Sascha Weidner: Revolve

Por Bill Jimenez @billjimenez

Emitir un juicio sobre las fotografías de Sascha Weidner es una tarea complicada, porque cualquiera de ellas podría ser la punta de su iceberg creativo y aún así arrojar poca luz sobre el conjunto. Pero, más allá del sentido estético, la pericia con el objetivo y la producción que hay en ellas, la estrella siempre será la narrativa, esa fuerza unificadora que convierte un gesto mundano en un movimiento trascendente, las texturas en mundos únicos y los juegos entre luces y sombras una batalla entre polos irreconciliables.

Revolve”, su última exposición en nuestro país, presente en la Galería Toni Tàpies hasta el próximo 10 de noviembre, reúne la obra reciente de Weidner, aparte de algunos trabajos anteriores y no por ello menos interesantes. Así, a lo largo de las dos plantas de la galería, encontramos distintas líneas argumentales y muchos brincos estilísticos y de formato, generándose una narrativa no lineal que pone énfasis en las fuerzas elementales, desde las feroces llamas que consumen un coche a la plácida naturaleza donde residen la mayoría de sus retratos.

Calma y tormenta, urbano y campestre, el viejo drama de la oposición de fuerzas. Sascha Weidner no ha inventado las reglas del juego, pero se defiende con autoridad en todos los terrenos. Aparte, está esa virtud para volverse críptico cuando su obra es más explícita, y al inverso, como cuando hace un universo de un vidrio roto o una lección de geografía a partir de una tela sucia.

Historias próximas, comunes, bellas y siniestras: una exposición llena de secretos.