Relatos de COSOQUETECOSO (XXXI)

Por Cqtc


Después de una dura jornada de trabajo, ambos jóvenes convinieron en dejar el carro prácticamente preparado para salir al día siguiente y se pusieron con la cena. Doña Casta les había aviado un resto de patatas a la importancia con chorizo en una fiambrera que ya había viajado varias veces a Pozuelo de Alarcón, y que, un poco antes, usara el señor Jesús, según rezaban sus iniciales JG en la tapadera. Por no hacer lumbre lo comieron del tiempo con una ensalada de tomates y cebolla. Y tras el cigarro que se lió Venancio, en realidad, lo lió Joselillo y se lo fumó Venancio, se fueron a la cama. Liar el cigarro de la noche era un rito para ellos desde que el pequeño lo fuera más aún. Por la noche, cuando se iba tío Eliseo a dormir después de la cena, lloviera, nevara o hiciera el frío que hiciera, los dos hermanos salían al soportal de la casa y desde que a Joselillo se le pusiera entre ceja y ceja aprender a liar cigarrillos, Venancio pasaba ganas de fumar, y más de una vez tuvo que rehacer el desaguisado que le entregara su hermano en forma de canuto. Desde hacía ya un tiempo, Venancio no espera mucho. Joselillo era ya un maestro. Incluso se permitía liarlos con una sola mano.

-Mira lo que sabo hacer.

-Pero bueno, si tú no fumas, ¿cuándo practicas?

-Te voy a dar yo dormío. Anda pa dentro. Sabes que tiés que ir a la escuela pa que yo pueda librarme, ¿no?

-Ya, te oído que lo decías en la comida. Pero que no te pese, Venan. Es lo que querido siempre. Y ya soy un poco viejo pa ir. O ahora o no sé yo, tendría quir a una escuela desas de mayores.

-Ya, pero a lo mejor tié que ser interno.

-Ves, eso ya no me gusta na. Yo estoy acostumbrao a esto... Si me metes to el día en una casona, me matas, Venan.

-Ya, por eso te lo digo.

-Pos haz to lo posible pa que no sea así, vale. Tú lo consigues to.

-Venga, no te procupes y vamos a dormir.

-Acuérdate que antes de salir mañana tengo que hablar con Manolo.

Al final, Antón hubo de ir solo en el tranvía a la estación de Atocha. Rafita se quedó dormido. La calle y el balón cansan al más pintado. Y a pesar del "sí papá, yo quiero ver los trenes" con el que empezó la merienda-cena, ésta acabó con los ojos entornados del chiquillo mientras sus padres oían la radio.

-Me parece a mí, que este no te acompaña a la estación. Está hecho unos zorros. Tanto jugar, tanto jugar, acaba así tos los días.

-Es lo de lo que se trata. Tenemos suerte, Rogelia. No te quejes.

-No me quejo, Antón. Pero es que no puedo acostarle todos los días así de sucio, me pone las sábanas perdiditas.

-Pues ponle pantalón largo y calcetines, así no traerá las rodillas ni los pies tan sucios.

-Mira, don soluciones. Y entonces tendría una guerra con él pa vestirle, menudo es.

-Es que ha salido a ti.

-Bueno, pues entonces me voy. Yo lo hacía por él.

-Ya lo sé. Venga, que tengas buen viaje.

-Llamaré a la oficina, seguro que don Mauro te manda a Balín para darte mis recaos.

-Tú no te preocupes. Acaba pronto y te vienes. Aquí testaremos esperando los dos.

-Voy a llevar a este a la cama.

-Si ya no puedes con él.

-En breve. Entre lo que él crece y el poco padre que le ha tocao...

-Espera, abro la cama y le llevas.

Y así empezó el viaje Antón, con un beso que dio a su hijo en la mejilla sucia de polvo y sudor, y con otro en esos labios que le decían "te quiero, vuelve pronto". Ya, en la estación de Atocha, empezó a hacer planes con los pocos datos de que disponía.

