Mientras intenta superar un difícil divorcio y se ve involucrada en un desengaño amoroso, Liz Gilbert decide que para mitigar en terrible dolor y la soledad que está soportando su alma, lo mejor es salir del Nueva York cosmopolita en el que se siente a los problemas perseguirle como sombras sin descanso. Tras dar un repaso a sus vivencia, decide que sus tres destinos serían las tres I que han marcado su vida: Italia, India e Indonesia.
Italia o dilo comiendo.
Con el corazón destrozado, Liz deja su trabajo, a sus amigos, su familia y huye por cuatro meses al país mediterráneo. Ahí se dedicará a los placeres de la buena comida, aprenderá in situ el idioma que tanto le encanta y disfrutará a plenitud de la dolce vita romana. Conocerá gente nueva con personalidades muy diferentes, hará nuevos amigos y se deleitará con la soledad que en cierto modo anhelaba desde que empezó a sentirse enclaustrada en su matrimonio.
Las treinta y seis historias de esta primera parte introducen al lector en el libro de una travesía con una misión fija: disfrutar de la vida y descubrirse a si misma, analizar su personalidad y definir su carácter.
India o encantada de conocerte
Tras su paso por Italia, Liz decide recluirse en un ashram indio para dedicarse a la meditación. Al comienzo, la vida austera, apacible y llena de trabajo no coinciden con su hiperactiva de vida de escritora/periodista, pero sabe que para lograr su meta tiene que explorar su interior. Las mantras indias estimularán su espíritu, pero también le hará preguntarse si ha tomado la decisión correcta al dejar atrás Nueva York. En medio de la meditación de cada día y durante las horas de horas sentada en absoluto silencio, no puede evitar que el dolor aflore y los recuerdos tomen su mente. Por suerte, contará con la ayuda de Richard el Texano, un hombre de lo más amigable que le hará ver las cosas de otro modo e intentar visualizar su futuro con más claridad. En mi destino hay muchas cosas que se me escapan, pero otras que sí está bajo mi jurisdicción. Hay una serie de billetes de lotería que puedo comprar, aumentando mis posibilidades de llegar a ser felíz. Puedo decidir cómo paso el tiempo, con quién me relaciono, con quién comparto mi dinero, mi cuerpo y mi energía. Puedo seleccionar lo que como, leo y estudio. (...) Puedo elegir las palabras que uso y el tono de voz que empleo para hablar con los demás. Y, por encima de todo, puedo elegir mis pensamientos.
Indonesia o me siento distinta desde la cabeza hasta la entrepierna
Para concluir con su odisea, Liz hace una parada obligatoria en Indonesia en busca de aquel último curandero de una familia de nueve generaciones que dos años atrás le leyó la mano y le aseguró que tras una experiencia traumática, ella regresaría a Bali. La experiencia ya la ha vivido (el divorcio) y ahora viene a buscar el equilibrio que Ketut Liyer (el curandero) le aseguró que encontraría en esa apacible isla. Ahí no solo conocerá lo que es la pobreza, la vida de campo o la verdadera vida en comunidad. No solo aprenderá que sus problemas son casi insignificantes al lado de otros tantos que hay en el mundo y que lo suyo no es tan difícil de superar, sino que encontrará a alguien que hará que su corazón palpite desbocado nuevamente: Felipe.
Comer, rezar, amar es un libro bonito.Bonito en el cómo está estructurado, en los tres destinos que eligió la autora y en unas cuantas anécdotas que vale la pena rescatar. Pero nada más.¿Y cuál es la causa de mi descontento? Estas se encuentran repartidas entre el comienzo, el final y a veces, también en el centro. Me parece buena la idea que tomó la autora de viajar para relajar la mente y el cuerpo, pero ¿durante un año? ¿Así, como si nada? ¿Dejó su trabajo, su familia, su vida durante tanto tiempo? ¿De donde sacó el financiamiento necesario? Es cierto que una escritora reconocida gana un poco más que la media pero, ¿lo suficiente para darse el lujo de pasar cuatro meses en Italia, seis en la India y cuatro más en Indonesia? Otro punto flojo es la narración. Al comienzo me dió curiosidad y seguí leyendo. Pero cuando llegué al capítulo de India ya me estaba desanimando. ¿La razón? A veces las excesivas descripciones de los rituales indios era apabullante. Y qué decir de la hilera de pensamientos de la autora. Había veces en que prefería que no se explayara tanto o que no repitiera las mismas cosas de diferentes maneras. Indonesia me gustó un poco más que el segundo, pero tampoco tanto.
Finalmente, ¿lo recomiendo? Uhmm, déjame pensar. Podrías leerlo si no tienes nada más a la mano o si quieres conocer algo de los tres destinos mencionados. Sé que hay una película y quizás me anime a verla. Solo quizás.
Puntuación:
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