Sánchez Cotán. Complicación de lecturas

Por Lparmino @lparmino

Bodegón con flores, hortalizas y un cesto de cerezas, h.1600,´Sánchez Cotán
Colección Particular - Fuente

Sánchez Cotán fue uno de esos pintores patrios que tanto encandiló a una determinada historiografía artística española. En aquellos momentos en que se ensalzaba la dignidad de la pintura hispana del setecientos, cuando se consideraba el Barroco ibérico como uno de las cumbres del arte universal, Sánchez Cotán reunía en su producción pictórica y en su propia biografía muchos de los aspectos celebrados por historiadores y críticos. El pintor toledano reflejaba ese espíritu hispano doliente, ascético y de profundo misticismo, en consonancia con alguna que otra corriente literaria del Siglo de Oro, de una sobriedad digna y valiente que afrontaba la escasez convirtiéndola en bandera de grandeza. Sánchez Cotán era símbolo de todo un pueblo sufrido y victorioso aún en la derrota. Sin embargo, al parecer de los entendidos, no hay que hacer lecturas tan solemnes y tan elevadas y su lectura podría ser más sencilla y evidente.
 

Retrato de Brígida del Río, 1590, Sánchez Cotán
Museo del Prado - Fuente

Sánchez Cotán, de nombre Juan, constituye una de las figuras claves que configuran el primer naturalismo que despuntó a principios del siglo XVII en Toledo. Nacido en Orgaz en 1560, su actividad pictórica en la ciudad se desarrolla hasta 1603, momento en el que ingresa como lego en la orden de la Cartuja, iniciándose entonces el llamado periodo granadino según los expertos. Moriría en Granada en 1627.
Toda la historiografía ha tendido a resaltar un aspecto concreto de la producción de Sánchez Cotán: los bodegones. Formado en Toledo con Blas de Prado, es a este maestro al que se le puede considerar auténtico padre del bodegón como variedad pictórica propia. Sin embargo, no se ha conservado ninguna obra suya y todo el mérito en el alumbramiento de un género tan peculiar, denostado por muchos de sus contemporáneos, se ha achacado siempre a Sánchez Cotán. Se le considera autor de nueve bodegones, de los cuales siete están localizados en diversos museos y colecciones privadas. El último de ellos, Bodegón con flores, hortalizas y un cesto de cerezas, en colección privada francesa, fue autentificado recientemente.
El estilo de Sánchez Cotán queda definido por lo que en esos momentos se estaba realizando en el monasterio de El Escorial. Ante la magnitud de la obra proyectada por Felipe II acuden numerosos artistas desde Italia que ofrecen una peculiar lectura de las nuevas corrientes estéticas que triunfaban en las cortes italianas sirviendo de fuente de inspiración para muchos artistas españoles. Sánchez Cotán se define como uno de los pintores que asume los nuevos postulados escurialenses. Sus figuras monumentales, algo atenuadas respecto a los modelos manieristas, son de una elegante sobriedad, mientras que el empleo de las luces hace referencia a evidentes juegos tenebristas. Por otra parte, es más que evidente su pasión por el detalle de corte naturalista que suele acompañar a muchas de sus obras religiosas y el gusto por el detallismo. Todas estas características se desarrollan de forma homogénea durante toda su carrera, ya sea en Toledo o en Granada, sin apenas variaciones, configurando un lenguaje propio que le supuso un considerable éxito entre la clientela toledana y, posteriormente, en la Cartuja granadina.

Bodegón del cardo, h.1602, Sánchez Cotán
Museo de Bellas Artes de Granada - Fuente

Los bodegones de Sánchez Cotán deslumbran por su sobriedad. Apenas unos cuantos elementos, algunas hortalizas y frutas, en ocasiones piezas de caza, que se suelen disponer en una fresquera sobre un intenso fondo negro. La luz se concentra en los objetos creando un pronunciado contraste de claroscuros. La composición, extremadamente elegante, siempre obedece a una disposición geométrica de los elementos. Estos cuadros, sobrios y muy austeros en contraste con lo que solía hacerse en territorios nórdicos, justificaron la denominación de “bodegones de Cuaresma” y muchos investigadores se lanzaron a aventurar las más variadas hipótesis sobre su significado último, siempre en relación con las corrientes ascéticas y místicas tan frecuentes en la España católica del siglo XVII. Sin embargo, recientes consideraciones, por ejemplo de Pérez Sánchez o Fernando Marías, insisten en la única intención de reflejar con la mayor verosimilitud posible la realidad sin ser posible leer en aquellas hortalizas y frutas significados crípticos de hondo calado espiritual.
En definitiva, sería un ejercicio artístico en el que Sánchez Cotán daría rienda suelta a su maestría para captar la realidad y no un complicado juego intelectualizado que trataba de ocultar oscuros mensajes. Y es precisamente esa sencillez en la lectura la que devuelve toda su grandeza a los bodegones de uno de los pintores más destacados de principios del siglo XVII y de gran influencia en maestros posteriores.
Luis Pérez Armiño