-Buenos, días, hijas. Pasad, pasad. Os estábamos esperando. Mira qué guapas se levantan estas chicas, Pepita.

-Oye, Paulita, que nosotras también hemos tenido su edad.

-Sí, pero no éramos tan guapas como esta pareja.

-Gertru, hoy te toca con Pepita, poneos en el gabinete. Y a ti, Reme, ya sabes, lo peor.

-No diga usté eso, que no es verdá. Ni tampoco lo contrario. Pero antes dempezar usté y yo, ¿podríamos hablar un momentito?

-Claro, mujer, pero vamos a esa otra habitación, así no interrumpimos la clase de Pepita y Gertru. Dime ahora, hija.

-Verá, como sabrá usté ya, tengo novio, el Venancio. Es de Pozuelo de Alarcón.

-Venancio, Reme, sin el. Y buen mozo que parece, alto y moreno. Bien guapo.

-Gracias. Tiene un hermano, el..., Joselillo.

-Muy bien, Joselillo. Le conozco, come con vosotras, ¿verdad?

-El crío no parece tan buen mozo, pero tiene una cara preciosa de pillo, muy salao, como dirías tú.

-A mi Venancio lan llamao pa ir a África.

-¡Vaya por Dios! Cuánto lo siento, hija.

-Pero don Mauro tié unamistá militar y la dicho que, a lo mejor, pué librarse dir a la guerra si Joselillo está escarolacirado.

-Sí, eso, que tié questar apuntao en una escuela. Y no sabemos qué hacer porque ya han empezao los críos a ir.

-Pues tengo entendido que en ese pueblo en el que viven hay varios colegios.

-Pero es que tié que ser en Madrí. Y ya tenían pensao que fuera a la escuela a aprender, su tío no le dejaba. Y ahora el tío no está y Venancio quié que vaya, pero no por la mili. Y no puede en Pozuelo porque aunque se libre no podría atenderle. Por eso se vié a vivir con nosotras tres. Vamos a comprar una cama desas que sencojen y la poneremos en el comedor retirando un poco la mesa.

-La pondremos -corrigió la señorita Pepita.

-No, no hace falta que suban ustedes, poderemos nosotras solas, no sapuren.

-No, Reme, no es eso. Se dice pondremos, no poneremos, ya sé que podéis vosotras solas.

-Ah, ya, pondremos, ya pondremos. Bueno, como su usté ha sío maestra, entendrá más que tos nosotros.

-En ten de ré más que to dos, claro. Lo único que casi todos los contactos que tengo en la docencia son de colegios de niñas. Pero, espera, ahora que me acuerdo, conozco a un par de curillas que también han dado clase a los chicos, con los hermanos maristas. Creo que uno sigue. Podría hablar con ellos, si quieres.

-Pero corre mucha prisa, señorita.

-¿Tanto como para que pierdas hoy la clase con esta antigualla?

-Y la de mañana y la de paso...

-Bueno, tampoco voy a estar hablando con los curas tres días, mujer.

-No, ya, quería decir ques mu urgente.

-No te comas la y, Reme.

-La y griega de muy, te van a confundir con una vaca, y nada más lejos de la realidad.

-Mira, vete con Pepita y con tu amiga Gertru, algo sacarás en claro o ponte a hacer caligrafía en el cuaderno verde. Yo me arreglo un poco y me voy a ver si veo a don Marciano o don Zacarías, éste es el que sigue en activo, y como están comenzando el curso y el colegio es nuevo, a ver si tenemos suerte. Está ahí mismo, cerca de la plaza de Chamberí, en el Paseo del Cisne . La misa de hoy lo mismo tiene que esperar. No creo que Dios me ponga falta, sabes. En estos casos, suele hacer la vista gorda, y sobre todo si es cosa de niños -. Y la señorita Pepita segura de que iba a cometer un pecado mortal lo asumió con humor y pillería, y guiñó un ojo a Reme-. Venga, ve. -Reme notó que esa mujer y Dios se debían llevar muy bien-. No, espera, hija. ¿Dime qué sabe Joselillo?

