Parece que la Navidad fuera una condena inevitable a coger unos kilos de más hagamos lo que hagamos... Cada año ocurre lo mismo...Pero, ¿por qué este año tiene que ser igual?
Organízate, ¡aún estás a tiempo!
¿Por qué me estás pidiendo soluciones para cosas que aún no han sucedido? ¿Por qué das por sentado que tienes que bajar unos kilos que aún no has subido? ¿Por qué me pides medidas para compensar excesos que no has cometido?
Creo que fue Sartre quien dijo que "Una batalla que uno cree que ha perdido, es una batalla perdida" y contra los kilos post navideños solemos dar la batalla por perdida, cayendo en un autoboicot que puede ser el causante de que año tras año, Navidad tras Navidad, unos pocos días de fiesta den al traste con el esfuerzo de meses por mejorar nuestra salud.
No se trata de amargarse, ni "estar a dieta" en Navidad, pero, ¿te has parado a pensar por qué fiestas y excesos tienen que ir siempre de la mano?
Quizás en épocas de carestía, el sentarse ante una mesa llena de alimentos a los que normalmente no se tenía acceso podía incitar a comer y beber con desmesura, pero hoy en día que el exceso nos invade... ¿hay necesidad de acumular exceso sobre exceso para que nos parezca que estamos celebrando algo?
Ten en cuenta que no hablo de situaciones económicas, la obesidad y el sobrepeso se ceban aún más en las clases desfavorecidas pues los alimentos más baratos no suelen ser precisamente los más saludables. Todos, con mayor o menor capacidad adquisitiva, nos hemos acostumbrado a que la celebración debe ir acompañada de abundancia y derroche porque si no, no es celebración.
Veamos algunos consejillos para organizar las navidades de forma que no tengamos nada que "depurar" en enero.
Aún no es Navidad
Piensa que esas pocas (o muchas) calorías diarias, en forma además de grasas y azúcares, que estés añadiendo a tu dieta por no poder resistirte a comer un polvorón en el desayuno o un trocito de turrón de chocolate con el café te van a pasar factura sí o sí, y la culpable de ello no será la Navidad, que aún está a más de tres semanas, sino la poca fuerza de voluntad que mostramos frente a la implacable presión del ambiente que nos rodea y que nos hace vivir siempre consumiendo y siempre a contrarreloj.
"Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad"
Así reza el villancico. Conclusión: dos fiestas que celebrar. Si a esto sumamos la despedida del año que se va y la bienvenida al que llega, ya son cuatro. Apurando mucho, "acepto pulpo como animal de compañía" y sumo también el día de Reyes, aunque más bien sea un día de regalos y alegría con los más pequeños, día de empujar bicis "sin ruedines" e intentar armar ese castillo de forma que guarde algún parecido con el estupendo modelo que presenta el cartonaje... Pero lo sumaremos porque ¿quién se resiste a probar el tradicional Roscón de Reyes, intentando que no nos toque el haba, sobre todo si es casero como el que prepara cada año mi hermana Belén?
¡Cinco días! y ni siquiera eso... ¡cinco comidas! ¿Crees que cinco comidas pueden estropear tus esfuerzos de meses si, al fin y al cabo, no estás saliendo del concurso Supervivientes, sino que tienes la suerte de comer varias veces al día, cada día?
Algunos ya me estarán recordando que están las comidas con amigos, las de empresa,... Vale, y el resto del año lidiamos con cumpleaños, bodas, comuniones, bautizos, etc y sabemos cómo salir airosos porque hemos aprendido a elegir bien lo que comemos y a reordenar las comidas del día de forma que la celebración no lo desequilibre demasiado. ¡Pues lo mismo haremos ahora!
Lo que no podemos hacer es del mes de diciembre un mes en el que todos los excesos en comida y bebida estén justificados en nombre de la Navidad.
