En París, Carmelo Arden Quin exploró varias modalidades alternativas. Mantuvo una "fidelidad a los principios enunciados por vez primera en Buenos Aires y resistió los embates de las poderosas corrientes de la posmodernidad. Es posible conjeturar varias series dentro de la orientación general de la estética madí. La serie más ortodoxa y ajustada del contorno irregular y el marco recortado obediente a cánones establecidos por los manifiestos madís, no respondieron a un criterio unánime. Se adoptaron dos, fundamentalmente. Por un lado, el marco, el parergon, acompasa el núcleo central de la tela, el ergon, que a su vez está dividido en pequeños planos lisos de color homogéneo surcados por gruesos bordes negros.
Las últimas tses décadas y hasta principios de 2010, Arden Quin, vinculado al ambiente artístico francés e internacional, mantuvo un sostenido impulso creador, renovado con elegancia, claridad cromática y hermosura visual, siempre en actitud lúdica, de arraigado y continuado cinetismo donde asoma, a ratos, el color blanco dominante, proveniente de su admiración hacia Vantongerloo. También abundan los coplanares y las formas triangulares, a veces enfrentadas, aunque también los rectángulos y los cuadrados (Gesta 44), en referencia albersiana o incorporando a la escultura chapas de acrílíco y aluminio, en infinitas variaciones dinámicas y espaciales, mientras los objetos de madera móviles y colgantes, se diferencian de Alexander Calder por su austeridad y afirmación del propio material utilizado, ejecutado con preciosismo formal. NDM – La Republica- 08.11.10