Me viene el olor y el sabor de los manojitos de boquerones, pegándose la harina en las manos de mi madre, se llamaba Francisca, familiarmente Paca la hija de Carmen "La Rosilla", aquella dulce mujer que después del colegio, desde muy temprana edad iba a trabajar al “fridó”, a las conserveras de pescado, cuando no tenía que ayudar en la costura a su madre, mi abuela Carmen “La Rosilla”, costurera y pantalonera, aquella que con arte confeccionaba las blancas chaquetas de los camareros del mítico restaurante Casa Pedro.
Añoro el ver de sacar el copo, en el mismo rebalaje, en la orillita del mar de aquellas playas de mi niñez, de negra arena y chinorros.
Como siempre dice Carmelo "der Palo", un gran estudioso de la historia paleña, que escribe y mantiene vivo el recuerdo mediante sus relatos y fotos en las redes sociales, que no era barriada: El Palo es un barrio malagueño que surgió de la leyenda, una leyenda que forjaron aquellas mujeres y hombres que se aferraron a la vida con lo poco que daba el monte y la mar.
De aquellos hombres y mujeres de antaño, los paleños conservamos en nuestro carácter la arrogancia propia de los íberos primigenios que nos hace sentirnos orgullosos con nuestra propia cultura e idiosincrasia, ya que nuestros antepasados crearon y vivieron su propia historia, con una independencia cultural propia de un lugar aislado geográficamente, casi inaccesible por el terreno y no por la mar. Una historia tan antigua y a la vez paralela de la misma capital malagueña.
Sí, aunque no vivo en El Palo desde los siete años….me siento del Palo, pero de aquella barriada malagueña donde decíamos: voy a Málaga; de aquel lugar que olía a mar, a pescado, por la que pasaba el tren, la cohcinita, bajo las sombras de grandes eucaliptos, de aquella barriada marinera donde aún las barcas estaban varadas en la misma orilla y caminábamos al compás del sonido de las olas rompiendo en el rebalaje, del frescor de la espuma de los temporales, de aquellas calles sin asfaltar, de casitas blancas…..de mi gente, mi familia…., de los que aprendí a cocinar.
Ellos me inculcaron valorar nuestras raíces, las raíces marineras, sentir pasión por la mar y por su gastronomía. ¿Comprenden por qué hay en Mi Cocina, en el blog 385 recetas que contienen pescado y mariscos?
¿Cómo lo hice?
Ingredientes para dos personas:
400 grms. de filetes de rosada (limpios y sin espinas, me lo suele preparar mi pescadero), seis langostinos grandes, la mitad del cuarto de almejas, media cebolla (fresca, tipo cebolleta, blanca y dulce), dos dientes de ajo, medio vaso pequeño de aceite de oliva virgen extra, medio vaso pequeño de caldo de pescado, medio vaso de vino blanco (usé un fino Montilla Moriles), un huevo, 4 puntas de espárragos gruesos blancos, una ramita de perejil, sal.
Los pasos a seguir:
Poner las almejas en un plato cubriéndolas con agua ligeramente salada a fin de que suelten la posible arena que puedan traer en su interior, dejarlas sobre media hora.
Mientras cocer el huevo, picar la cebolla en trozos pequeños, el ajo pelado y fileteado y el perejil picado en trocitos.
En una cazuela plana o sartén, echar el aceite y a fuego suave pochar la cebolla junto con el ajo durante dos minutos procurando que no se doren, que quede la cebolla transparente e inmediatamente añadir el vino dejando evaporar el alcohol durante un minuto.
Agregar el caldo del pescado, las almejas y los langostinos llevando a ebullición a fuego suave.
Una vez abiertas las almejas, echar el pescado, los trozos de rosada, en la cacerola y dejar cocer unos cinco o seis minutos.
Espolvorear el perejil, salar al gusto y colocar las puntas de espárragos, los huevos cocidos, pelados lógicamente y cortados en trozos. Rectificar de sal.
Apartar del fuego y dejar reposar. Servir caliente.