-Está aprendiendo como nosotras dos. El pobre tié quirse tos los días hasta el Rastro. Ha hecho allí un amigo, un tal Mendrugo que lestá enseñando.

-Si lo sé yo antes... ¿Y qué edad tiene?

-No lo sé, no le conozco, señorita.

-Joselillo, ¿que qué edad tiene Joselillo?

-Uy, qué tonta. Creemos que trece, pero puede que tenga catorce. Su hermano no se acuerda bien de cuántos tenía él cuando nació, y como ahora les falta también la madre...

-¡Manolo! -llamó Venancio que se había metido en Huerta Alta-¡Manolo!

-¡Sí, salgo en un momento! -se oyó dentro del casal.

Venancio se acabó de fumar el cigarrillo. Lo tiró a la tierra y lo restregó con la suela de la alpargata hasta deshacerlo.

-Hola, Venancio. Buenos días. No esperaba verte tan pronto. ¿Qués lo que quiés, pasa algo?

-No, Manolo. Es cayer, a medio día, estuve hablando con nuestro albaceo, y verás, que a lo mejor no me tengo que ir al Rif ese el día quince.

-¿Y eso? ¿Has convencío a Paquito? -rió Manolo el Garzo.

-No, qué va. Es más bien por Joselillo y por no sé de los labriegos. ¿Sabes tú que tus hijos no irían tampoco?

-Mía, tú. Si lo sé los tengo. Aunque sólo hubiera sío por darles en las narices a esos militaruchos de tres al cuarto. Hubiera merecío la pena. Pero, ¿Y tú? ¿Cuál es esa situación? ¿Lo del arriendo no te da pa un sustituto.

-Verás, don Mauro tié un amigo coloner, o algo así que sa interesao por mí y va a mover unos papeles ante la Caja esa y quizá con un poco suerte...

-Pues nos ha fastidiao el coloner. Bueno, a ti no, claro. Tu mentiendes...

-Claro. Además estoy hecho un lío. No sé ques mejor. Porque lúnico que tenemos cacer es que José entre en la escuela. Y si no pué ayudarme, yo no puedo solo con la huerta y con el puesto.

-O sea, que pal caso daría igual que te marches o que te quedes. ¿Quiés decir eso?

-Hombre, aunque sólo es una idea que me sestá ocurriendo ahora mesmo, si me caso con la Reme y nos venimos a vivir aquí...

-Pero, chico, ¿cómo te vas a casar por eso? ¿Y cómo te vas a traer aquí pa trabajar como una burra a tu novia? Tu estás loco, Venancio. Vamos, que sentera la tal Reme y te sacabó el casorio.

-Tiés razón, pero yo la quiero y ella a mí. Y tarde o temprano vamos a pasar por la vicaría.

-Y, además, ¿no tacuerdas de lo que le pasó a tu madre?

-¿Y cago yo? Ya he apalabrao con dos braceros el trabajo pa los dos años.

-Mucho has corrío, Manolo.

-Hombre, tú te llevas un pellizquillo.

-Y tú le vas a sacar un buen partido a Huerta Baja.

-Como ves, tos ganamos. Si deshaces nuestro apretón de manos, perdemos tos, incluidos vusotros. Piénsalo, tié caber más soluciones. ¿Quiés un chispazo, chaval?

-No, sabes que no bebo.

-Es una disculpa pa echarme yo uno al coleto. Es la hora, así se digiere mejor el tocino del desayuno, y ayuda a cagar. ¿De verdá que no quieres?

-No, yo ya he cagao al venir pacá. Mi tío sí le daba más de la cuenta, a escondidas, pero le daba bien al pimple.

-Así ha acabao el gachó. Yo me tomo ésta y sacabó. Bueno y la de después de comer, pa bajar las patatas.

