Igual que el oscarizado filme de Danny Boyle, Incendies sólo se disfruta enteramente la primera vez que se ve; el aspecto humano puede que conmueva profundamente en más de una ocasión, pero ese no me parece el auténtico centro de la historia. También en este caso hay que tener el cuenta la ambientación en una cultura ajena y en una guerra lejana que revela lo peor del ser humano pero que resulta ideal para la ficción narrativa. Incendies plantea desde el primer minuto un enigma bien trabado en forma de búsqueda en el pasado de una madre muerta que debe redimir a sus hijos, un enigma tan inverosímil como eficaz, tan exagerado como cruelmente contenido. Parece ser una especie de norma en narraciones de origen no occidental, una combinación de la que ya me ocupé en otro texto y que sigue dando buenas películas.
En esta ocasión, el conflicto humano está mucho más marcado que en Slumdog millionaire, donde casi todo eran golpes de efecto y algún que otro momento estremecedor. En el filme de Villeneuve, en cambio, especialmente a partir de la segunda mitad, no hay segmento que no finalice con una importante revelación; especialmente dos: el desenlace de la escena del autobús --que provoca un mal rollo tremendo-- y la conversación de la hija de la protagonista con el portero de la escuela y antiguo carcelero de su madre. No tanto por el contenido de la información a la que accede sino por el plano sostenido sobre el rostro de la actriz (Mélissa Désormeaux-Poulin), totalmente convincente y demoledor. Quizá tanta revelación, y el hecho de estar conscientemente dosificadas --que no perfectamente ocultas hasta el momento mismo de darse a conocer al espectador-- hagan que el efecto final parezca más irreal de lo que podría haber sido, pero no resta méritos a la originalidad de la historia.
Un par de apuntes para terminar: el primero es omitir deliberadamente toda mención a Líbano (el país donde transcurre la historia; aunque cualquiera un poco informado sabe cuál es), quizá con la pretensión de alcanzar la misma vigencia y universalidad de Z (1969) de Costa Gavras; una decisión que enfría la carga crítica. En segundo lugar un detalle sobre la banda sonora: Villeneuve declaró en una entrevista que cuando vio la obra teatral de Mouawad sintió la misma sacudida interior que cuando vio Apocalypse now (1979); y quizá algo de esa impresión se ha debido trasladar a la banda sonora, porque la película comienza con una escena que recrea el mismo extrañamiento visual que usó Coppola, sólo que en lugar de The Doors escoge You and whose army? de Radiohead, que contiene unos acordes finales totalmente doorseanos.