Los fantasmas deben vivir siempre con un anfitrión. Un humano que no pueda ni verles ni sentirles, pero al que puedan agarrarse y con el que vaguen hasta que éste fallezca, momento en el cual deberán escoger a otro. Helen es una Luz, como les gusta llamarse a sí mismos, que no recuerda cómo falleció. Únicamente, que de pronto un día encontró una voz en medio de la oscuridad a la que aferrarse y gracias a la cual salió a la superficie. Esta voz pertenecía a una mujer, y esa mujer pasó entonces a ser su primera anfitriona.
Han pasado muchos años desde entonces y ahora el anfitrión de Helen es el profesor Brown. Hasta aquí, todo bien: siempre ha sido así. Pero un día, de pronto, un alumno del profesor Brown se fija en Helen. Y eso ya no es algo tan corriente. Es como si la viese… como si la sintiese. ¿Y cómo puede ser posible, si ella es un fantasma y él, un humano?... ¿O no es así?
Entre luz y tiniebla es una historia de amor. De amor por la vida, de amor por los seres queridos, por los que dejamos atrás y por los que no queremos que se marchen. Pero sobre todo es una historia de amor entre dos almas atrapadas en un mundo ajeno y desconocido para ellas, en el que se ven obligadas a vivir para poder estar juntas.
En aproximadamente 250 páginas, Laura Whitcomb consigue atrapar al lector en una historia original, vibrante y cargada de sentimientos que ya ha gustado mucho en Estados Unidos. Contado en primera persona y con un ritmo moderado, descubrimos una historia de amor con un toque sobrenatural al que últimamente estamos muy acostumbrados, pero que no por eso deja de sorprendernos. Por desgracia, ni la portada ni el tipo de letra son demasiado apropiados. Aunque ese es el único inconveniente que le encuentro y, como dicen por ahí, uno nunca debe valorar a un libro por las tapas.
Quienes disfrutaron con Crepúsculo y con novelas similares, se enamorarán también de esta original historia de fantasmas, en la cual lo importante no es quién fuiste en vida, sino quién serías si te diesen una nueva oportunidad.