-Pues mas chafao, Manolo.

-No, hombre. ¿Quién timpide casarte? Cásate, casa tiés. Como te dije yo no te voy a poner pegas porque vivas ahí, en tu casa. Yo ya tengo la mía.

-¿Crees que soy tonto? Eso te sirvió pa rebajar el precio larriendo.

-No te diré que no. Pero tiés que reconocer que no la necesito pa na. ¿Pa qué quiero yo dos casas? Además, los braceros los conoces, son los dos del pueblo y tién sus casas. No creo quellos te molesten. Y, sino, pa eso está el Garzo, ¿no?

-Tiés un pico doro, Manolo.

-Pues tu padre era mejor. Eso decimos los que le conocimos. ¿Te lo imaginas? Y el tuyo tampoco es poca cosa, eh.

-Bueno, pues me marcho, pero con más lío del que traía.

-No te procupes, hombre. En el momento menos pensao lo verás to claro. ¿Entonces, seguimos palante con el acuerdo, no?

-Sí, claro, cuando un Lázaro da la mano, es pa cumplir con lo acordao, si no, no la da. Otra cosa es que tuviera convencío.

-Que no es el caso.

-No, ya lo veo. Gracias, Manolo.

-De na, Venancio. Y lo siento, de veras. Bueno, no sé, que malegro dso del coloner, a ver si tiés suerte y le ganas la partida al rey ese. Que se vaya él a pegar tiros al África, no te amuelas.

Volvió Venancio a Huerta Baja y encontró a Joselillo subido ya en el carro, a la espera.

-¿Las cargao tú solo?

-Porque lo dejamos ayer aviao y cargarlo juntos, ¿o no tacuerdas?

-Sí, es verdá. Pero venga, vamos pa Madrí.

-¿Qué ta dicho el Manolo?

-Na que maclare, ma liao más. Pero el arriendo sigue palante, eso no lo quié parar y nusotros no podemos. Lemos dao nuestra palabra, José.

-Pos venga, mira palante, que la Perla está como tú. Ella sí que lo tié fácil. Llevamos la mesma vida quella y mírala, paece feliz y to. Cuántas veces he pensao de chico que éramos iguales. Anda que no hemos recibío palos juntos, la pobre y yo.

-Pero eso sacabao, José. Tiés razón, hay que mirar palante.

Pero los efectos del mal, aunque pasajeros, perduran en el espacio y en tiempo. Al pasar frente al cuartelillo, oyeron otra vez la voz de Jacinto, el guardia civil.

-Éste paece que nos está esperando tos los días.

-Oye, Venancio, que ya salío la sentencia de tu tío. Le dan garrote gritó el número.

Venancio tiró de las riendas y soltó un largo so. La Perla obedeció y se paró. Jacinto les hizo señales de que se acercaran y así lo hicieron, burra incluida.

-Es que no me puedo mover de la puerta, estoy de guardia. ¿Mabéis oído, no? Estaba más claro quel agua que a tu tío le daban matarile . Y tampoco la noticia es pa darla a gritos, ¿no?

-No, no. Gracias, contestó Joselillo ante la pasividad de Venancio.

-¿Estaréis contentos, no? Hasta luego. Os he alegrao el día, eh.

-Vamos, Venan, ¿a quésperas? -y como su hermano parecía congelado, arreó a la borrica-. ¡Arre Perla, arre! El tirón del animal al obedecerle, sacó a Venancio de allí donde le hubiera sumido la, por otra parte, esperada noticia. Joselillo le miró y no reconoció la mirada de Venancio, pero no dijo nada.

