era impresionante y los demás huéspedes nos sorprendieron haciéndonos sentir como en casa, y ya para terminar la velada, nos ofrecieron whisky caliente especiado. Dudamos un poco para aceptarlo, ya que viajaríamos a primera hora y yo no estaba acostumbrado a beber alcohol. Para no hacerles el desaire aceptamos, al principio creí que era por no estar acostumbrado, al poco tiempo comencé sintiéndome mal, pesado y torpe.
Al día siguiente, los golpes fuertes sobre metal me despertaron, me dolía mi cabeza horriblemente y aun no comprendía qué estaba sucediendo... Nos encontrábamos encerrados en pequeñas jaulas, y no solo éramos nosotros dos, había cinco o quizás seis personas más aquí... Creo saber de dónde provino la carne que cenamos ayer, el gran día jamás llegará para nosotros.