He dormido mal. La mañana no me ha cundido e intento escribir mientras los niños juegan en la habitación de al lado con voces altas que no paran de llegar a mi en un continuo chorro. Me entran ganas de decirles que se callen pero… paro un momento – cierro los ojos un momento y respiro – y me concentro en escuchar lo que dicen, en seguir su juego a distancia yen ese mismo instante el ruido cambia a ser sonido. Mi agobio desaparece y me invade la felicidad escuchando dos pequeñas personas creando un mundo imaginario basado en sus impresiones del día.
Disfruto… y sigo escribiendo…
Con el parón he ganado tiempo, he recuperado la concentración y – sobre todo – calidad de vida.