Mejor calidad que cantidad
Coincidiremos en que actualmente la oferta en alimentación es muy amplia y tenemos a nuestro alcance durante todo el año muchos productos a precios más o menos asequibles (aunque tristemente los más asequibles suelen ser también los menos saludables). Por eso, creo que las comidas de Navidad pueden ser especiales simplemente por el cariño y la dedicación que pongamos en prepararlas; esto es lo que les dará la calidad, y no su precio.
Elige una materia prima de las que no necesitan etiqueta (así nos evitamos también la necesidad de descifrarlas): verduras, hortalizas, pescado, marisco, carne,... y después rescata del cuaderno de recetas de la abuela la de aquel plato que siempre preparaba por estas fechas y que os gustaba tanto de pequeños o reinterpreta a tu manera la receta del ganador de Master Chef (eso sí, ensáyala primero, que no son fechas para experimentos...). Si tienes tiempo de investigar, en internet tienes innumerables páginas de recetas de Navidad de todo tipo para que sorprendas a los tuyos.
Lo importante es que la comida sea especial no por lo que te hayas gastado en ella ni por la cantidad y variedad de fuentes que inunden la mesa, sino porque en cada detalle se note que quieres a cada una de las personas que ese día especial van a compartirla contigo... ¡y eso se nota!
No decores con comida
Tenemos multitud de adornos navideños para decorar nuestras casas y nuestros lugares de trabajo como para que también tenga que estar ocupando un lugar privilegiado entre este maremágnum de bolitas, campanas, guirnaldas, coronas y renos una enorme bandeja con un surtido de los innumerables dulces que nos ofrecen estas fechas.
¿Acaso no es humano que nuestra mano se alargue en un movimiento "totalmente involuntario" cada vez que pasamos cerca de la dichosa bandejita (que siempre está situada estratégicamente en lugares de paso difíciles de evitar) para llevar a nuestra boca algún dulce que, ni necesitábamos, ni siquiera nos apetecía?
Mi consejo es que saques la bandeja de los dulces al final de las comidas de celebración; tu bolsillo y tu cintura lo agradecerán.
Sí a la tradición
Me parece muy bien que las comidas navideñas culminen con los dulces típicos de cada país, región o incluso de cada casa. Por ejemplo, en Canarias no faltan las típicas "truchas" y en mi casa los pestiños andaluces y los roscos de limón, que además preparamos en familia con la colaboración en el amasado y moldeado de los más pequeños de la casa ( ver a mis ocho sobrinillos "con las manos en la masa" hace que luego me resista mejor a comerme sus creaciones jeje).
¿¿Turrón??
Pero ocurre que la industria alimenticia, en su encomiable afán porque no nos aburramos de los típicos polvorones y turrones de Alicante y Jijona (familiarmente "turrón duro" y "turrón blando") o quizás, malpensada que es una, en su no tan encomiable afán de aumentar el consumo de productos navideños, ha inventado sucedáneos de los tradicionales turrones de sabores tan extraños para un dulce navideño como yogur, natillas, ron con pasas, coco, piña, arroz con leche, crema catalana o, incluso, ¡chocolate con patatas fritas!Para mí los turrones siempre serán el duro y el blando y sus sabores los que están asociados con mi Navidad junto a los de los roscos cariñosamente amasados, primero por mis hermanos y yo, luego por mis hijos y ahora por mis sobrinos... Lo demás son dulces que pueden estar más o menos buenos y que lo mismo pintan en Navidad que en agosto y que, eso sí, el mismo flaco favor van a hacer a nuestra salud en una u otra época.
En conclusión, estás a tiempo de preparar un menú saludable a la vez que delicioso y especial y de ponerte una serie de "normas", como dejar los dulces navideños para las fechas destacadas o no excederte con el alcohol, para que en enero, quizás por primera vez, veas que las navidades han sido tan estupendas y agotadoras como siempre pero ¡que no te han pesado!
Para acabar con un poco (más) de humor... ¡que éste no sea tu calendario de Navidad! ;)
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