REPORTAJE: SI LOS EDIFICIOS HABLASEN... Rayos en la sala de lectura

Por Vilanova_studio
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El profesor Andrés Perea proyectó su biblioteca en torno a un embudo de luz
PATRICIA GOSÁLVEZ - Madrid -
Vista de la fachada de la biblioteca pública Rafael Alberti.- LUIS SEVILLANO
A veces, cuando un arquitecto construye un edificio, la obra también construye al arquitecto. "Este es uno de esos proyectos que te sorprendes cuando los haces, de esos en los que te salen cosas, en los que durante el propio proceso surgen ideas y soluciones...", dice Andrés Perea frente a la biblioteca Rafael Alberti. "Fue un tour de force, un reto, pero uno apasionante". "Mira, en esta cosa tan idiota", señalando el limpio cerramiento de una puerta de emergencia trasera, "pasé yo más de 20 horas pensando...".
El terreno sobre el que se levanta la biblioteca era hostil. Una planta trapezoidal, con 12 metros de desnivel y un entorno anodino al borde de la carretera. Perea ideó por ello un edificio volcado sobre sí mismo. Tras la única fachada abierta al exterior, la de la entrada, toda de cristal, la biblioteca se organiza en torno a un pequeño patio irregular central. Un trapecio de vidrio por el que entra el sol y la lluvia, ya que la cubierta está invertida, como la boca de un embudo. "Aquí ver llover es un espectáculo alucinante".
No hay ángulos rectos ni paredes paralelas. Ni siquiera el techo y el suelo lo son. Las plantas están en ligera cuesta. "Me pareció una manera de acceder suavemente; desde el centro, la altura entre suelo y techo se va ampliando y causa una curiosa sensación, un juego de perspectiva", dice el arquitecto. La directora de la biblioteca, contenta con el edificio ("es acogedor y luminoso"), le pone una pega al asunto: todas las estanterías y mesas tienen patas regulables para salvar la pendiente, lo que complica cualquier movimiento de los muebles. En las mesas con unas patas más largas que otras hay un montón de estudiantes preparando exámenes. El edificio no tiene apenas ventanas pero estudian con luz natural gracias a unas impactantes cajas acristaladas. Lucernarios como rayos tridimensionales que hubiesen atravesado el hormigón y se hubieran congelado, suavizando su fulgor primero en una difusa iluminación que no sabes muy bien de dónde viene.
Por fuera, salvando la fachada de entrada, todo es hormigón. "Está en plena ruta del grafiti", dice el arquitecto en la repintada parte trasera. "Siempre los tapan, pero a mí no me molestan especialmente, es una forma como otra cualquiera de usar la arquitectura". "Yo hago lo contrario de arquitectura simbólica, y en eso soy militante", explica Perea, "un edificio tiene que ser más para usarse que para contemplarse, no me gustan las arquitecturas intocables, metafísicas".
Además de edificios usables, Perea construye arquitectos. Durante 42 años ha sido profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Y no uno cualquiera. En su última clase magistral antes de jubilarse el año pasado, el auditorio estaba a rebosar y acabó con una larguísima ovación en pie. Un homenaje en el que había veteranos como José Antonio Corrales ("es un empuje, una línea clara", dijo de él) y jóvenes profesionales como Izaskun Chinchilla, encargada de presentarle: "Andrés Perea prodiga como casi única religión que le conozco una actitud de escucha y curiosidad a lo distinto".
Quizá por ello entre sus alumnos está toda la vanguardia arquitectónica madrileña. Es el padre putativo de grupos como Freshmadrid, Basurama o Zuloark, de Andrés Jaque, Belinda Tato o Paula Montoya. "He sido muy afortunado de formar parte de todo esto", dice el profesor. "Tengo un sistema pedagógico... digamos, peculiar... en el que se han formado una serie de jóvenes arquitectos con un perfil muy investigativo e innovador". "En sus clases no hay diapositivas, ni de buena ni de mala arquitectura, tampoco saben los alumnos al final del curso cuáles son sus edificios favoritos ni los arquitectos del momento que le interesan", dijo Chinchilla en aquel homenaje. "A cambio, hay un desarrollo profundo de las herramientas, las capacidades y los intereses del alumno".
"Siempre intenté que ellos fueran los protagonistas del proceso formativo", apunta Perea en su biblioteca, "que imaginasen y especulasen... Que se construyesen". No todo va a ser hacer edificios.