Andrea P. Muñoz
El cuadro de la sirena oculta una historia de amor y odio que tiene como escenario la costa de Fife, y como protagonista, la pintura.
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“Desde esa mañana de 1955 la niña permaneció bajo el seno de aquella familia cuyo patriarca trabajaba en el mantenimiento del faro. (…) Su nombre, al igual que su otra vida, se había perdido en el mar.”
Sinceramente y creo que eso me sucedió la vez pasada, la autora corre un ocasiones mucho para cerrar la historia y deja cosas como a medias cuando ya las veía muy elaboradas, aunque en esta ocasión me parece que este lío es al inicio y no hacia el final, lo cual se agradece, porque pude terminar la lectura con una sonrisa y deseando más.
Comienza muy flojo y confuso y no es fácil reconocer y recordar a los personajes, y las conexiones que estos tienen, tiene que pasar varios capítulos (muchos) para entender y entrar en la parte emocionante y fuerte que es lo que merece mucho más la pena.
Es una historia que se me ha hecho muy tierna, pero peca de humildad (por decirlo de alguna manera) y no profundiza más en ciertos momentos o personajes que hubiera hecho mucho más emotiva la trama y las historias que vamos conociendo.
Es una novela corta, con veintitantos capítulos realmente cortos. Con una narración un poco dispareja que sí hace que te confundas al inicio… se lee muy rápido, pero le falta intensidad para robar el corazón del lector.
La portada me gusta por su sencillez y creo que representa muy bien lo que te quiere contar la novela.