La noticia de la sentencia, así como la pena, impuesta a tío Eliseo hizo que todo lo que se pudría en el interior de Venancio empezara a hervir como el magma de un volcán. No entendía las muertes. La del asesino tampoco. ¿Por qué habían tenido que morir sus padres? ¿Por qué tenía que morir su tío? No encontraba respuestas. Y en ese momento determinado de su sufrimiento, cambió su perspectiva. ¿Y si en vez de buscar respuestas o venganza, buscaba otras cosas? Consuelo, por ejemplo. Las lagrimas que pudo ver Joselillo en sus ojos, confirmaron a Venancio su cambio de actitud. La muerte no es justa ni para quien la quita, y la venganza que le hicieron sentir los asesinatos de sus padres, trocó en pena. Pena hacía ese pobre hombre que creyó que eliminar al perro equivalía a erradicar la rabia, pero con lo que no contaba, aquél que esgrimiera la muerte como solución, era que la rabia no la portaba el perro, los asesinados, sino el asesino. En ese instante echó de menos a Reme, a esa "jodía coja" que le había sorbido el seso. Necesitaba su cariño, sus maneras de hablar y la capacidad que tenía de despertar en él los mejores sentimientos que jamás había tenido. Era mejor amar a esa mujer que odiar a aquel otro que pronto sería ajusticiado. Ese amor le comprometía, no a olvidar, sino a dejar a un lado los deseos de venganza, en un lugar del alma donde no estorbaran. Eso es lo que le diría a José.

-Esto se ha acabado, José. No debemos dejar quel tío Eliseo nos haga más daño. No sé como lo hecho yo, pero seguro que tú también lo pués hacer. Déjale a un lado, y ni le mires.

-A ver si puedo, Venan.

Y cada uno volvió a sus cavilaciones. Joselillo tratando de borrar todos los cardenales que había acumulado en casi toda su vida, producto del maltrato de tío Eliseo. Y Venancio con pensamientos más lejanos a lo personal. "¿Contentos? ¿Contentos porque otra persona iba a morir a pesar de tratarse de quien se trataba?".

Venancio estuvo toda la mañana ausente. La venta funcionó como otros días al ser algo mecánico. Pero más de una parroquiana preguntó a Joselillo "¿qué le pasa hoy a tu hermano?". A lo que el adolescente contestaba "na, questá enamorao". "Lo questá es tonto, que no es lo mesmo. Vaya vueltas me ha dao. Venancio que te dao una peseta, hombre, y mira lo que me devuelves".

-De verdad, que vuelve una de sus paseos eufórica. No sabes cómo me han puesto mis amigas. Por las nubes.

-Pues ten cuidado, porque como te caigas...

-Al revés que en casa, ¿ves? Nada de lo que hago te parece siquiera regular. En cambio, a ellas, todo les parece estupendo.

-Hombre, si llega cualquier conocido a esta casa...

-Sí, porque salir tú, sería difícil. Porque sales a la compra, si no el sol no te veía el pelo.

-Como si lo tuviera. Pero es que, si llega alguien y me regala unos pinceles de pelo de marta, no voy a decirle que es un mentecato. Le diría que es estupendo.

-Ya, pero yo no he regalado a mis amigas algo que he adquirido, sino una labor hecha por estas manitas -Carmina movió las manos como en el juego de los cinco lobitos-. Y eso la gente lo agradece más, y si está bien hecho, ni te cuento.

-Tú es que siempre rematas todo muy bien.

-No sé si bien o mal, pero remato. ¿Cuánto llevas tú con el dichoso cuadrito?

-Ni lo sé, ni me importa. Yo disfruto de las cosas mientras las hago, una vez acabadas hasta se me olvida que las he hecho yo.

-A ver si te crees que yo no disfruto al bordar. No te digo.

-Pero necesitas oír el juicio de los demás. Y ay de aquél que no lo vea bien.

-¿Y cuántas veces me dices: eso no está bien hecho? -Carmina puso voz hombruna en la última parte de la pregunta.

-¿Y cuántas veces tuerces el morro y contestas: eso será para ti, porque yo lo veo perfecto?- en este caso fue Cirilo el que puso voz de falsete.

