Relatos de COSOQUETECOSO (XXX)

Por Cqtc


-Cuando Antón llegó a su casa antes de lo acostumbrado, Rogelia, su mujer, se asustó. Lo contrario no la hubiera preocupado, estaba acostumbrada, pero verle aparecer antes de la hora era la primera vez que ocurría.

-¿Qué haces aquí a estas horas, Antón?

-No te preocupes mujer, no pasa nada. Bueno, sí, pero no es na malo.

-Ay, hijo, se me ha subido el corazón a la garganta. Déjame que me siente. Por un momento he pensao... Cualquier cosa.

-Sienta, Rogelia, sienta. ¿Te traigo un vaso de agua?

-Sí, échala del botijo, estará más fresca -después de beber parce que la mujer se animó-. Ag, qué mal rato he pasao, chico.

-Ya, pero todavía no me has contestao, Antón.

-No, mujer, lo primero es que pasaras el susto que te has llevado. Si lo sé me quedo por ahí hasta la hora de comer. Pero andar con esto por las calles -Antón vació el sobre sobre la sábana que Rogelia estaba planchando-, no me pareció muy buena idea.

La mujer miró el contenido del sobre con la boca abierta, y después de un momento, sin dejar de mirar el dinero, bebió el resto del agua del vaso de un trago.

-Madre, mía. ¿Y eso? -Ambos se quedaron mirando los billetes de veinticinco, de cincuenta y de cien pesetas que yacían en un montón sobre la blanca sábana, junto a una foto y unos papeles escritos, además de un mapa doblado. Al cabo de cinco minutos de silencio, Rogelia confirmó lo evidente-. Nunca había visto tanto dinero junto.

-Yo sí, pero no aquí en casa. ¿Sabes para qué es?

-No, ni me lo imagino siquiera.

-Este dinero, si tengo suerte, va a hacer muy feliz a tres personas.

-¿No dirás que es para nosotros tres?

-No, Rogelia, no hay motivo para ello, aunque nosotros seamos también tres. A propósito, ¿y Rafita?

-Dónde va a estar, jugando con los amigos, en la calle. Ya le he dicho que tenga cuidado, cada vez hay más automóviles.

-Bueno, eso, que no, no es para nosotros. Es de don Mauro. Me ha encargado que encuentre a sus futuros suegros.

-¿Suegros? Lo lógico, como tú dirías, es que primero encuentre a una mujer, los suegros suelen ir en el paquete.

-Eso ya lo tiene. Y creo que tiene pensado contraer nupcias en breve con una joven asturiana.

-Mía, tú. Qué calladito se lo tenía, don Mauro.

-No, en realidad no lo ocultaba. En la fábrica se ha hablado mucho de que tenía un apaño, ¿mentiendes?, con una criada. Pero sabes que a mí las habladurías no me van, por eso no te he contao nada. Hace días nos invitó, sin venir a cuento, a unos puros y a las mujeres les regaló una flor a cada una. Era un buen puro, porque yo sé lo que costaron. Luego le vieron el domingo, en la plaza de Chamberí con la joven, supongo, que se llama Gertrudis, según me ha dicho, y empezaron las murmuraciones, aunque antes ya habían empezado los dimes y diretes. Y ahora me hace este mandao. No se puede entender de otra forma. El no me ha dicho que busque a sus suegros, eso es cosecha mía, sino que busque a los padres de Gertrudis.

-¿Y qué sabes de tú de encontrar a nadie? De números y cuentas lo que quieras, pero deso otro...

-Nada, no sé ni papa, tienes razón. Ya se lo he dicho yo. Pero él ha insistido. Confía en mí, simplemente.

-Y tiene motivos para hacerlo. Pero no sé. No me veas interesada, pero nosotros, ¿qué sacamos desto?

-La verdad es que nada. Me ha ofrecido una gratificación, saliera bien o saliera mal, pero la he rechazado.

