Restaurante Quintana 30, Madrid

Por Puxastures @puxastures
 
  El primer restaurant que reseño en este blog es el último en visitar y en cuyas mesas decidí, apoyado por una gran amiga, escribir estas reseñas de recetas y restaurantes, para comer y disfrutar dentro y fuera de casa.
 Para empezar me asomé a su página web, www.restaurantequintana30.com y lo primero que me sorprendió es que para poder revisar la carta del restaurant tienes que poner tu mail para que te la manden y, de manera secundaria, tener un mail para que te puedan enviar la publicidad que quieran. Mal. Un restaurante tiene que ser transparente y no pedir esos datos porque el usuario puede sentirse molesto y dejar pasar la oportunidad de conocerlo por esa simple causa.
Me sorprendió encontrarme, al entrar, con un restaurant que no tiene barra, se pasa directamente a las mesas. Bueno, es una modalidad que algunos usan y que a mi, personalmente, no me gusta. La barra de un restaurante te da la oportunidad de conocerlo más e introducirte en su mundo a través de los aperitivos y pinchos que se supone pueden ofrecer al visitante. En una barra, además de esperar a tus acompañantes y sentirte de esa manera más libre para "oler" y "sentir" el sitio, te vas introduciendo poco a poco en los sabores que te ofrecen con sus tapas y visualmente te apetece, o no, sentarte, si ves las viandas que ofrecen.
Como esta opción no se me ofreció, me trasladé a la mesa e inmediatamente se apresuró el jefe de sala para ofrecernos la carta, por fin la podría ver. También se aproximaron dos camareros ofreciéndonos algo para tomar de aperitivo, cosa que al no tener barra y tomarlo allí, se agradeció. Un par de cervezas con dos tapas propias del lugar abrieron los sentidos para poder pedir algo más contundente. Tienen en este local otra de esas costumbres que pueden ser arriesgadas porque no a toda la gente le gusta. Cobran 2'50 euros por el pan y el aperitivo. Al margen que el precio puede parecer excesivo por 4 panecillos y dos tarrinas de aperitivo con 4 trozos de chistorra y un poco de patata con salsa ali oli, el aperitivo no se pidió con lo que muchos lo podrían interpretar como gentileza de la casa. Si hubiera existido la barra, seguro que nos hubieran puesto lo mismo de aperitivo pero no nos lo cobrarían.
En nuestro caso pedimos unas alubias rojas y unas alcachofas con cardo de primero y un bacalao al pil pil de segundo. Las alubias estaban bien presentadas pero algo escasas de caldo. Si no se mide bien este aspecto, las alubias pueden parecer un puré lo que nos desviaría la atención por el sabor a la vista más o menos amontonada de los ingredientes. Las alcachofas con cardo tenían, a mi gusto, un exceso de salsa que disimulaba, por su buen sabor, que el ingrediente principal, las alcachofas, eran de bote y cortadas demasiado grandes para un bocado. En resumen, los primeros fueron de suficiente cantidad y presentación pero con la salsa y los caldos bajaron la nota final.
En el caso del bacalao al pil pil, me sorprendió gratamente que pusieran un plato caliente. En pocos sitios ofrecen este servicio, que para este plato, es fundamental para mantener la salsa en su punto, en el caso en el que esté en su punto. El bacalao estaba bien cocinado y en "troncho" era lo suficientemente contundente para comer bien tras un primero. Sin embargo pronto se fue deshilando el pil pil y al final en el plato dominaba una especie que agua que daba que pensar que no se había hecho con la contundencia necesaria. Un pil pil debe quedar casi como una crema para poder untar en el pan. En algún vasco, como este, me han ofrecido unos pil pil que hacían olvidar el bacalao, pero en este caso, el plato se puede resumir en correcto sin más.

Unos detalles más. Como el local está centrado en las mesas para dar de comer, son muy estrechas y demasiado juntas lo que provoca que escuches las conversaciones de la gente de tu alrededor. El vino elegido fue un Ribera del Duero, un Comenge, que, si bien de sabor estaba correcto, tenía demasiada madre en la botella lo que al final se transmitió a la copa, dejándola con ese barrillo que no es muy agradable. Al final nos ofrecieron una teja de postre que estaba muy buena y se agradeció que en este caso no la cobraran.
En resumen, este local vasco podría triunfar en la zona en la que está donde priman las oficinas y los clientes selectos porque entre otras cosas ofrece un aparcacoches en la puerta y porque la decoración es muy elegante. El servicio puede ser algo lento y los camareros no están demasiado bien coordinados ya que preguntaron varios por lo mismo en dos ocasiones. La carta es correcta aunque nada sorprendente y los sabores se alejan un poco de los típicos de una cocina tan sabrosa para centrarse en una presentación muy de capital. Se puede volver aunque no por ser vasco.