Ese día iba sentada en la primera fila de asientos, algo muy poco habitual. Al detenernos en un semáforo tanto el conductor, con el que he coincido mas veces pero nunca había hablado mas que hola y adiós, como yo, nos fijamos en una preciosa joven que estaba sentada esperando en una parada. En su perfecta carita los inequívocos rasgos de las personas con SD resplandecian. Eran las 9:20 horas de la mañana.
Me encanta ver adultos bien arreglados, bien vestidos, integrados en el día a día de esta sociedad. Me sube la moral.
Nos volvimos a mirar otra vez, pero de otra forma, como si algo invisible nos acabara de unir. Le dije: pues ya sabes que tenemos una gran suerte ¿verdad?.
Pues si, somos unos privilegiados. Yo me siento así todos los días- contesto.
Eso es lo que nos une. Que todos los padres de niños con un cromosoma de mas somos conscientes de lo afortunados que hemos sido. Casi tocados por una varita mágica.