Hace unos días, alguien que por cierto me conoce muy poco, que me ha visto en dos ocasiones, con quien he intercalado pocas frases, en una reunión de amigos yo contaba cuando y donde transcurrió mi niñez, dije mi edad cuando comentó en tono jocoso: Tus recuerdos entonces serán en blanco y negro.
No contesté, no sé si por educación o porque no asimilé el comentario en sí, como pocas veces me ocurre: me quedé cortada. Pensé ¿me lo tomo a mal? ¿Me ha llamado vieja con ésa gracia que algunas personas intentan tener sin conseguirlo?.....No, no dije nada en ése momento, aunque me quedé pensando. Y me dio que pensar, que le tendría que haber contestado que sí, que así son mis recuerdos, en blanco y negro.
Mis memorias, mis recuerdos están llenos de imágenes en blanco y negro porque así las voy grabando una y mil veces de tanto ver aquellas fotos guardadas en un cajón, pegadas en viejos álbumes, todas ellas llenas de infinitas escalas de grises, pero también repletas de amor.
Fotos con ausencia de color que consiguen que el recuerdo de mis momentos vividos, queden grabados a fuego, de instantes que cobran más fuerza, donde nada se disimula, la realidad es verdadera, donde la humildad y las miradas infinitas e intensas de mis seres queridos traspasan el papel y el tiempo. Y me veo con ellos, feliz.
Imágenes en blanco y negro, una época, un sentir, en las que reconozco no sólo momentos que recordar sino también para aprender. Momentos de mi vida que no quiero ni se pueden cambiar, que no se puedo llenar de color, que sucedieron, que en definitiva son historias reflejadas en blanco y negro….es mi historia, es mi vida que siempre estuvo llena de color.
Sí, una vida plena, que por mi edad es como si hubiese vivido dos vidas de quien me hizo el comentario, ya que le doblo la edad. Sí, como los sueños dulces y maravillosos una parte de mi intensa vida fue como las primeras películas que veía en el cine, o las imágenes de la televisión, llenas de tonos grises; quizás por ello quiero recordarla en blanco y negro, pero el resto está repleta de colores que se elevan al infinito, momentos que quedarán en mi memoria con una intensidad a veces casi cegadoras, porque las imágenes de mis sueños, de mis recuerdos, las recompongo en mi mente con toda la gama de color según viva o haya vivido mi vida.
Hay que personas que como para mi, el mundo se compone de colores, de sonidos, de aromas y de sabores. Un color determinado, un aroma o un sabor, despierta nuestra memoria y nos hacen viajar en el recuerdo, al pasado, a nuestra infancia.
Y nada como la comida para transportar nuestra mente a otros tiempos, para rebuscar en los olvidados cajones de nuestra memoria, ésos guardados incluso en blanco y negro, sentimientos asociados indeleblemente a un sabor, a un olor, a un color, a los sabores de la mar, o de la tierra, sabores olvidados pero que se recuerdan gracias a las técnicas de cultivos recuperadas, a manos que trabajan con pasión y que nos llegan a nuestras cocinas con el buen hacer de empresas que retoman el mimo y el cuidado a los productos.
A “Mi Cocina” llegaron productos de las huertas cercanas, gracias a una buena amiga, Evelin Sánchez que le da imagen, simpatía, cercanía y color a una gran empresa malagueña Frutas y Verduras Eladio
INGREDIENTES PARA DOS PERSONAS:
Una remolacha grande, ¾ litro del caldo de cocer la remolacha, ½ cebolla morada, seis cucharadas soperas de aceite de oliva virgen extra, medio vaso pequeño de vino blanco, 20 grms. de mantequilla, 40 grms. de queso manchego rallado, un vaso pequeño de arroz especial para risotto, sal y flores o pequeños brotes comestibles (opcional).
Pelar y trocear la remolacha. En una cacerola con un poco de sal, ponerla a cocer hasta que esté tierna. Apartar del fuego, sacar los trozos de remolacha, pasarla por la batidora hasta conseguir un puré homogéneo y reservar. Reservar igualmente el caldo que debe estar muy caliente, si es preciso volver a ponerlo al fuego.