Hace unos días junto con mi compañera de fatigas laborales, Lucía Martínez, subimos a twitter una serie de imágenes que representaban el azúcar y la grasa contenidos en ciertos alimentos altamente procesados. Concretamente hablamos de estas dos imágenes:
Cuál fue nuestra sorpresa cuando la imagen corrió como la pólvora por las redes e incluso hubo algún escéptico que nos pedíó que le enseñásemos estudios sobre este tema. “¿Estudios sobre la cantidad de azúcar o grasa que se lee en el etiquetado? “ nos preguntamos y nos miramos extrañadas con cara de poker. Esta particular demanda, junto con el asombro en las redes nos llevó a extraer una sencilla y clara conclusión: la gente no sabe leer bien el etiquetado; no sabe qué está comiendo cuando compra algo en el supermercado. En definitiva, la educación nutricional brilla por su ausencia
¿Quién decide lo que comemos?
Aproximadamente 35 millones de personas mueren al año en el mundo por enfermedades estrechamente vinculadas con el estilo de vida como son la diabetes o las temidas enfermedades cardiovasculares. Teniendo en cuenta la gravedad de estas cifras, la Organización Mundial de la Salud (OMS) insta a los gobiernos a establecer políticas de regulación sobre el marketing y la publicidad de los alimentos y bebidas no alcohólicas dirigidas a niños (población más susceptible debido a su falta de criterio para la selección de alimentos) ya que estas inducen en mayor o menor medida al consumo.
La respuesta a las recomendaciones de OMS fue una tajante prohibición sobre la publicidad en horario infantil en determinados países (Noruega y Suecia) así como una regulación muy estricta sobre lo que algunos otros denominaron “alimentos malsanos”, como sucedió en Irlanda.
¿Y en España? Contamos con un Comité de Autorregulación que fue creado allá por el año 1996 por las principales empresas anunciantes, agencias y medios de comunicación. Esto significa que el Gobierno establece una serie de metas y observa/vigila que estas sean cumplidas por parte de la Industria. Dicho Comité se encarga de:
- plantear reclamaciones por la realización de publicidad ilícita
- servir de medio de consulta previa para las empresas anunciantes para conseguir que la publicidad se ajuste a las normas
En el caso de menores de 12 años tenemos el código PAOS que pretende servir de guía para las compañas en el desarrollo, ejercicio y difusión del mensaje publicitario (aquí puedes leer más al respecto) buscando el objetivo común de “disminuir la prevalencia de obesidad y sobrepeso así como sus consecuencias” planteado por el Ministerio de Sanidad e integrado dentro de la campaña NAOS.
Este código lleva 7 años aplicándose y parece ser que se considera todo un acierto,cito palabras textuales: “ se ha conseguido una mejora de la calidad de los mensajes publicitarios dirigidos a los niños como segmento de población merecedor de una especial atención, siguiendo las recomendaciones internacionales sobre marketing de alimentos dirigida a niños de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”
Además de este sistema de autorregulación que parece estar dando tan buenísimos resultados, la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) junto con la fundación ALIMENTUM (constituída por los principales dirigentes de multinacionales alimentarias) ha lanzado una campaña publicitaria en televisión para la promoción de hábitos saludables.
Creo que me he perdido…
Sí, has leído bien, la propia industria regula los anuncios y marketing de sus productos y además ella misma promueve hábitos de vida saludable. ¿No es un poco chirriante que una bebida azucarada, nefasta para mi salud, sea quien promocione hábitos de vida saludable? Y digo yo… ¿no sería mejor que se preocupara de modificar su composición?
Me vais a perdonar, pero este yo me lo guiso, yo me lo como no me termina de convencer; mi escepticismo me hace dudar de los buenos intereses de una empresa con ánimo de lucro sobre la protección de mi salud.
Entre patés de pescado que equivalen a una ración de pescado, yogures milagrosos que protegen tus defensas cada mañana o cremas de cacao como opción de desayuno infantil saludable me siento confundida, perpleja e indignada...¿en serio estamos en el buen camino? ¿Entonces por qué las cifras de obesidad y sobrepeso no dejan de crecer ? Ahora mismo somos el tercer país en cifras de obesidad infantil, pero me quedo más tranquila sabiendo que la cosa ha mejorado…
¿Qué podemos hacer?
Como acabo de mencionar, la industria es una empresa y como tal, busca su propio interés. Sin embargo, como consumidores podemos elegir entre la oferta que existe y descartar aquellas opciones que sean menos favorables para nuestra salud. Al fin y al cabo, a la industria le interesa vender por lo que si dejamos de comprar productos muy azucarados o salados deberá adaptarse y sacar al mercado productos que sí cumplan con las premisas que el consumidor esté demandando.
