“¿Y si sabes oírme? ¿Y si hay otras vidas? ¿Y si esta canción fuera infinita...?” Así termina un disco que te deja con la necesidad de escucharlo una y otra vez, con la necesidad de que realmente sea infinito. Te quedas como cuando ves una buena película, con esa sensación de que al volver a escucharlo descubrirás cosas nuevas que pasaste por alto. Pero sobre todo, lo que quieres es que te cale más hondo en cada escucha, cambiando de canción preferida en cada pasada, apurando todos los detalles sonoros y líricos. Eso es lo que pienso de un disco que significa mucho para sus creadores. Era la hora de demostrar que son lo que parecían y más, que tienen calidad de sobra y que en este país hay bandas que realmente hacen lo que les da la gana independientemente de lo que está de moda, siempre con un único objetivo: crear magia. Después de su aclamado "Ø" (LagoNaranja, 2012) y su EP de rarezas y descartes "Grunge" (Origami Records 2014), vuelven a demostrarlo con “Nueve” (LagoNaranja, 2014), casualmente signo del genio artístico, o eso dice la numerología. Rufus T. Firefly tienen entidad propia. Son un amasijo de sensaciones (“El problemático Winston Smith”), una mezcla de rabia (“Pompeya”) y delicadeza (“Demerol y piedras”), una simbiosis brutal (“Midori”)... En resumen, una bofetada (“Nueve”) y un beso después (“Lie E8”). Víctor Cabezuelo, Julia Hermida, Sara Oliveira, Alberto Rey y Carlos Campos crean de forma natural un sonido muy excitante sin necesidad de dejarse llevar por su maravillosa técnica como músicos. Tienen claro que menos es más y su ya habitual productor Manuel Cabezalí ha vuelto a gestionar muy bien todas esas virtudes, ayudando a cristalizar (de forma magistral) algo que fácilmente podía haberse convertido en pesadilla, algo así como una extraña fiera difícil de domar. Para conseguirlo nada mejor que grabar en casa, es decir, en los estudios "El lado izquierdo" de Dany Richter, uno de los más importantes ingenieros de sonido de la fauna alternativa. “A veces es mejor no saberlo todo” canta Víctor en “Metropolis”, y esa es una verdad como un templo. Sobran las palabras. Sólo dale al play y cierra los ojos. Jaime Gª Soriano