Eso si, ármate de paciencia. El servicio es lento, tranquilo y pausado. Muy de "ahora les atiendo", "cinco "minutinos" y salen los primeros" y otros detalles de buena voluntad pero mucha calma: una hora desde que nos sentamos hasta que empezamos a comer.
La carta se compone de entrantes de marisco: percebes, almejas, "andaricas" (nécoras), bogavante, cigalas y otros variados como jamón, croquetas, rabas, etc. También hay arroces, fabes con almejas y de carnes, entrecot, escalope y poco más. El grueso y lo importante de la carta son los pescados.
Nuestra elección fueron las rabas de calamar fresco de potera; perfectos, blandos y sabrosos. Y los fritos de pixin (rape) también muy frescos aunque quizá un pelín salados.
Para los segundos, variedad de pescados. Lomos de merluza en su jugo que era una especie de salsa verde y Salmonete de Ribadesella fuero los platos más normales.
El Rey de Bustio al ajillo, fue de los mejores platos. Medio rey perfectamente preparado.
El plato que triunfó fue la Lubina salvaje de Llanes al ajillo. Una lubina para dos, de más de un kilo de peso. Lo más sabroso del día. 32,4€ la ración
Para los postres, que no son caros, nuestros acompañantes tomaron un queso fresco de Porrua y, además, un flan con helado, fresas y crema de arroz con leche.
Todo con una botella de Albariño Abadía de San Campio, agua, dos cervezas y cafés (el café con hielo viene con cubitos de café en vez de agua) salió por 222,80€. A las cervezas y los cafés nos invitaron "por la espera".
Al despedirnos les preguntamos por los cachopos que habíamos leído que servían. Nos dijeron que ahora mismo no tenían pero nos cogieron el teléfono y dijeron que nos avisaban cuando tuvieran. El sitio merece la pena, de los mejores pescados que se pueden comer. Con tranquilidad, eso si.