Los informativos televisivos españoles andan estos días repletos de señores y señoras andaluces extrañamente disfrazados con túnicas y capirotes, que se ponen a llorar a moco tendido apenas ven una cámara o un micrófono. La causa de tanta aflicción es que en Andalucía está lloviendo, lo cual en un país sometido a la pertinaz sequía que nos azota al menos desde cuando el Caudillo era cabo primero no deja de asombrar a los norteños, descreídos como somos y más acostumbrados a la presencia de la aguaceros en nuestras actividades al aire libre
Sucede que las lluvias andaluzas vienen a coincidir un año más con las procesiones de Semana Santa, ese espectáculo de origen presuntamente religioso transformado por mor de la economía global en poderoso imán de atracción para el turismo de masas ávido de espectáculos fuertes. Porque un espectáculo tremendo debe ser para un europeo corriente e incluso para un yanqui no demasiado lerdo ver a riadas de gente disfrazadas de miembros del Ku Klux Klan, arrastrando por las calles repletas de gentío unas pesadas andas sobre las que cabalgan lujosas imágenes de Cristos, Vírgenes y santos vestidos con ricos ropajes y adornados con profusión de oro y joyas, escoltados por la Legión, la Guardia Civil y la Infantería de Marina, según casos y ciudades.
Y es que lo circula estos días por las calles españolas en general y andaluzas en particular cuando la lluvia lo permite, no es en realidad una muestra de fervor religioso popular sino una exhibición de puro paganismo doblado de negocio hostelero. Repletos están bares, hoteles, casa de lenocinio y otros centros donde la devoción tiene escasa acogida, aunque los parroquianos vengan y vayan luego a pasear cirios, cadenas y capirotes por el asfalto o el empedrado local. Un dato curioso: durante estos días supuestamente santos, en Sevilla se dispara el consumo de cocaína hasta índices estratosféricos.
La cosa es que los andaluces son un pueblo viejo y sabio -acaban de demostrarlo recientemente, dándole en los morros otra vez al Partido Popular-, y nadie como ellos sabe combinar eficazmente el placer personal con los ritos sociales, por extravagantes que estos puedan resultar a ojos extraños. Sé que es difícil de entender, pero quizá quienes más en grande se lo pasan estos días de Semana Santa en Andalucía son precisamente los ateos.
En la fotografía que ilustra el post, miembros de la Legión cargan con un Cristo durante una procesión en Málaga. Según la Constitución vigente aprobada en 1978, el Estado español no es confesional.