-Ahora que lo pienso, has hecho bien. Favor con favor se paga. Y ese hombre, ha hecho mucho por nosotros.

-Y no somos los únicos. Pero eso mismo le he contestao yo. Me ha dao recuerdos para ti, cuando le he dicho que no a la gratificación, y me ha preguntado qué te iba a parecer a ti.

-¿Y qué le has contestao?

-Pero al ver ese dineral ahí, al alcance de la mano...

-¿Es muy goloso, verdad?

-Sí, sí que lo es, y más habiendo pasao tanta necesidad. Pero sabiendo que se usará para bien, se le mira de otra forma. Recógelo, anda. No está bien exhibirlo , aunque no sea nuestro.

-Son curiosos los sentimientos que despierta el dinero en grandes cantidades -dijo Antón al meter en el sobre dineros y demás-. Mira, esta es Gertrudis con menos de tres años. Eso me ha dicho don Mauro.

-A ver... Uy, que bonita, parece una muñequita. ¿Tú la conoces?

-No, si la he visto no sabía que era ella, así que... Pero me parece que el amo está coladito por ella.

-El jefe, quiero decir.

-Hacía mucho tiempo que no usábamos esa palabra.

-Sí, y bien fea que es.

-Y malos momentos fueron aquellos en los que tuvimos amo.

-Olvidémonos, Rogelia. Pero lo malo de este encargo es que tengo que dejaros solos, a ti y a Rafita.

-Bueno, qué le vamos a hacer. ¿Dónde quieres llevarte las mudas y eso, en un atillo?

-No, mujer. Voy a salir a comprar el billete de tren y de paso compro un par de cosas que necesito. Pues deberías comprarte mudas nuevas, las que tienes están ya muy pasadas.

-Nadie me va a ver en paños menores.

-Nunca se sabe, Antón. Nunca se sabe.

-Si compro una maleta se la puedo devolver al final del viaje, ¿no? Sería lo correcto, pero los calzoncillos...

-Ni se te ocurra. Vaya ideas de bombero que tenéis los hombres. Y la maleta no creo yo que te la coja. Él tendrá mejores que la que compres, seguro.

-Hay que ver cómo nos afecta el dinero. No he pensado en es posibilidad. No me extraña que cambie tanto a la gente.

-A cierta gente -puntualizó Rogelia que insistió en ello-. A ciertas personas, a otras no. Nos sorprende y punto.

-Cómo te quiero, Rogelia.

-¿Aprovechamos? Vamos a estar tiempo sin vernos.

-Esta misma noche, como muy tarde.

-Entonces, ven que te voy a ver yo en paños menores y sin ellos. No decías que no te iba a ver nadie -dijo Rogelia con cierto retintín y arrastrando a su marido hacia la alcoba.

-Uy, qué guapa, la Gertru. De verdá. Has quedao fenomenal. Y eso que no tabías aviao. Deso puedo yo dar fé.

-No exageres, mujer. No estoy mal. Pa ser la segunda foto que mago... A Mauro la gustao mucho también.

-Anda que no va peresumir de novia delante los amigos.

-¡Qué tonta eres, Reme! A ver si te crees que la va ir enseñando a to el que se cruce para peresumir. Además, Mauro no es peresumido.

-Uh, qué vergonzosa lasturiana.

-Es que va salir en las revistas esas de las fotos bonitas.

-Pero si nadie te conoce, no saben ni quien eres.

-Las vecinas y los del barrio sí que me conocen.

-Pero esos saben de qué pie cojeas, como yo -Reme rió-. Saben cómo eres, nadie va a pensar mal.

-Amos que no, siempre hay alguien con lengua sucia. Mira la pobre doña Elvira, la mujer del teniente ese.

-¿Qué la pasaba a la del primero?

-Que la tenía bien sucia y bien larga.

-¿Y tú porqué lo sabes, guapa? Nunca cruzaste con ella más que un hola y un adiós.

-Sí, señora. El día del acidente... -Gertru se cortó al evocar aquel día y se cayó de repente.