Pero…¿cómo hacer “elecciones saludables”?
Todos tenemos una ligera idea de qué es hacer una “elección saludable” Nos viene a la cabeza comer más verduras, hortalizas y verduras y menos “bollos”, “chuches” o “comida basura” ,¿ no es cierto? Sin embargo, la oferta en el mercado es muy extensa y entre la bollería y las verduras hay un amplio surtido de productos que, en muchos casos, resulta imposible clasificar.Para ello hay que fijarse en los etiquetados. Pero ¿en qué me tengo que fijar? en 5 puntos básicos: calorías, carbohidratos, grasas, sal y fibra. Vamos a verlo en un ejemplo práctico para que ninguna etiqueta se te resista:
- Calorías:Teniendo en cuenta que una comida nos aporta, a grosso modo y sin tener en cuenta que estoy generalizando, entre 500-700 kcal podemos deducir, en este caso concreto, que se trata de un producto muy calórico. Cada unidad me aporta casi 200 kcal; si comiese dos unidades, prácticamente habría llegado a las calorías que necesito en una comida. Evidentemente pocos de nosotros dejamos de comer o cenar cuando estamos consumiendo este tipo de productos (y si lo hacemos, mal vamos…), lo que significa que estoy añadiendo 400 calorías extra a mi alimentación. A continuación tendré que preguntarme: ¿hago deporte o me paso el día sentado del trabajo a casa y de casa al trabajo? Si has respondido que pasas mucho tiempo sentado, no hace falta que lo dudes: engordarás. Para ser exactos, no subsanar este extra y repetirlo a lo largo de varias semanas puede suponer una ganancia de 8 kilos al año. Imagínate si ,además, le añadimos las tapillas del fin de semana…
- Hidratos de carbono: de 43 g de hidratos la mitad son azúcares simples; esto significa que llegarán rápidamente a la sangre, nuestro páncreas tendrá que liberar rápidamente insulina para que el azúcar pase al interior de las células. Cuando hay mucho azúcar, el exceso se almacenará en forma de grasa y es por este motivo por el que se asocia un alto consumo con el sobrepeso y la obesidad. 20 g de azúcar son 4 cucharadas de postre así que teniendo en cuenta que la última recomendación de la OMS bajaba la ingesta máxima diaria a 25g, prácticamente habremos alcanzado el máximo en un solo alimento
- Grasa o Lípidos: 100g de este producto me aportará 24 g de grasa. Para que te hagas una idea…1 cucharada sopera de aceite pesa aproximadamente 10g ; En 100g de este producto estaré consumiendo 2 cucharadas y media de aceite y siento decirte que no es precisamente Aceite de oliva virgen tan alabado por sus magníficas cualidades como cardioprotector (para saber qué tipo de grasas contiene mejor girar el producto y fijarse en la lista de ingredientes pero ya te anticipo que es una grasa muy cara y por tanto aparece en cantidades mínimas y de tanto en cuanto en los etiquetados)
- Fibra:Por cada 100g sólo 3 son de fibra. Muy poquito aporte teniendo en cuenta que una elección saludable aporta por cada 10g de hidratos de carbono 1g de fibra(recomendación de la Asociación Americana del Corazón); en este caso una elección saludable nos debería aportar unos 4,3 g de fibra. Al ser tan pobre en fibra su efecto saciante será ínfimo; ¿Consecuencia?Repetir: 48g nos saben a muy poco…
- Sal: No es lo mismo sal que sodio; para poder traducirlo tendremos que multiplicar por 2,5 la cifra del etiquetado. En este caso 100g de producto aportará 0,575g de sal lo que ya lo convierte en un alimento salado. Tendremos que tener en cuenta que la cantidad máxima diaria recomendada por la OMS es de 5g (1 cucharadita de postre) cuando, en realidad, estamos consumiendo de media el doble. Hay que destacar que esa elevada cantidad no sale de nuestros saleros sino del de los alimentos procesados que consumimos a diario. Un consumo repetido de embutidos, patatas fritas, palomitas de maíz o encurtidos (entre otros muchos) supone un factor de riesgo clave en el desarrollo de hipertensión arterial y enfermedad cardíaca.
En resumen…
Entre la lechuga y la bollería hay una amplia variedad de productos que, en muchos casos, son muy ricos en calorías, azúcares, grasas y azúcares. Girar el bote y fijarse en su etiqueta puede ayudar a estar más lejos de enfermedades como: diabetes, obesidad, hipertensión o el accidente cerebrovascular. ¿A qué estás esperando?
El artículo ¿Sabemos lo que comemos? apareció publicado primero en Dietistas-nutricionistas, portal de nutrición.