Revisión histórica del concepto de culpa

Por Pilarrojas

En una cultura cristiana, como es la nuestra, la culpa está a la orden del día. Sabemos que la doctrina cristiana, nos dice que Cristo murió en la cruz para redimirnos a todos los hombres, pero no es el cristianismo el que introduce la culpa como concepto clave, aunque allí encuentre ésta su apogeo y su mejor vehículo para propagarse.

Los sacrificios que se realizaban en épocas remotas, ya incluyen esta noción de culpa. Muy avanzada ya la época clásica, en Grecia, algunos ritos prescribían que el sacrificador huyera una vez consumado el sacrificio como si hubiese de sustraerse a un castigo. En Grecia se hallaba muy difundida la creencia de que el sacrificio de un buey constituía un verdadero crimen, y ciertas fiestas atenienses -las bouphonias- en las que se sacrificaban animales de esta especie, eran seguidas de un verdadero proceso judicial, sometiéndose a interrogatorio a todos los partícipes, los cuales se manifestaban de acuerdo en echar la culpa al cuchillo, que era arrojado al mar.

Este curioso ejemplo del cuchillo nos ilustra sobre la necesidad humana de “buscar culpables” frente a cualquier hecho de la vida.

Pero había aún otro camino para atenuar la conciencia de la culpabilidad, además de los sacrificios de animales, y este otro camino es el que Cristo fue el primero en seguir. Sacrificando su propia vida redimió a todos sus hermanos del pecado original.

Esta doctrina del pecado original es de origen órfico (Orfeo es un personaje mitológico griego, poeta y músico), quedó conservada en los misterios y pasó de ellos a las escuelas filosóficas de la antigüedad griega. Los hombres eran descendientes de los titanes que mataron y descuartizaron a Dionisos, y el peso de este crimen gravitaba sobre ellos. En un fragmento de Anaximandro leemos que la unidad del mundo quedó

destruida por un crimen primitivo y que todo lo que de él resultó debía soportar perdurablemente el castigo.

La situación que nos muestra la tragedia griega en su forma primitiva alude a esta misma serie crimen-culpa-castigo. Un cierto número de personas idénticamente vestidas -el coro- rodea al actor que encarna la figura del héroe. El héroe de la tragedia debe sufrir. Ha echado sobre sí la llamada culpa trágica, cuyos fundamentos resultan a veces difícilmente determinables, pues con frecuencia carecen de toda relación con la moral corriente. Casi siempre consistía en una rebelión contra una autoridad divina o humana y el coro acompañaba y asistía al héroe con su simpatía, intentando contenerle, advertirle y moderarle, y le compadecía cuando, después de llevar a cabo su audaz empresa, hallaba el castigo considerado como merecido.