-Nunca más contao na deso, Gertru. Pero... -Reme también cayó por el mismo motivo y porque no quería preguntar nada que incomodara a su amiga. Una cosa era tomarla el pelo y otra forzar una confesión.

-Bah, no importa. Ese mal día me puso a parir antes de que mem... -Gertru volvió a quedarse muda-. Antes de que me cayera.

-Vamos, questaba ella cuando te caíste-Gertru afirmó con un gesto de la cabeza y apretó los labios-. ¿Y qué hizo?

-No lo sé, sólo te recuerdo a ti y mu borrosa... Reme... Yo creo que mempujó, pero sin querer tirarme.

-Eso, que mempujó con el dedo mientras me decía cosas mu feas y mentiras. Estaba como una loca y me gritaba.

-Ay, madre, pobrecita mía -. Reme abrazó a una Gertru cariacontecida, al borde de las lágrimas-. Y todos pensábamos qeras una torpona por haberte caído- quiso animar Reme a su amiga-. Si hubiera sío yo, a naide lubiera extrañao lo menos mínimo, ves: la pobre cojita, dio un traspiés y pum, allá que te va escaleras abajo. Pero seguro que don Mauro no subiera fijao en mí. El fue el que tatendió, yo llegué después.

-A ver si te crees que sa fijao en eso, niña.

-Anda, ¿y por qué iba a ser si no, guapa?

-Pos él dice que fueron mis ojos.

-Pos tengaña, porque to en ti es bonito, Gertru. No te lo creas -. Reme seguía intentando levantar el ánimo de Gertru.

-Vete a paseo, guasona. ¿Sabes?, mequitao un gran peso dencima.

-Tampoco te sobra tanto -. Reme cogió del codo a su amiga y la hizo girar un poco y la miró por detrás-. Si acaso, yo te quitaba un poco de trasero -y la dio un azote-. Lo tiés un pelín alto.

-Me voy, ahí te quedas, graciosilla.

-Malegro, pero no vuelvas, así me quito la completencia.

-Ya le diré yo al Venancio lo de la completencia esa. A ver qué opina.

-Eh, tú no tiés porqué hablar con el novio duna -contestó Reme según entraba su madre en el chiscón.

-¿Ah, pero tú tiés novio? Hija, novio es lo que tié esa, eso es un novio como Dios manda. No como tú, que vas a comer más cebollas que muslos de pollo me paece a mí.

-Sí, ahora poneros las dos dacuerdo. Además, tu marío no es que fuera un señor marqués.

-Oye, no hables mal del tu padre, niña.

-Bueno, me voy a la compra, a ver si a la vuelta hay menos guasa, porque tenemos clase, Reme. Adiós.

-Madre, ¿ha visto lo guapa casalío Gertru en la foto? Mire, mirusté.

-Don Mauro, está aquí Venancio. Ya llegao -. Anunció Balín, en su primera intervención como secretario en funciones, aunque vestido de recadero.

-Gracias, Balín. No te bajes, quédate en la silla de Antón. Por favor. Y vete cuando quieras.

-No, si quieres te desnudas. Anda haz pasar a Venancio. ¡Qué cosas tienes!

-Buenas, don Mauro -saludó Venancio-. ¿De qué se ríe?

-Hola, caballerete. Este crío, que tiene unas cosas...

-Sí, hijo. Siéntate. Ya es hora de que tengamos buenas noticias, por eso no he querido esperar. Verás, tengo un amigo que es comandante del ejército de tierra y el otro día cené con él en el Casino. Ambos somos socios. Hacía mucho que no nos veíamos y el otro día, por casualidades de la vida -mintió don Mauro, ya que él le había llamado-. Es viudo, como yo, y nos conocimos cuando estudiábamos. Bien, por no sé qué motivo, salió a colación tu llamada a filas. Tu situación, vamos. Yo le conté el caso, y él me preguntó el interés que me movía. Le contesté que soy tu albacea, y claro, el de Joselillo. Entonces me informó de que puedes hacer un recurso de excepción. A partir de ahí, el ejército o la caja de reclutas, no me quedó claro, abriría unas diligencias para resolver si tu situación personal conlleva el hecho de que no tengas que pasar por el servicio activo.

