Fue uno de mis vinos de Sant Joan de este 2014. Abrí dos botellas, lo confieso: una, para los amigos en la verbena. Otra, para la familia durante la comida. No sé la razón, pero de la primera botella pude conservar un tercio que he terminado hoy, cinco días más tarde. No tenía decidido que fuera a escribir sobre este vino porque se me puede criticar con facilidad. Pero en realidad me da igual...y decido hacer lo mismo que hago con todos los vinos que me gustan de verdad (sí, me gusta...) y conozco a fondo. Escribir con algo de detalle sobre cómo se hizo el vino y transcribir con literalidad mis notas mientras lo he ido bebiendo.
Este vino nace de la amistad entre Dominik Huber y yo. Si no fuéramos amigos, él no habría intuído que una de mis mayores ilusiones era poder hacer el vino que tenía en la cabeza y no me habría dejado hacerlo en su casa. Este vino nace de mi amor por el Priorat. Si no llevara más de treinta años dando vueltas por la comarca, puede que no hubiera imaginado el vino (uno de ellos, vaya: en 2014 me preparo para las sorpresas) que me hubiera gustado beber en ella. Este vino, por fin, nace de mi pasión por los vinos rosados, con y sin burbuja. Si unimos todo, nace Roc d'Aubaga 2013 (en 2012, Rosat). Es y no es un rosado. Lo es por el azar de las uvas que se encuentran, todas ellas juntas, en dos viñedos en una de las zonas umbrías y frescas (no de las más altas pero casi), en La Morera, cerca del antiguo monasterio de Nuestra Señora de La Serra. Cepas en ecológico entre 16 y 30 años, en suelos de arcilla y grava, unos algo más arenosos que los otros, algunos con sedimento marino, guijas y cantos rodados. Orientados al norte y con la activa presencia del espadado del Montsant muy cerca. El vino recibe el nombre del sustantivo catalán para las zonas donde toca poco o nada el sol ("obaga, aubaga" en el Priorat), que es además un topónimo de la zona (la Serra d'Aubaga) y de las piedras ("roc, rocs") que, en semicírculo, están cerca del monasterio.
Tres de los cuatro tipos de garnacha más frecuentes en el Priorat forman parte de este vino. En ese viñedo no hay garnacha peluda. Vendimiados el mismo día (7 de octubre de 2014) de buena mañana y llevados a la bodega, donde entraron por la tarde, con la temperatura y todo lo que llevaban del viñedo. Las dispuse en una "vasija" de plástico de la forma que la intuición me dictó pero teniendo bien presente qué tipo de color quería para mi vino. Seleccioné sobre la marcha y quité los pocos racimos que no estaban sanos y las hojas y las tijeras que se colaron. Con raspón entero. Sin posibilidad de oxígeno entre los racimos, enteros, y sin otra acción que un mínimo pisado para que la parte más baja del plástico soltara algo de mosto. No hay pie de cuba. Se tapa con un plástico y se deja a su aire. La fermentación arranca espontánea a las 48 horas y con una temperatura de 20,3ºC. No hay control alguno. No hay sulfitado más que el que proporciona al mosto la fermentación alcohólica.
Control a diario del color del vino en esa vasija de plástico que no tiene ni grifo. Al quinto día la cosa se pone muy cerca de lo que llevo en la cabeza. La densidad está sobre los 1020. Lukas, Yuki, Jaume y yo descubamos a mano (brazadas, vaya) y prensamos en una prensa de madera vertical de 9 a 11 de la mañana. El quasi-vino pasa a otra vasija de plástico idéntica, prensado a 1 Bar de presión. Y una segunda prensada, que no saldrá a la venta (y que es la joya de la corona), a 1,5 Bar va a damajuanas (que no tienen contacto alguno con la luz), en las que todavía sigue su evolución. El 24 de octubre el vino está ya seco por completo y pasa a depósito de inox (su único movimiento) donde reposa durante el invierno. Embotellamos el 25 de febrero y decidimos que el vino termine de hacerse en botella por lo menos tres meses más. Que empiece a circular en junio. El alcohol final roza el 13% y los niveles de sulfitos están por debajo de 20 mg/L.
Abrí las botellas media hora antes de empezar a beber y un amigo (de unos 50 años), a primer golpe de nariz y sin saber qué bebía, dijo "huele a las prensas de mi casa, cuando hacíamos vino de pequeño". Pensé que ese comentario me gustaba. "Fruta, fruta y más fruta. Zumo de granada. Brezo y espino. Amabilidad y rusticidad. Muchos secundarios. El corazón de la fruta fermentando ha llegado a la botella. Frambuesas y fresas del bosque. Goloso en nariz. Seco y austero en boca. madroño y la frescura del bosque tras la lluvia de verano. Naranja sanguina. Se nota la presencia del raspón, aunque las horas y los días redondean y apoyan su presencia. Vino amable que acaricia cuando lo tomas, pero cuando es debido. No hay empalago. Sigue la fruta: ahora cereza de secano de tierra adentro. Largo y zalamero en boca. Huele a huerto. Huele a tomate fresco. Mucha infancia y recuerdos de aromas hay en este vino. Pan, levaduras. Más fresas y grosella. Fruta intacta a los cinco días. Más amable y redondo. La penumbra del bar cuando entras a ver cómo lo mayores toman su vermú. El sol de mediodía, abrasador, queda tras la cortina. Frescura y penumbra en el interior. Aromas de vermú en los vasos de los mayores. Sirope de grosella y sifón en el mío." Así es este vino y estoy contento y muy agradecido de haber podido hacerlo. Me he acercado bastante a lo que tenía en la cabeza...