-No seas gallego. Se te da muy bien contestar a mis preguntas con las tuyas. Así nunca aclaramos nada. Y la cerradura sigue sin abrir bien.

-Se me olvida siempre.

-Pues se me va a olvidar a mí lavar o hacer la comida, a ver qué te parece.

-¿Por qué siempre acabamos hablando de lo mismo?

-A lo mejor es porque lo harta que está una.

-Uno también hace cosas.

-Pero cuando quieres o te acuerdas. Pero la comida y la cena no puedes dejarlas para mañana. Menos mal que el marqués se prepara él solito el desayuno.

-Pero si te pasas el día borda que te borda. Y, además ese marqués, normalmente cumple órdenes de la señora marquesa.

Después de comer, y antes de marchar a casa de doña Consuelo, don Mauro y Gertru hablaron a petición de éste.

-¿Puedes salir un momento, Gertrudis?

-Pero rapidito que nos tenemos quir -matizó Reme.

-Sí, ya lo sé. Vuelvo enseguida.

-No pasa nada, es que la Reme es una cagaprisas -. Don Mauro sonrió por la salida de la joven-. Dime, Mauro.

-Quería saber... Bueno, ¿dónde te apetece que vayamos esta tarde-noche?

-No sé, hay muchos sitios que no conozco. Por no decir todos.

-Podemos hacer una cosa. Tú propones ir a algún sitio o a hacer algo, luego lo hago yo, y así vamos alternando. Y lo que no se te ocurra a ti, se me ocurrirá a mí. ¿Qué te parece? Sin prisas, tenemos todo el tiempo para nosotros dos.

-Cuando cuadre, le llevamos.

-No, no me paece bien.

-¿No? -se sorprendió don Mauro.

-No. Debería opinar él también.

-Poco sabes de los peques, y en particular de Juanín. Sabes que es muy tímido y retraído.

-Pero se lo pasó bomba en la verbena dAtocha.

-En eso llevas toda la razón. Pero pocos sitios hay más donde llevar a un niño de tres años.

-Ahora eres tú el que lleva razón. Pero deberíamos pensar nosotros por él, ¿no te parece?

-A mí, como entenderás no me va a importar. Y estaría bien salir por ahí los tres. Pero no esta noche, salvo que quieras quedarte en casa.

-No, hace mucha calor.
-Sí, tienes razón.

-Mira, ¿qué te paece ir a una verbena desas que ponen? Una vez fui a una pero no duró mucho, acabó pronto en una pelea. Un borracho sempezó a meter con el organillero y sarmó una buena.

-Pues me parece una buena idea. A ver si me entero por los de la fábrica dónde hay una tranquila y familiar.

-Mira, si es familiar, te pués traer a Juanín. Así Servanda descansa un poco, ¿no?

-Parece como si tu novio fuera él, en vez de su padre.

-¿No me digas que tiés celos de tu hijo?

-¿Y si dijera que sí, cometería un pecado?

-No, claro que no.

-Pero no, lo único que estoy es deseoso de estar contigo, no me importa que haya otras personas con nosotros, y menos mi hijo.

-Pos ya tenemos los planes pa esta noche. ¿Te puedo pedir una cosa, Mauro?

-Una detrás de otra, dime.

-Que no vengas vestido así. Es mu elegante y mimpone un poco.

-Muy bien, no hay problema. También tengo ropa informal, no te creas.

-Es que yo vestida así y tú asao, no sé...

-Ya sé lo que quieres decir, Gertrudis. No te preocupes, nadie pensará nada raro al vernos juntos. Para la fábrica tengo que vestir así, pero para lo demás no.

-Las que tú tienes. Entonces, ¿bajamos sobre las ocho o así, te parece buena hora?

-Sí, pero si acaso un poco más tarde, no hará tanta calor y asín tengo tiempo darreglarme una miaja.

Cuando subieron por la calle Españoleto, vieron a Reme que esperaba ya en el portal, y juntos subieron hasta la esquina, donde cada uno tiró hacia sus obligaciones.

