Para ser felices los bebes necesitan algo fundamental, el apego, un vínculo que une al bebé a sus padres o a otra figura adulta, y que le da toda la seguridad del mundo. Y esa seguridad es la que les permite las dos características que hoy quiero resalta: su capacidad para estar con todos sus sentidos en lo que están haciendo y sus ganas por descubrir.
Para los bebés no existen el pasado o el futuro, no tienen mil ideas que le hacen no concentrarse en lo que están haciendo. Cuando nos concentramos en lo que hacemos, sea poco o muy importante, las preocupaciones no aparecen, estamos atentos a lo único que podemos estar atentos, lo que tenemos entre manos, lo que estamos haciendo, viendo, leyendo. Maravillarse de pequeñas cosas, disfrutar de lo que tenemos delante, eso es ser feliz. Y descubrir un mundo nuevo, tener ganas de explorar, de conocer nuevas cosas. La alegría de ver, oír, tocar, oler o saborear algo por primera vez, hacer algo por primera vez. Nunca es bueno perder esa ilusión y esa capacidad de disfrutar el descubrir algo que no sabíamos que existía, recordar algo que habíamos olvidado o presenciar algo que siempre habíamos querido ver. Leer un precioso libro, ver una película, mantener una conversación con nuevas ideas, pasear por una zona de nuestra ciudad que no conozcamos o caminar en la naturaleza y admirar un trozo de monte que nunca es igual. ¡Hay tantas cosas por descubrir!
Los bebés son felices, son felices porque se sienten seguros
y son alegres. Ya sé que los bebés lloran, que se quejan, que gritan y berrean,
pero además los bebés miran, observan, buscan, aprenden, juegan… Las personas
felices no son las que no lloran o no sienten dolor son las que saben reírse y
se ríen, las que saben disfrutan y disfrutan.