-Si no lentiendo mal es como ir a un juicio y que mindulten.

-Más o menos., además, el comandante Beltrán, que también es abogado, como yo, y pertenece al Cuerpo Jurídico del Ejército de Tierra, se ha ofrecido a presentar él mismo el recurso. Ahora bien, quiero que sepas que no está hecho, según me dijo mi amigo, porque tal y como están las cosas en África, el Ministerio de la Guerra ha dado orden a los Gobiernos Civiles y ayuntamientos que miren con lupa todas la excepciones por las que cualquier quinto puede ser declarado no apto. Es más, ha quitado la cláusula de altura. Es decir, nadie se libra por bajito.

-Entonces, ya no es un cuento bueno pa librarse de la mili.

-Como comprenderás, tuve que contarle todos los detalles de vuestra vida sin vuestro permiso.

-Hizo usté bien, don Mauro.

-Me alegro de que no te importe, Venancio. Pus bien, después de conocerlos, me dio una opinión más favorable. Sólo veía un punto a resolver.

-Que tu hermano debería estar escolarizado cuando presente los papeles para que te libres de ir al Rif. Porque según el comandante, todos los quintos, menos los hijos de oficiales y los hijos de propietarios de explotaciones rurales van a ir a ese destino, pasando primero por Ceuta y Melilla. Fíjate qué ironía, si tu padre viviese no tendrías que ir, ni hacer recurso alguno.

-Escolarizar a José no es ningún problema, es algo que he perseguido desde que macuerdo. Y a el lencantaría. Muchas gracias, don Mauro, por todo el interés que pone en nuestros asuntos. Ahora tengo otro poblema, claro, si lo dese comandante sale adelante.

-Que he apalabrao el arriendo por dos años de Huerta Baja, con el Manolo, el vecino de al lao.

-Eso no es un problema, hombre. Es una bendición. Sé que a ti no te cabe en la cabeza, pero vas a pasar de ser un labrantín explotado a ser un rentista -don Mauro sonrió-. En esos dos años seguro que podrás vivir de los dineros del arriendo o podrás buscarte otro trabajo que te guste más en Madrí, y así estar más cerca de Remedios.

-Eso último no lo había pensao yo.

-Yo me voy a casa a comer, ya es hora. ¿Vienes? -ambos se levantaron y salieron hacia la calle Españoleto.

-Sí, nosotros comemos en ca la señora Casta. Le he ayudao a Joselillo a recoger el puesto y le dicho que se fuera pallá. Seguro que ya está allí.

-Gran mujer tu futura suegra. ¿Qué te pasa? Has puesto cara de asombro.

-Es que pensar que va ser mi señora suegra, no sé, me se hace mu raro.

-Eso es por la mala fama que tienen entre los hombres por los refranes y los dichos, siempre le han otorgado muy mala imagen a esa figura femenina. La mía, por ejemplo, era una bendita, como su hija. Seguramente, de no ser por ella, no me hubiera casado con Adela.

-¿Usté cree que la caigo bien?

-Yo veo que te aprecia, a ti y a tu hermano. Por eso no te preocupes. El fondo del corazón de esa mujer es más limpio y más grande que el Polo Norte, Venancio.

-Oíga, si no me acordaba. En viniendo pacá, pa Madrí, el Justino ma dao esto. Es de la Caja de Reclutas. Estabierta porque José la intentao leer, pero na, no la entendió, aunque ya empieza a saber un poco, ¿sabe?

-Me alegro. A ver, déjamela -. Después de leerla, don Mauro contento, comentó-. Mira qué casualidad, éste es el papel que me dijo mi amigo que necesitaba para iniciar el recurso. Al menos eso creo. ¿Te importa?