Llegó don Mauro a la fábrica antes que las jóvenes a casa de doña Consuelo. Y lo primero que hizo fue la visita a los operarios, segunda de ese sábado, y por supuesto, acompañado de Balín. Y aprovechó para preguntar por las verbenas más populares y familiares del entorno, poniendo como excusa a Juanín. Casi todos los obreros coincidieron en que una que "ponen en un merendero de la Desalavilla , es mu tranquila" y que allí no había nunca jaleo ni borrachuzos, y que tampoco se veían busconas. Además se estaba muy fresquito y tenían hasta un pequeño tiovivo para los chavales.

-Creo que la llaman la Verbena de la Dehesa o La Peque. Tiene un cartel blanco con letras verdes. Allí se pué cenar y to. Hacen baile con un organillo. Está mu bien, a mi mujer y a mhijo les gusta mucho. Y tampoco es tan caro. Bueno, que a usté eso no le procupa...

-Parece como si tuviera usted acciones del merendero, Genaro.

-Bueno, en cierta manera sí. Mi hermano trabaja allí de camarero, y mi cuñá en la cocina. Luego en invierno están a la cuarta pregunta , pero ahora en verano no dan abasto.

-¿Y cómo se llama su hermano?

-Rosendo. Pregunte por él y le dice que lenvía el Genaro, que les trate como a mí.

-Gracias, Genaro, así lo haré. Es usted muy amable.

(1) [Volver]Fíate tú de la Virgen y no corras. En El porqué de los dichos, José Mª Iribarren, (ed. Aguilar, 1955), pág. 171, podemos leer: "[...] [se] fundamenta en Joaquín Bastús, en La sabiduría de las naciones [1862-1867], serie 1.ª pág. 82, escribe acerca de este dicho: "parece que tomó origen de un imprudente torero que, entregado a la confianza celestial, se comprometía a los mayores peligros sin tomar precaución alguna para evitarlos, y que un día vino el toro y, cogiéndole entre los cuernos, le tiró contra los de la luna..., y que entonces, el público, recordando sus imprudencias, le gritó: Fíate en la Virgen y no corras"". Otros suponen que la frase nació en 1835 [...] Martínez Olmedilla, que en su libro La cuarta esposa de Fernando VII (Barcelona 1935) escribe: " Por otra parte, el pretendiente, que no olvidaba detalle, nombró a la Virgen de los Dolores Generalísima de sus huestes, y estaba seguro de vencer. Lo malo es que sufrieron repetidos descalabros en el camino, y entonces nació, e hizo fortuna, la frase impía que aun se repite, aunque sin recordar su origen: Fíate de la Virgen y no corras" ".

(2) [Volver] Según www.chamberi.es: " El primer colegio "Chamberí" (1923-1942) El nuevo edificio tenía su acceso por el Paseo del Cisne, nº 3 (hoy Eduardo Dato). Un pequeño jardín daba acceso al patio en el que durante mucho tiempo sobrevivieron algunos cedros del antiguo parque. El edificio era un antiguo palacio que poco a poco fue siendo adaptado para su nuevo fin. Había adoptado el nombre de "Colegio Sagrado Corazón", el que tenía en su anterior ubicación en La Castellana ".

(3) [Volver]El que no corre, vuela. Diccionario de Autoridades, tomo I, 1716, pág. 616, edición facsímil, ed. Gredos, 2002: " Corran las cosas como corrieren. El que menos corre, vuela. Phrase con que se da a entender el dissimúlo y socarronería con que algúnos obran, que parece no entienden ni saben cosa algúna; y son más avisados de lo que fuera menester. Latín. Agilis minus qui currit, is praepes volat". Por lo que parece que ya lo usaban los romanos. Y la referencia escrita en la obra literaria más antigua, que no quiere decir que lo sea, la he encontrado en una de José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), titulada El periquillo sarmiento, en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, edición digital basada en la 4ª ed. de México, Librería de Galván, 1842: "[...] y te roben ese dinero de la bolsa; porque aquí, hijo, en tocando al pillaje, el que menos corre vuela, y [...] ".

