Una de mis utopías alcanzables que no sé si llegaré a ver realizada es conseguir que no haga falta decir: “soy homosexual”. Es decir que igual que yo no senté a mis padres y les dije: “me gustan las tías” alguien con otra orientación no tenga que decirlo o avisar a la familia de que la pareja que tiene… no es lo que esperan. Conseguir eso no es tan difícil. La heteronormatividad se mantiene gracias (en un alto porcentaje) a la educación católica. Pero no se pueden poner diques al mar. E igual que ahora la gente folla y no tiene “culpa” o “vergüenza” o se siente “sucia” en unos años se alcanzarán otros hitos evolutivos.
Todo esto viene por Carlitos. Carlitos es uno de esos pacientes que te tocan. Que llegan por casualidad, porque ganan un concurso emocionándote con un Mail y estableces una relación que esperabas no establecer. Lo peor de este mundo, lo peor de que siempre ganen los malos es que la gente buena pierde la esperanza. Carlitos es un gran tipo y a esa gente, a veces, le cuesta encontrar su lugar en el mundo. Pero no vamos a lloriquear. Al menos no más por hoy.
Carlitos me dijo desde el primer mail que tenía dudas sobre su sexualidad. Le dije que eso no era importante. Que no iba a haber cuestionarios, test ni interrogatorios. El tío temblaba los primeros días. Había días que se pasaba una hora casi sin hablar. Un día, incluso, se levantó y se fue. Aquello fue lento. Despacio que es la manera de hacer bien las cosas. Poco a poco aprendió a vivir con unas dudas y a solucionar otras. A ver cosas claras y a convivir con las que tenían penumbras. Aquel tipo que empezó como un animalillo domesticado (prisionero de todo lo que le rodeaba) se fue convirtiendo en un tío libre de prejuicios y de miedos. Capaz de atreverse a cosas. Pero déjate de monsergas Álvaro ¿por qué cuentas esto?
El otro día me escribió. Ha conocido a otro chico. En esta profesión que es bastante más ingrata de lo que parece (la crisis impide a mucha gente ir con regularidad, otros pretenden milagros…) cuando alguien te escribe para decirte que está mejor, que le va bien, te alegras. Mucho. Y yo me alegré. Igual en unos meses esa relación es un desastre, igual se casan o igual se van a viajar por el mundo. Yo que sé. Me importa poco que a partir de ahora se lleve hostias o alegrías. Ha roto el cascarón, ha empezado a vivir, ha salido del armario si queréis llamarlo así. Las hostias que pueda recibir son parte del juego. Pero es que aquí hemos venido a jugar, no a plantarnos cuando el presentador nos ofrece la quinta parte del premio.
Y jugando puedes perder pero sin jugar…estás perdidx.
La canción es cosa suya.