Hace años que tenía muchas ganas de ir a Carcassonne. Recuerdo haber pasado horas buscando imágenes de la ciudadela medieval en internet, imaginándome el día en que yo también caminaría entre sus murallas. Y ese día, por fin, llegó el sábado de la semana pasada. Todo surgió de manera espontánea: últimamente las ganas de ir se habían acrecentado, porque había hecho un pequeñísimo curso de cultura occitana. Hablando un día con mis padres se presentó la ocasión: ¿cuándo iremos a ese lugar que tenemos pensado?, me preguntaron; y yo les contesté que prefería ir a Carcassonne. Y dicho y hecho, para mi sorpresa.
El viaje, desde aquí hasta la ciudadela medieval, es de tres horas. Así que salimos muy temprano de casa para llegar pronto. El camino no tenía pérdida, pues todo era autopista. Pasando la frontera y Perpignan, pudimos ver el magnífico castillo de Salses y los lagos que bordean la carretera, pertenecientes al parque natural de la Narbonnaise en Méditerranée. Llegamos a la cité médiévale de Carcassonne hacia las 10 de la mañana. A aquella hora aún no había la cantidad de gente y autobuses que llegaría más tarde, así que pudimos pasear bastante tranquilamente por la ciudad. Primero, visitamos el castillo -el único monumento que hay que pagar para entrar-, propiedad, en la Edad Media, de la familia Trencavel:
En los primeros años del siglo XII, el vizconde Bernard Trencavel comienza la construcción de una nueva residencia destinada a reemplazar su castillo primitivo, que la tradición histórica sitúa en el emplezamiento de las torres de la puerta narbonense. El castillo se organizó según una planta en U, alrededor de un patio. En el siglo XIII, el castillo es dotado de una nueva fortificación: los alojamientos ganan así una planta y se construye un nuevo edificio contra la pared sur del recinto. Las bases de piedra de una columnata a ras de suelo, así como un ventanal gótico asociado al piso a lo largo del siglo XIV, permiten apreciar la amplitud de una gran sala de recepciones y de unas habitaciones residenciales.
En el castillo, vimos un pequeño museo que acogía diversos objetos encontrados en la antigua ciudadela medieval -pequeñas estatuas, gárgolas, lápidas, sarcófagos, capiteles, etc.-. Por desgracia, las estancias ubicadas en la torre del homenaje -o donjon-, donde vivía el señor feudal, no eran visitables, por lo que sólo pudimos acceder a unas pocas situadas en un edificio adyacente. También recorrimos los corredores de las murallas, desde donde se nos ofrecía una preciosa vista de la actual Carcassonne.
A continuación, nos dirigimos hacia la basílica de Saint Nazaire, ubicada también dentro de la ciudadela medieval. No obstante, antes de llegar, paseamos por las callejuelas, admirando las diversas tiendas de recuerdos y artesanía. En una de ellas, vi una magnífica reproducción de la Tabla Redonda del rey Arturo, cuya foto os adjunto.
Se supone que la primera iglesia fue construida en el siglo XV bajo el reino de Teodorico, rey de los visigodos. La primera acta auténtica que menciona esta iglesia data del 925. Sólo subsisten la nave y los laterales de la catedral romana, que contaba también con un claustro. El crucero y el coro gótico son erigidos en el antiguo lugar del coro romano a partir del 1269. Los trabajos góticos se concluyeron en el siglo XIV bajo los episcopados de Pierre de Rochefort y de Pierre Rodier. El edificio, restaurado en numerosas oportunidades, pierde su título de catedral en 1803, pues pasa a la iglesa de Saint Michel, situada en la Bastide de Saint Louis.
La iglesia, aunque pequeña, me pareció muy bonita. Dignos de admirar son las dos rosetas del crucero y sus vitrales: hay cinco en el coro que narran la vida de Cristo; y en la capilla de la Virgen uno consagrado al árbol de Jesé. Al salir continuamos nuestra visita por las murallas exteriores -recordad que la ciudadela medieval tiene doble muralla- y por las callejuelas. A la una ya estaban casi todos los restaurantes llenos: había una pequeña plaza preciosa invadida de gente comiendo, a pesar del viento que hacía. Nosotros, después de comprar algunos recuerdos, también nos fuimos a comer; eso sí, a comer los bocadillos que traíamos. Para terminar la explicación de la ciudadela medieval, os copio diversos fragmentos extraídos de los folletos turísticos, para que os hagáis una pequeña idea sobre su historia:
El emplazamiento, habitado desde la Antigüedad, estaba protegido en el Bajo Imperio por un recinto galorromano. Pero éste no impidió que los asaltantes visigodos, sarracenos y francos se apoderaran del lugar sucesivamente. En la Edad Media, la Cité estaba dominada por la poderosa dinastía de los Trencavel. La ciudad desempeñó un papel importante en el Midi francés en el siglo XII. La religión cátara se hizo muy influyente y, en 1208, el papa Inocencio III llamó a la cruzada contra los abigenses. Carcasona fue asediada y capituló. Anexionada al dominio real en 1226, la ciudad adquirió el aspecto de plaza fuerte que conserva en la actualidad.
Hasta la firma, en 1659, de la paz de los Pirineos, Carcasona protegía la frontera entre Francia y Aragón. Precisamente esta fecha, que marca la anexión del Rosellón a Francia, marcó el declive de la ciudad de Carcasona. A comienzos del siglo XIX, se notaron claros indicios de deterioramiento: había dificultades para asegurar el mantenimiento de las fortificaciones. Por ello, en 1844, se encargó al arquitecto Eugène Viollet-le-Duc la restauración de la ciudad, devolviéndole su aspecto medieval. Restauró la basílica de Saint-Nazaire, las puertas de entrada y despejó las murallas de los edificios parásitos: en total, se expropiaron y destruyeron 112 casas que ocupaban las lizas. También remató las torres con techos puntiagudos cubiertos de losas, la pizarra local.
Por la tarde, visitamos la Carcassonne actual, la zona conocida como La Bastide Saint-Louis. Es el centro administrativo y comercial, y fue construida en el siglo XIII. Aunque no es tan visitada como la ciudadela medieval, la bastida también tiene sus atractivos: edificios religiosos, casas aristocráticas y, sobre todo, el Canal du Midi. El canal es una vía navegable que une el Mediterráneo con Toulouse. Fue diseñado por el ingeniero Pierre-Paul Riquet y se abrió a la navegación en 1681. Al final, nos decidimos a subir en un barco turístico para hacer un recorrido -de casi dos horas- por el canal. Siempre me han gustado los canales franceses, no me preguntéis por qué; pero se me presentaba la oportunidad de recorrer uno, y no debía desaprovecharla.
Cuando se acabó el recorrido ya era bastante tarde, así que nos fuimos a buscar el coche. La visita había terminado, dejándome la sensación de haber pasado un extraordinario día.
La leyenda de la Dame Carcas
A partir del siglo XVI, la ciudadela pierde progresivamente sus atributos de poder en beneficio de la bastida, lo que explica la aparición de leyendas destinadas a rehabilitar su prestigio. Estas historias forman parte de un ciclo ligado a Carlomagno, siendo la más célebre de ellas la de la Dame Carcas. Se trataba de una sarracena que habría defendido la ciudad durante siete años frente al temible emperador. Cuando éste levantó el sitio, Dame Carcas le habría llamado, cosa que habría hecho decir a uno de los allegados a Carlomagno: "Sire, Carcas te sonne", y de ahí el nombre de la ciudad. El busto instalado en la puerta de entrada es una reproducción en piedra de la estatua original conservada en el museo lapidario de la ciudadela.
La Carcassonne actual