Ser o no ser vegetariano (I): soy vegetariano por no matar animales.

Por Jmmulet
Una de las muchas modas surgidas a partir del New Age fue la de hacerse vegetariano. Ese mensaje, que ya practicaban algunas religiones, caló en algunos movimientos políticos, ecologistas o de protección de los animales. Intrínsecamente no hay nada objetable. El problema es cuando la información que encuentras sobre vegetarianismo tiende a mezclar conceptos ideológicos con científicos y nutricionales. En estos últimos suele meterse la pata, o mezclar churras con merinas. En principio una persona que siga una dieta vegetariana ovoláctea (que incluya huevos y leche) no tiene por que tener ningún problema de salud. Tenemos que hilar más fino si nos metemos en algunos grupos más radicales, como los veganos estrictos (nada de origen animal) o los crudívoros (ni animal, ni cocinado; todo crudo), o las diferentes religiones que propugnan una dieta vegetariana más o menos estricta. Entre estas religiones encontraríamos el jainismo, el hinduismo, diferentes corrientes del budismo e incluso algunas iglesias cristianas. En esta serie de entradas que empieza hoy voy a tratar, desde un punto de vista aséptico (no soy vegetariano, pero no veo nada malo en que alguien lo sea), de separar el grano de la paja de los mitos asociados a la dieta vegetariana:

Primer mito: Como vegetal por no matar animales.
Los animales tenemos el problema de que nacimos heterótrofos. Como cualquier organismo necesitamos carbono, hidrogeno, oxigeno, nitrógeno, fósforo y azufre, pero somos tan inútiles que no podemos fijar el carbono atmosférico como las plantas, ni el nitrógeno como algunas bacterias simbióticas, ni siquiera el sulfato inórganico (como las plantas también). Nos lo tienen que dar ya incorporado a la materia orgánica, por lo tanto, cualquier cosa que comamos ha estado viva en algún momento (o incluso continuar estándolo, como las bacterias de la fruta poco lavada o el pescado en los restaurantes orientales). No comer carne por no matar animales no deja de ser una postura ideológica, de la misma forma que a mi también me da pena matar una planta. ¿Por qué ningún vegetariano se acuerda de ellas, pobrecitas mías? De todas formas esta postura es bastante acomodaticia y poco real. Cultivar un campo significa luchar contra las plagas. Para que una verdura llegue a tu mesa han tenido que utilizar insecticidas y fitosanitarios, que matan bichos, por lo tanto por el camino has ido dejando cadáveres animales. No obstante el control de plagas no es el principal problema. Un terreno destinado a la agricultura antes ha sido un terreno salvaje, por lo tanto cuando se ha roturado un trozo de bosque para sembrarlo, todo el ecosistema se ha eliminado. Eliminar el ecosistema implica quitar espacio para que se desarrolle la vida salvaje. El problema es más evidente en las zonas tropicales, donde el terreno agrícola se gana quemando parcelas de selva y abrasando a todo animal que viva allí, por lo tanto si te comes una fruta o verdura procedente de alguno de estos países, ya sabes. Además, la cercanía a la jungla supone otro problema añadido, el impacto que la fauna salvaje puede tener sobre los cultivos. Es bastante frecuente que un tigre ataque a un agricultor, o que una manada de elefantes arrase la parcela, lo que implica que los agricultures se defiendan. En los últimos años la mortalidad de especies protegidas se debe más a la actividad agrícola que a la caza furtiva. En 2010 Greenpeace lanzó una campaña para denunciar la deforestación de la selva de Indonesia para el cultivo de palma aceitera. Esta campaña es defendible y justificada, pero no conviene olvidar que un terreno cultivado en España normalmente se ha hecho a expensas de un ecosistema forestal o de dehesa, es decir, a costa de ciervos y jabalíes, entre otros animales. Por lo tanto, siempre que abres la boca, alguien muere. Animal o vegetal, lo veas o no. Es lo que tiene ser heterótrofo.
PD: Continuará...Tweet