No sé cómo, ni de qué, ni tan siquiera desde cuando la conocían mis padres, sólo recuerdo que cada cierto tiempo venía a casa durante unos días, compartía con ella mi dormitorio e iba y venía al hospital Carlos de Haya donde la trataban de su enfermedad. Ésas estancias tuvieron lugar en la década de los años 60.
Mi madre la acompañaba, la cuidaba y la animaba como si formara parte de nuestra familia, con la dulzura, generosidad y amabilidad que la caracterizaba. Aquellas visitas cesaron con el tiempo, pero sus cartas iban y venían con fluidez durante años siguieron sellando el arte de la amistad que conllevabas la correspondencia en aquella lejana época. En Navidades ésas cartas eran acompañadas por un décimo de lotería.
Siento no acordarme de su nombre, sí que el motivo de visitarnos, de convivir con nosotros era la distancia; su origen era algún pueblo del norte o noroeste malagueño. Se me quedó grabado “Villanueva” ¿Pero cuál de ellas? ¿Villanueva de Tapia, Villanueva del Trabuco, Villanueva del Rosario, Villanueva de Algaidas…?
Hasta éste último pueblo blanco de la Comarca Noroma de la provincia de Málaga me adentro hoy en “Mi Cocina”; hasta Villanueva de Algaidas.
En efecto, el término municipal es de color verde, preciosos bosques que están plagado de encinas y matorrales, en su paisaje predominan los cerros y lomas pobladas de olivos. Este maravilloso pueblo se caracteriza por la fisonomía propia de los pueblos blancos, calles estrechas, casas bajas con grandes entradas y fachadas encaladas.
Pasear entre piedras con siglos de antigüedad, donde disfrutar del verde de los olivares y el blanco de las casas; cuenta con un conjunto de tumbas con 3.500 años de antigüedad, la Necrópolis de los Alcaides. Estos restos arqueológicos demuestran la presencia de los humanos en la localidad desde el calcolítico.
Dos ermitas rupestres del siglo IX avanzan por los siglos hasta 1566, fecha en que se funda el convento franciscano y que marca el inicio de lo que hoy es Villanueva de Algaidas.
En su gastronomía están la porra crúa, el ajo blanco, así como el relleno de carnaval, hecho a base de pan rallado, huevo, jamón y carne de cerdo, las gachas de mosto y el salmorejo.
Pero cuidado, no nos confundamos con el “salmorejo cordobés”, porque en un salmorejo algaideño no encontraremos tomate, sino que se trata de una ensalada a base de pimiento, tomate, cebolla, atún, huevos, naranja, bacalao desmigado, patatas cocidas, aceite, sal y vinagre.
Hoy la he preparado una versión, pero intentando seguir los pasos de ésta publicación de uno de los libros de "Cocina Popular Malagueña" del gran historiador, el profesor Fernando Rueda que conservo en "Mi Cocina"
INGREDIENTES PARA DOS PERSONAS:
2 patatas grandes, 1 tomate grande, media cebolla blanca dulce (tipo cebolleta), un pimiento rojo (pimiento de asar), dos latas de atún en aceite, dos huevos, aceitunas (en ésta ocasión he usado aceitunas negras sin hueso), un aguacate, vinagre de vino, aceite de oliva virgen extra y sal.
LOS PASOS A SEGUIR:
Poner al fuego directamente (o en el horno si no se pueden asar al fuego). Una vez asado, quitarle con cuidado la piel y las semillas. Cortarlos en tiritas finas y reservar.
En otro recipiente cocer en agua los huevos, aproximadamente unos quince minutos (dependiendo del tamaño), de forma que queden duros en su interior. Pelarlos y reservar.
Mientras picar la cebolla en trozos pequeños. Pelar y trocear igualmente los tomates y el aguacate.