-Se lo haré llegar cuanto antes.

Y en esas, llegaron a su destino común.

-Venga, enséñales tu cuadro, Anda.

-Pero si no está acabado, mujer.

-Es igual, Cirilo, tienes que dejárselo ver. Ya veréis, es precioso. Este hombre tiene unas manos...

-Que no, Carmina, que no. Sabes que soy muy celoso de mi intimidad.

-Déjalo, Carmina -recomendó Felipa-, ya lo veremos cuando esté acabado. Cirilo tiene razón.

-Lo ves, Cirilo, hemos puesto violentos a nuestros invitados. Ni que tu cuadro fuera el de las Meninas. Más quisieras tú.

-Pues eso es lo que quería decir desde un principio, que es la obra de un aficionado nada más. Siento la situación creada por Carmina y por mí. Si estáis interesados, sólo tenéis que entrar en mi pequeño taller.

-Ves, si dejaras la puerta abierta, hubiéramos podido cotillear y todo esto se hubiera evitado. Hubiera ocurrido espontáneamente.

-Bueno, ¿en qué quedamos con la dichosa puerta? Pero, dejémoslo, no es el momento. ¿Quieres otro café, Fermín?

-Yo también, pero el mío un manchado, el café a estas horas me afecta. Ya no es como antes.

-Pero, espera, mejor sirvo yo, Cirilo, tienes tú unas manos que para qué. A veces pienso que me casé con un cuadrúpedo.

-¿Le estás llamando animal a tu marido? -se sorprendió la señora de Alcántara.

-No, pero todo se le cae, todo lo tira y todo lo rompe. Ay, madre, este hombre es un desastre, como su hijo Javier. Mira, Felipa, te voy a enseñar el babero que estoy bordando para mi sobrinito. El dibujo es de Cirilo, ya os he dicho que tiene unas manos de ángel. Verás, está quedando precioso. Mientras, vosotros fumáis y habláis de política. Ven, Felipa, vamos a la salita, allí tengo toda la labor y los libros de éste. Estoy contentísima, bueno, eso no es noticia, yo siempre estoy así. También estoy cosiendo una labor para donar en la kermés de la Virgen del Carmen. Para el año que viene. Me lo ha pedido nada más y nada menos que la Duquesa de Alba, doña Rosario. Dice que hay que poner en valor los regalos de la tómbola benéfica y dejarse de rifar tonterías. Verás, es un mantelito tú y yo con servilletas de té. Es una monada, las flores también son obra de Cirilo.

-Tú mujer es fabulosa, no para de hacer cosas. Y siempre de buen humor. ¿Estarás contento? A la mía, por el contrario, hay que empujarla para que haga algo y cosquillas para que se ría. Aunque tiene otras virtudes, no te creas.

-Te creo, Fermín, y por motivos que no puedes imaginar. Y gracias por el piropo, se lo diré a Carmina. Le encantan.

-¿Qué opinas del cambio de Argüelles en Hacienda?

-¿Tú no eres conservador?

-Si no puede uno conservar la edad, me dirás para qué serlo.

-Te lo tomas a broma.

-Pero la economía de un país no se puede tomar a broma.

-Pues debería. Porque los resultados que se obtienen al aplicar la seriedad no son nada buenos.

-Hombre, los tiempos son difíciles.

-Pues yo no he conocido mejores. Y mientras los que manden sean los militares y las Iglesia...

-Hombre, son dos puntales de nuestra sociedad.

-¿Puntales o puñales? Ya me contarás que hacían mil curas arrodillados en la calle, y escoltados por la caballería. ¿Te acuerdas? Cuando el Congreso Eucarístico Internacional. Y qué hacen los que mandan al matadero a nuestros jóvenes, y digo nuestros, porque los suyos no van.

-¿Eres un extremista de esos, Cirilo?

