El devenir de cualquier hecho o experiencia, práctica, e incluso acto, provoca un trasvase de flujos directo, un intercambio de datos precisos que son susceptibles a toda información de producir un provecho, una ganancia entre las partes intervinientes, sea fruto para un instante de emoción, de ejercicio, de éxito, o de utilidad futura.
Estos procesos de correspondencia, donde la relación del evento corporativo y el usuario, se estiman tan frecuentes y tan diversos que podríamos considerarlos una red de influencias y de interferencias entre los mismos que acaban por confeccionar una tupida e imbricada malla, característica, según la fuerza de sus enlaces.
Cada enlace mantiene un vínculo de unión leal que transmuta cuando la desconfianza supera la incertidumbre de la duda, o el mensaje de empresa no acompaña a la claridad de su compromiso, provocando de este modo, una infecunda reputación ante las pocas garantías de Responsabilidad Social presentes en el contenido de una marca que dice y vocea que desea serlo.
Personas o cosas somos proporción de una única matriz, son los elementos que articulan una significación cuando transitan los espacios de encuentro y cobran sentido al ser activados por una intención, la cual, lleva implícito el destino natural que desemboca en un fin útil.
Para el Branding conocer estos códigos implica constatar un modelo de negocio rentable en el que fundamentar las bases de una comunicación que trabaja la relación de cercanía de los usuarios con el incremento en la estrategia y aportaciones de sus eventos.