Septiembre en mi vida

Por Jgomezp24

Ha pasado la noche de Sant Joan en la ciudad y pronto tendremos la luna llena sobre el mar de Barcelona. Estallan las hogueras y la pólvora, la noche más larga del año, empieza el verano y, en cambio, yo me siento a primeros de septiembre. Primeros de septiembre en mi vida, con el verano muy presente pero cerca ya de los olores del otoño. 50 años. No hay más que decir. No sé qué es la crisis de los cincuenta, aunque a veces pienso que la crisis de verdad llega cuando la niegas o no la reconoces. Pero mi cuerpo funciona más o menos bien, la cabeza me da todavía buenos ratos y mi capacidad de emocionarme, de tener ideas y proyectos, de encontrar ilusiones en mi interior, de estudiar y de conocer, de ser curioso en pocas palabras, permanece intacta.

Me pregunto, con todo, cuanto durará esta fase de mi vida que, de hecho, poco tiene que ver con la edad cronológica. Veo amigos mayores que yo, los veo con ilusión y nervio, con ganas de hacer cosas todavía y pienso "¡que me dure a mí también!". El mundo del vino se ha convertido, un poco, en el camino de mi vida. Un camino agradable y con pocas cuestas, que me permite ir arriba y abajo con comodidad y facilidad: conozco un nuevo vino, lo pruebo y me recuerda los campos de cereal de mi infancia en la Alta Anoia. Huelo otro y me lleva a las playas de mi adolescencia en el Maresme. Un tercer vino me hace pensar en las puestas de sol de mi primera edad madura en Ravello. Y así, arriba y abajo, entre recuerdos y nuevos proyectos, de la mano de la cepa y de sus frutos. Desde que llegó el solsticio de verano y hasta que llegue la próxima luna nueva celebraremos estos años, mi mujer y yo. Hemos bebido y reído con amigos y familias, hemos comido a gusto. ¿Qué es una fiesta, en este rincón de mundo entre el mar y la montaña, sin buenos vinos, buena comida y una mesa llena de conversación?

Hemos disfrutado, en una amable complicidad entre Cèsar Cánovas y Sergi de Meià, de una flor de calabacín, tiernamente rebozada y rellena de jamón Joselito y queso, con un Vincent Pinard Sancerre Florés 2008; o de un bonito de Tossa con vino negro y cebollitas, con un sorprendente Gernot Heinrich Neudsiedlersee Blaufränkisch 2007; o de una pieza de ternera minimamente sellada, con un cada vez más atractivo Goisot d'Auxerre, Corps de Garde 2006. Hemos descubierto los fabulosos bánitsas, de mil sabores mediterráneos (aunque los hagan unos amigos búlgaros) y los hemos tomado con un delicioso y siempre sorprendente fié gris de los Goisot, Saint Bris Corps de Garde 2008; con un tánico y muy amable champán de Françoise Bedel, Entre Ciel et Terre (pinot meunier en pureza) y con un Tabaneras 2007 (de la DO Ribera de Duero), perfilado y ligero como pocos riberas. Por supuesto, ha habido más vinos y comidas, más encuentros y emociones, más sorpresas y felicitaciones. Nos hemos sorprendido, sí, con la calidad y sabores de la estupenda coca de Sant Joan, fruta y nada más, hecha por un pastelero japonés, Ochiai. Y la hemos tomado con un excepcional Muskateller Auslese 2007 de Basserman-Jordan (Palatinado), tan fresco y floral al mismo tiempo...

Pero la fiesta se acaba. Los días empiezan a encogerse cuando llega septiembre, aunque su luz sea preciosa, el aire claro y el fresco del atardecer acompañe y acaricie nuestros cuerpos. Septiembre, el septiembre de mi vida, me gusta y diciembre...¡diciembre queda todavía lejos!
Lou Reed canta una de las mejores versiones que conozco de "September Song" de mi admirado Kurt Weill. Sirva la canción de sonoro agradecimiento a todos los amigos que, por un camino u otro, me han hecho llegar su pensamiento y su felicitación. ¡Muchas gracias a todos por estar ahí!
La primera foto es de fastshootbcn. La segunda de jordillar, ambas en flickr.