-Si querer vivir en paz sin que nadie se meta conmigo es ser extremista, lo soy, Fermín. Pero no te preocupes, estas manos de ángel no saben fabricar bombas, ni esta cabecita es capaz de idear planes maléficos.

-¿Y no tienes orgullo nacional? Yo no veo bien que pisen a nuestra España.

-Que yo sepa, nadie ha pisado tu España, más bien ha sido ella la que puso los pies sobre todo lo que descubrió, el pie y la Cruz.

-No nos entendemos, Cirilo.

-Tampoco hay porqué, ¿no? Cada uno puede pensar como quiera.

-Pero no sentir como quiera. Nuestra nación debe comprometernos.

-Y bien que nos compromete, Fermín, bien que nos compromete.

-Mira qué bien os entendéis, los dos. No decías, Felipa, que iba a ser difícil que se entendieran. Pues ahí los tienes, fumando y charlando como dos caballeros.

-A pesar de que uno es un cuadrúpedo, Carmina. Y creo que ahora hay más gente de tu opinión.

La visita, a pesar de todo, acabó definitivamente sin incidentes. Igual que las invitaciones mutuas, acabaron definitivamente. Podríamos sacar conclusiones erróneas si dijéramos que la religión y el ejército, más que unen, separan, pero mejor callarse y que cada uno saque las suyas, y ponga sus ejemplos.