(4) [Volver]Más claro que el agua. La referencia más antigua que he encontrado es ésta, en el Corpus del Nuevo Diccionario Histórico del Español: "quedamos viendo visiones cuando supimos el nombramiento, porque, como conocíamos la poca capacidad de tal hombre, vimos más claro que el agua que a quien se había dado el empleo era a la mujer. Ahora lo que [...]". 1820-1823, Sebastián de Miñano, Sátiras y panfletos del Trienio Constitucional (1820-1823), España, Claude Morange, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1994". En el Diccionario de Autoridades no aparece.

(5) [Volver]Dar matarile. En jerga o habla coloquial, matar. Viene de la canción de un juego popular infantil (¿Dónde estas las llaves?) en la que se repite este verso: 'matarile, rile, rile, ro, chin pon¡. No la recoge el DRAE.

(6) [Volver]Andar al daca y toma. DRAE, 2014, 23ª edición, "daca [...] loc. verb. Andar en dares y tomares". En el Diccionario de Autoridades, tomo I, 1716, pág. 123, edición facsímil, ed. Gredos, 2002, entrada AGRIDULCE, podemos leer: "[...]. PIC. JUST. fol. 149. Llamadla à mi burla retozo de gardúña, oximiél de daca y toma, y agridulce de bobos. [...]".

(7) [Volver]La Dehesa de la Villa "ha sido uno de los lugares de esparcimiento preferidos por los madrileños desde principios del s. XX. [...] la evolución de las formas de ocio y cómo las nuevas zonas verdes, entre ellas la Dehesa, abiertas para el disfrute de los ciudadanos a finales del s. XIX y principios del XX, se convirtieron en una de las zonas predilectas, especialmente entre las clases populares, que encontraban allí sitio donde pasar "un día de campo"".

(8) [Volver]Estar a la cuarta pregunta. Parece ser que en los interrogatorios de la justicia había un formulario en el que la cuarta pregunta se refería a los ingresos que el detenido tuviera. Como quiera que casi todos ellos decían que eran pobres, así se apuntaba. Cuando el juez, durante el juicio, les preguntaba sobre sus gastos excesivos, el acusado contestaba que no podía ser por estar a la cuarta pregunta. "Es muy usual ponderar la pobreza e un individuo diciendo que está á la cuarta pregunta. Derívase esta aserción de que en los interrogatorios para justificaciones de testigos sobre varios objetos, y entre ellos es de acreditar pobreza, se acostumbra comprenhender este extremo en la cuarta pregunta, en los términos siguientes. Cuarta: ¿si sabe el testigo y le consta que la parte que lo representa es pobre, sin poseer bienes raíces y rentas, por manera que cifra sus subsistencia absolutamente en el producto de su personal trabajo?". Fermín Caballero, Cuentos y poesías populares andaluzas, La Revista Mercantil, Sevilla, 1859, pág. 74.

(9) [Volver]Zamora no se tomó en una hora. Francisco de Rojas, La Celestina, 1495, ed. Castalia, 2002, acto VI, escena 2ª, pág. 264: "Consuélate, señor, que en una hora no se ganó Çamora; pero no por eso desconfiaron los combatientes. [...]". Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha II, 1615, cap. 71, pág. 1086, edición del IV centenario, RAE, Santillana Ediciones Generales, 2004: "- Por tu vida, amigo, que se quede en este punto este negocio, que me parece muy áspera esta medicina y será bien dar tiempo al tiempo, que no se ganó Zamora en un hora. [...]". Centro Virtual Cervantes: "Esta paremia alude al largo sitio que sufrió la ciudad de Zamora durante siete meses por parte de Sancho el Bravo en el año 1072, con el objeto de arrebatársela a su hermana doña Urraca".