En mis charlas con los miembros de la comunidad UNITY – San Pedro, siempre les he dicho: “Al menos que tenga un pozo petrolero, no se queje por el alza de la gasolina. Si no puede usar un carro, cómprese un motor y si no; una bicicleta… ¡al final se beneficia doble: su bolsillo y hace ejercicio!” simple, ¿no? Pero son las cosas simples las que se nos dificulta aceptar. Nos desvelamos en búsqueda de “grandes soluciones” y descartamos las simples respuestas. Con quejarme no gano nada… bueno, nada positivo. La queja es fruto del derrotismo y este es la manifestación de la pérdida del deseo de luchar. ¡Simplemente nos vencemos y resignamos a nuestra realidad! Nos rendimos ante la situación.
Con quejarme no soluciono nada. Si la queja sirviese para resolver mi situación… ¡bienvenida seria! Pero lo único que me da es desequilibrio emocional, desesperanza y ulceras. ¿Entonces que gano con ella? Nada. Un corazón quejumbroso es aquel que perdió su norte en la vida. En algún momento olvido que Dios tiene el control. En algún momento dejo de luchar y se sumió en perniciosa conformidad. Lucha por lo que te toca. Cambia lo que puedes y lo demás ¡déjaselo a Dios! Muchas veces debemos dejar fluir las cosas para que estas tomen el cauce que les corresponde. No es dejar nuestra vida a los caprichos del azar; sino ver las señales que nos permitirán tomar el camino que nos conviene.
En vez de perder el tiempo en quejidos infructuosos; mejor lo dedico en olvidarme de la situación y de disfrutar las pequeñas cosas. Si no puedo gastar en gasolina, disfrutar de una buena caminata o bicicletada. Si no tengo para ir a ese hotel 5 estrellas; disponerme disfrutar la belleza de una de nuestras playas. Lo importante, amig@ mí@, no es tanto el lugar sino las personas con quienes pases el momento. La crisis económica y el alza de los precios me han beneficiado. Me han hecho ser más concienzudo en la administración del dinero. La política en mi familia es: “si no tienes para comprarlo, mejor dejarlo”.
Antes me quejaba por todo: por los malos amigos, por no poder comprar, por esto y por aquello… ¿resolví algo? No. Ahora vivo con lo que tengo. Y procuro disfrutarlo. Me programo en cuanto a gastos y priorizo los mismos. Si no puedo usar mi carro, uso mi motor y en caso de no poder hacerlo; a caminar. Escojo a las personas que puedan aportarme algo. Procuro aprender de las mismas y aceptar lo que quieran darme según su pensar. No digo que sea fácil; pero me permite desarrollar la tolerancia. No desperdicies la vida quejándote. Eso espanta a las personas. ¡Empodérate de las circunstancias y acciona! Confía en Dios y déjale a Él lo que no puedes resolver... ¡Deja que las cosas y personas fluyan! Si las personas se quejaran menos y actuaran más, el mundo sería diferente.