Al final, Antón no fue a por los pertrechos del viaje. En su lugar, y más feliz que una perdiz, Rogelia se haría cargo de las compras, porque ella sabía lo que su marido necesitaba. Él, mientras, se encargaría de comprar el billete de tren. El único problema era Rafita, pero Rogelia lo solucionó hablando con la vecina y con su hijo, por separado y dando a éste la posibilidad de acompañarla o seguir jugando con los amiguetes al balón. Por supuesto, ella sabía perfectamente lo que iba a contestar el crío, por eso ya había hablado con Celia de que Rafita se quedaba en la calle jugando porque ella debía salir urgentemente a comprar unas cosas que "mi Antón necesita, porque, ¿sabe usted?, se me va de viaje a Asturias. Asuntos de trabajo. Y, claro, él ha tenido que salir a comprar los billetes. Así que, como tiene usted llave de casa, se me hace cargo de Rafita, si me hace el favor". De esa manera mataba tres pájaros de un tiro: no dejar a su hijo desamparado por unas horas, presumir un poco de su marido, del que estaba muy orgullosa y darse el lujo de comprar algo que no fueran garbanzos o patatas.
Era la primera vez en su vida que compraba sin presupuesto a la baja, y sintió el poder del dinero que llevaba, como mujer precavida en la faltriquera . El saberse con él le modificó los gestos y las maneras de encarar las compras.
-No, no. Una quiere una maleta que dure. Desas de cartón que con la lluvia se van, no, para nada.
-Pero lo que usted quiere, señora, es mucho más caro -el vendedor juzgó mal, no por los gestos y la seguridad en el hablar de la clienta, sino por su forma de vestir.
-¿Y quién la dicho a usté que yo necesito algo barato, caballero? ¿Es usté sordo?
-No, al verla pensé...
-Pues pensó usté mal. Así que ahí se queda con sus maletas, las baratas y las caras. Y además, que sepa usté, que también quería uno de esos maletines de viaje para el aseo de un caballero, y unas zapatillas de viaje, de esas que no abultan nada. Y también caro -aclaró Rogelia, y se dio unas palmadas sobre la faltriquera-. Y sin olvidar un buen paraguas y un buen cinturón. Caros, claro -mintió, pero la pobre se había embalado-. Adiós. Ya sé yo donde no volver a comprar más.
Los dos clientes que había en la tienda se clavaron la mirada en los ojos del hortera que, colorado, no sabía donde meterse. Así mismo, el dependiente de más edad, que atendía a la otra señora, le hizo un gesto con la cabeza que todos interpretaron como que se metiera en la trastienda, cosa que el sonrojado hizo. Él si necesitaría un buen paraguas para lo que se le venía encima.
Ya en el siguiente comercio y tras la mala experiencia anterior, Rogelia inició la compra de otra manera.
-Buenos días, señora. Quisiera una maleta de buena calidad, no me importa el precio.
-Bien, pocos entran con las ideas tan claras, señora. Entonces dejemos de lado éstas, la verdad es que son solo para ir, y con suerte volver, eso si no llueve. ¿Maleta, no baúl, verdad?
-Sí, sí, es para un caballero.
-Han venido hace nada unas de cuero muy resistentes, y con un diseño parisino, aunque vengan de Valverde del Camino. ¿Quiere verlas?
-Sí, claro.
-¿Grande o pequeña?
-Mediana, es para una persona que estará de viaje unos diez días o así.
-Y quiere dar buena impresión.
-Sí, bueno, no tanto. Mi marido no piensa mucho en eso. Soy yo la que quiero que Rafita la herede de su padre.
-Muy bien señora, me parece un estupendo planteamiento. Algo que dure toda la vida. Espere que le saco un par de modelos, y si no, seguimos buscando.
Una vez elegida la maleta, vinieron el neceser y las zapatillas de viaje. La ropa interior, el pijama, y un par de camisas se compraron en otra tienda del ramo textil muy cerquita de la primera, en la calle Mayor. Cogió el tranvía y llegó a su casada muy cansada y cargada, pero más que satisfecha. La maleta se había ido tragando las compras como un león hambriento. Antón había tardado menos que ella en su gestión y la esperaba impaciente.
-¿Te has pasado toda la tarde de compras y sólo traes eso?
-Ay, madre. Déjame soltar esto. ¿Tú me crees tonta?
-No, para nada.
-Entonces, piensa, hombre. ¿Dónde crees que traigo el resto de las cosas para tu viaje? Pues donde tú te las vas a llevar, ¿o no?
-Ya, sí. Qué tonto soy. Pero es que creía que no llegabas. He comprado el billete para esta noche. Voy primero a Oviedo. Además, estoy un poco nervioso por el viaje.
-Es natural, Antón.
-Déjame que te haga la maleta yo, pero ve, así ves to lo que te llevas. Para que lo uses, eh. Ah, y te he traído todos los vales de las compras, que sé como eres. Yo creo que me he pasao un poquito, pero no he comprao nada que no necesitaras. Fíjate que había pensado en un paraguas porque allí llueve mucho y no lo he comprao. Si lo necesitas allí, te lo compras tú. Ahora, lo que más me ha gustao es el neceser, así lo ha llamado la dependienta. Con su brocha, su estuche de jabón de manos, su barra de jabón para la brocha, su maquinilla, el dependiente me ha hablado maravillas de ella, con sus hojas, su frasquito para la colonia... Todo, tiene de todo, y la maquinilla trae instrucciones. Así que, ya puedes dejar de cortarte la cara con esa navaja que da miedo. Es una verdadera monada. Ah, y me han grabado gratis la maleta. He decidido que pusieran sólo tu apellido, para que cuando la herede Rafita también le valga. ¿Qué te parece, Antón?
-Que te has vuelto loca. Pero no importa, verte así de alegre y satisfecha, merece la pena.
-Pero he seguido las órdenes de don Mauro -dijo Rogelia y poniendo voz hombruna acabó-. No escatimes en gastos, Antón.
-Ya mujer, pero se refería a los gastos necesarios y directos para encontrar a esas personas.
-¿Y quién les va a encontar? Pues tú, así que tú eres el gasto más directo de este trabajo.
-Mira que me habían llamado cosas por lo menudo que soy, pero gasto directo nunca.
-Qué tonto eres, Antón. Tú eres un gran hombre. Y hablando de hombres. Habrá que despedirse, ¿no? ¿Rafita está en su alcoba?
-No, sigue en la calle, le he visto al volver.
-¿Y no te le has traído?
-No era tan tarde. Aunque le he dicho que no tardara mucho, que quiero que vayáis a la estación.
-Sí, ¿por qué?
-A despediros.
-Pues te digo adiós y ya está.
- Qué más quisieras tú que despedirme con un adiós. Ahora vas a saber porqué no me he traído a Rafita - . Con lo que todas las compras de Rogelia acabaron en el suelo.

