Es evidente que, entre dos ignorantes, aquel que se dé cuenta de que no sabe nada está en una disposición mucho más favorable para la adquisición del conocimiento que aquel que cree que sabe algo.
Las posibilidades naturales del primero están, podría decirse, intactas, mientras que las del segundo están bloqueadas a priori y no pueden desarrollarse libremente.
Por otra parte, incluso admitiendo una igual buena voluntad entre los dos individuos considerados, ocurriría, en todos los casos, que uno de ellos tendría en primer lugar que desprenderse de las falsas ideas de las que está su mente falsamente satisfecha de su falso saber, mientras que el otro tendría una disposición libre para aprender.
Alejandro Betancourt