Últimamente , lo de acudir a una celebración en gran comuna, por jubilaciones en mi ciudad , se ha convertido en un salto al vacío como el de Pepe Reina en el anuncio , en el que te juegas el estómago, el hígado, y la cartera, en base a un menú cerrado a un precio no siempre barato, y gritando, para tomar fuerzas , lo de “¡me siento seguro!” en mis adentros ; ayer tuve un nuevo episodio, cuando en un importante hotel burgalés despedimos a varios compañeros que lanzaban el remo, tras jubilarse felizmente ; este hotel parece tener una relación estrecha con la bodega del vino que probamos ayer , sita en Gumiel de Mercado, y afamada dentro de la Ribera del Duero, por otros vinos de gama muy superior a este.
El Ribereño 2010 es un 100% tempranillo, creo que no lleva crianza en madera ; presenta un color cereza muy apagado, de capa media y con una exagerada oxidación para su bisoñez , ningún rastro de la fuerza visual (y vital) que un 2010 de la ribera debería tener ; en boca el vino no anda mucho mas alegre, notas de verdor y astringencia, ligero, algún recuerdo a miel, probé de varias botellas, y aunque en alguna la nariz llegaba a mostrar algo de fruta, no lo suficiente como para que llegase a agradar ; en otras ocasiones podría alegar en su defensa que el vino tiene recorrido aún , pero en este caso, debido ya a su estado oxidado , no puedo agarrarme a ese cabo suelto y deshilachado; cierto es que el vino no llegará a los 5 € ni por asomo , pero…
Pienso que la estrecha relación entre el hotel y la bodega pudo hacer que alguna partida no tan afinada se enviase para estos macro-eventos, pero esto es solo una elucubración mía ; confío en volverlo a probar y quitarme este sabor de boca tan amargo.
R.