Ideas de bombero. DRAE, 2014, 23ª edición, "bombero. [...] de bombero. 1. loc. adj. coloq. Esp. Dicho de una idea, de un comportamiento, etc.: Descabellados, absurdos". Amando de Miguel, sociólogo, escribe en libertaddigital.com: "Luis Palomino sostiene que la expresión 'tener ideas de bombero' es una corrupción de otra más lógica: 'Tener ideas de bombero-torero'. Así queda claro que son ideas ridículas o cómicas". Aunque Alfred López, en blogs.20minutos.es escribe: "Ideas de bombero: "Pero hubo un tiempo en el que el cuerpo de bomberos no solo era avisado para que acudiese a sofocar un fuego, sino que lo llamaban para solventar cualquier otro tipo de problema... a veces de lo más doméstico. Habituales son las imágenes en las que aparecen subiendo a un árbol para coger a un lindo gatito, rescatar a alguien que se ha quedado atascado en un ascensor, etc... Ese era el motivo por el que la unidad se componía no solo de personas especializadas en apagar incendios, sino por otras que también dominaban múltiples facetas profesionales (cerrajería, electricidad, fontanería, albañilería...). Muy a menudo tenían que echar mano de su ingenio para solventar el problema por el que había sido requerido sus servicios y evidentemente esas ideas, a pesar de ser estrambóticas, resultaban efectivas. Esa habilidad por resolver cualquier problema o incidencia mediante ocurrencias que podían resultar extravagantes llevó a que se popularizara esta famosa expresión". Hay que recordar que el cuerpo de bomberos de Madrid se creó en el siglo XVIII, los primeros bomberos se llamaron matafuegos y mozos mangueros.

Poner a parir. DRAE, 2014, 23ª edición," poner. ~ a alguien a parir. 1. loc. verb. Tratar mal de palabra a alguien o censurarle agriamente en su ausencia. [...]". En etimologia.com podemos leer: " La expresión tiene evidentemente un origen muy antiguo, dada su naturaleza. Cuenta Heródoto que en la antigua Esparta era normal que cuando una mujer superaba los nueve meses de embarazo, otras mujeres fueran a su casa para discutir violentamente con ella. Era el momento donde las mujeres sacaban fuera todos los trapos sucios y todos los reproches que se habían guardado durante la gestación para evitar problemas al niño. Aunque no supieran explicarlo desde un punto de vista médico, las discusiones acaloradas hacían que las embarazadas rompieran aguas con mayor facilidad, lo que precipitaba un parto que de otra forma se habría podido alargar algunas semanas. Este rito tenía además una doble función para la ciudad. Por un lado, el hecho de que las espartanas tuvieran estos momentos de gran sinceridad en un punto crucial de sus vidas ayudaba a reforzar los lazos de unión dentro de la población; además, si el bebé era un varón, los espartanos pensaban que llegar al mundo en un ambiente de hostilidad y disputas forjaría su carácter desde el nacimiento. Por estos motivos era normal la expresión 'ir a poner a parir a alguien', porque se esperaba de verdad que la discusión ayudara a acelerar el parto ".

[Volver] RAE, 2014, 23ª edición, kermés. 1. f. Fiesta popular, al aire libre, con bailes, rifas, concursos, etc.

DRAE, 2014, 23ª edición, " faltriquera. 2. f. Bolsillo que se atan las mujeres a la cintura y llevan colgando debajo del vestido o delantal. [...]".

DRAE, 2014, 23ª edición, " hortera [...] 2. m. En Madrid, apodo del mancebo de ciertas tiendas de mercader. [...].".