Michel Houellebecq es uno de los mejores escritores franceses. Tiene algo de maldito como aquellos poetas decimonónicos. Aúna inteligencia, oficio de escritor y una pesada carga de sufrimiento humano que le permite modelar personajes torturados y deshumanizados que de alguna manera son exorcismos de sí mismo. Es fácil conjeturar que la escritura debe ser una de las pocas cosas que le salvan de perecer ahogado al introducir un poco de aire limpio en los pulmones cada vez que consigue regalarnos una obra conclusa. Debo reconocer que disfruto con su saber hacer que se atreve a reflejar sombras tanto sociales como individuales con una enorme precisión que otros no tienen. Para ser escritor de oscuridades hay que bajar muy abajo en las bodegas. Eso tiene sus riesgos, ha de conseguir uno un guía confiable, imaginen lo que le hubiera pasado a Dante sin su Virgilio. Mientras nuestro autor parezca mantenerlo seguiremos disfrutando de propuestas arriesgadas para toda imaginación. Esto merece un brindis.