San Fermín Patrón de Navarra

Publicado el 15 julio 2013 por Carla10

San Fermín era hijo de un senador romano en la Pamplona del siglo III. Tras la visita evangelizadora del presbítero Honesto, el senador y su familia se convirtieron al cristianismo. San Fermín fue bautizado por San Saturnino en el lugar hoy conocido como “pocico de San Cernin”. Se ordenó sacerdote en Toulouse y volvió a Pamplona, de donde acabó siendo el primer obispo. Pero murió decapitado en Amiens, después de haber bautizado a más de 3.000 personas. Actualmente es co-patrón de Navarra junto a San Francisco Javier.

Las fiestas en honor del santo, se intensifican en el siglo XII, pero se celebraban el 10 de octubre. Hasta que en 1591 los pamploneses decidieron hacerla coincidir con la feria de los comerciantes, del mes de julio, donde tenían asegurado mejor climatología. Una fiesta que incluía actos religiosos, procesiones, música, teatro y toros. Toda la ciudad era una fiesta. La comparsa de los gigantes y cabezudos se estrenaba en el siglo XIX.

Fue en 1926 tras la publicación de la novela Fiesta de Ernest Hemingway cuando los Sanfermines se conocieron internacionalmente acaparando la curiosidad y la atracción de los extranjeros. El chupinazo y el programa cultural fueron incorporados también en el siglo XX.

Cada san Fermín vuelve la polémica, toros, alcohol, desmadre y las peligrosas cogidas que pueden sufrir los mozos durante los encierros. Sin embargo las fiestas de  San Fermín son mucho más que todo eso. Para los pamploneses y para quienes nos sentimos cerca desde el cariño y el corazón, estas fiestas significan algo hermoso, lazos de amistad y devoción. Hace muchos años que voy a San Fermín. Desde entonces hasta ahora he podido disfrutar de una fiesta única, teniendo la ocasión de vivir muchos tipos de San Fermines. Porque Pamplona durante nueve días es una ciudad abierta las 24 horas. Cada cual puede escoger su plan, su horario, su descanso y su fiesta. Pero lo que nadie pone en duda, es que San Fermín es lugar de encuentro de culturas, epicentro de alegría y foco de amistad.

Y son sin duda alguna los Sanfermines llamados “de día”  los más bonitos, pero también de los que menos se habla.

Todo comienza el día 6 temprano, cuando los pamploneses acuden al almuercico previo al chupinazo. Largas mesas corridas abarrotan los laterales de las calles de Pamplona para que las peñas, grupos, amigos y familias se reúnan y almuercen antes de las doce del medio día. Esta vez fuimos a almorzar al Bistro de la Catedral. Un moderno y elegante bar de tapas situado en la privilegiada plaza de la Catedral.

12.00 hs  Desde el balcón del Ayuntamiento se lanza el chupinazo. Los pañuelos rojos bailan brazos arriba hasta que llega el momento de anudarlo al cuello. Es entonces y tras el ¡Viva San Fermín! cuando la ciudad bulle.

A partir de ese momento, no importa donde vayas, la hospitalidad y el cariño de la gente es contagioso. Es en San Fermín donde quizá se hayan labrado las amistades más increíbles y eternas.

De niños a grandes, el rojo y el blanco, de generación en generación.

Calles, plazas, balcones, ventanas, todo es una fiesta. Pamplona luce orgullosa su belleza.

Cenar en Baluarte con vistas a los fuegos artificiales es un lujo de los que no se olvidan. Rodeada de amigos y con Enrique Martinez como chef anfitrión, saboreando el menú especial de San Fermín y disfrutando desde las grandes ventanas del restaurante hacia la ciudadela. El cielo iluminado de artificios y en nuestras caras la sorpresa tras cada explosión.

Hay que madrugar mucho para poder ver el encierro desde un balcón en Estafeta. A las siete de la mañana ya estamos listos y tomando fotografías desde un privilegiado lugar. Cruzar la ciudad a esas horas es un espectáculo. Los nervios están a flor de piel y la gente se agolpa en las barreras. Los mozos ya deberían estar en sus posiciones. y la policía hace su trabajo, no permiten correr a nadie que no esté en condiciones. Los corredores profesionales se acuestan pronto, entrenan durante todo el año y saben muy bien a lo que se exponen. El peligro no es el toro en sí, suelen decir mozos y pastores, sino las aglomeraciones y la gente que no sabe donde realmente esta.

Desde nuestro balcón fotografiamos cada momento, cada balcón vecino. Pamplona amanece hermosa, alegre y limpia.

Tras el encierro, el baile de la Alpargata en el Casino, chocolate con churros, bailes tradicionales y otros más modernos. Y a las diez, ya es día 7 de julio, hay que ir a  la Procesión del Santo. Nos apuntamos con la tuna, que acompaña a su Patrón por las calles de Pamplona para cantarle saetas, jotas  y otras coplas típicas de la tuna. Es el momento más emotivo y bello de toda la fiesta. Desde los balcones se escuchan canciones al Santo. Desde las calles, las peñas y orquestas tocan y cantan a su querido Patrón. La gente aplaude, los niños saludan aupados a hombros de sus padres. Y la música lo invade todo.

La tuna espera la llegada de San Fermín alzando sus instrumentos musicales

Y cualquier sitio es bueno para cantar al Santo, nosotros nos hicimos hueco en la Zapatería de la calle Mayor

La tradicional comparsa de gigantes y cabezudos pasea por las calles de Pamplona con sus risas y bailes durante toda el día.

Un almuerzo en el bar San Javier, en plena  calle Campanas junto a la iglesia de San Cernin, para terminar la jornada y volver después a Madrid.

Dejamos atrás muchos amigos que cada año se vuelcan en su Patrón pero también en todos los visitantes, amigos y desconocidos que quieren unirse a la fiesta roja y blanca.

Para muchos San Fermín es una barbaridad. Es cierto que hay que cambiar el chip para visitar la bella ciudad de Pamplona en estas fechas, pero que la barbarie, el alcohol y los momentos más angustiosos que pueden llegar a vivirse si no se toman precauciones,  no nos impidan saber que Las fiestas de San Fermín son un canto a la amistad, a la hospitalidad de todo un pueblo que se abre al visitante y a la alegría de vivir.