Hay que reaccionar. La (es ella...) médico me mira consternada ante mi reacción. Pensará "¿hay para tanto...?". Un nudo en la garganta me atenaza, pero consigo articular unas palabras miserables: "perdone, pero es que yo me dedico al vino". ¡No miento! Pero ella cree que mi profesión está en el mundo del vino, me mira y se compadece, sí, sus ojos me dicen que se compadece. Coge el papel con la dieta que tengo que seguir y lo lee, atenta. Tiempo suficiente para que el loco del vino que llevo dentro actúe con rapidez: "déjeme que le explique. Nosotros (¡NOSOTROS!), muchas veces no tragamos el vino que nos ponemos en la boca". Ella levanta la vista y escucha, atenta de nuevo (¿dónde habrá estudiado esta mujer?)". "Olemos, miramos, nos ponemos el vino en la boca y escupimos (¡ESCUPIMOS!). Le prometo que no voy a tragar nada (de vino...) en quince días pero lo otro... tiene que dejármelo hacer".
Sí, es cierto, de acuerdo: acabo de pedir permiso para escupir. No me lo tengáis en cuenta, por favor. Y mentí...no siempre escupo...Estaba desesperado. "Bueno ¡BUENO!", contesta ella, "si se trata solo de eso, entonces ¡¡¡SÍ SÍ SÍ!!!". "Incluso si quiere, puede tomar algún pequeño traguito, también ¡TAMBIÉN!". No me lo puedo creer...agradezco cabizbajo, me despido y salgo con rapidez, no vaya a pensárselo dos veces. Siempre he dicho, defendido, pensado, leído que esto de tragar era una tontería porque en la tráquea apenas tenemos un 5 % de sensibilidad. Que todo pasa por la vista y el olfato, por el paladar y las papilas, por el posgusto. Que la tráquea no conecta con nada sensorial. ¡¡¡Imbécil IMBÉCIL!!! La tráquea conecta con el cerebro, engrasa la pasión, agudiza la vista y afila los sentidos. El trago es todo ¡TODO! Sin trago NO hay vino en tu cabeza. Son quince días. Pasarán rápido, ¿verdad? No quiero compasión. Solo quiero que sepáis que el 25 de julio va a ser un día grande. No sé todavía donde, pero será grande. Saldrá el sol de nuevo, en Naxos.