Las películas de Clint Eastwood raramente sorprenden. Una vez planteada la trama el desenlace se adivina. Sólo “Mistic River”, de las que yo he visto y las he visto casi todas, se salva de ello y mucho me temo que se deba más a que el guion está basado en un libro de argumento férreo que a la voluntad del director.
Sin embargo, y a pesar de esa predictibilidad, las películas de Eastwood se van a ver y gustan. Seguramente por sus alto contenido de sensiblería, extrema algunas veces, y porque técnicamente, interpretación, guion, fotografía, música, dirección, tienen muy pocos reparos.
Nadie dirá que las películas de Eastwood son malas, tampoco nadie dirá que son obras maestras del cine. Son correctas.
Esta también lo es.
Clint Eastwood plantea una hipótesis con dos posiciones claramente enfrentadas. Orden y libertad. Aunque para que le salgan las cuentas haga trampas y en el lado de la libertad presente el libertinaje y las malas maneras. Lo que lleva al film a un final inverosímil pero evidentemente complaciente.
A pesar de que a la hora de exponer los argumentos, el manejo de los hechos podía llevar a pensar que mejor que la peli se hubiera llamado “Watson Bryant”, que es el nombre del abogado que defiende al protagonista y que interpreta Sam Rockwell de manera muy equilibrada.
De hecho en la hipótesis que plantea Clint Eastwood, enfrentamiento entre y libertad y en el que gana el orden, más en sintonía con el afán justiciero de Eastwood, hubiese sido más realista que este abogado fuese el héroe. Con un final en el que Richard Jewell hubiese sido condenado; el hombre del FBI y la periodista, del lado de la libertad mal entendida, hubiesen salido triunfantes y el abogado, que es el único que es ordenado y libre a la vez, resignado.
De hecho en el guion parece todos servido con ese objetivo.
-El protagonista repite cansinamente que él es partidario del orden.
-Del otro lado, el hombre del FBI evidencia en una frase muy explicita que al él le da lo mismo lo que diga un juez, que para él el guardia de seguridad es culpable, y la periodista suelta unas lagrimitas.
-Y se pone en evidencia con intención clara que el abogado, amante de la libertad, abandona un gran trabajo para instalarse en un cuchitril de medio pelo porque a él no lo manda nadie y lo demuestra cagándose en la madre de un senador, ama también el orden pero no entiende a Richard Jewell. Le atrae el simplismo de la bondad inapelable.
Pero no, Eastwood, tan corajudo en los personajes que interpreta, aquí no se atreve. Y contra todo pronostico salva lo insalvable.
De una película más compleja a una más simple y maniquea.
Y eso al gente lo agradece. Y él lo sabe.
Una más de Clint Eastwood. Correcta.