Si no lo veo no lo creo

Por María Jesús

Hoy es el santo de los que nos cuesta tanto confiar y solo nos fíamos de nuestros sentidos. Tomás no vio al Señor como los otros discípulos, no estaba allí. Tal vez porque su fe debía ser puesta a prueba. A los que tenemos poca fe, Dios en su infinita misericordia permite que nos ocurran hechos en nuestra vida en los que no tenemos más remedio que creer sin ver. Que mal se debió de sentir Tomás al comprobar que Jesús apareció y el no le vio. Entonces dijo que no creía. Tal vez era un grito, una queja, ¡yo también quiero verlo! Y con razón. Si a mi me hubiese pasado, que mala suerte hubiese dicho, que injusticia, yo también quiero verlo. Que mala pata, eso sí que es no estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Tal vez Tomás pensaba que él era de los que le pasaba eso, tal vez adoptó cierta negatividad, se deprimió un poco el pobre. Y estuvo ocho días dándole vueltas al tema, ¿es posible no? A nosotros nos pasa porque somos humanos y los apóstoles lo eran y también se deprimían y entraban en circuitos cerrados de negatividad, seguro. Esos ocho días le parecerían a Tomás como ochocientos años. Sus amigos estaban alegres porque habían visto a Jesús, pero él estaba triste. Tal vez nunca le vería debió de pensar. Durante esos días lo tuvo que pasar fatal porque no solo no creía a Jesús tampoco se fiaba de sus amigos que le decían que le habían visto, y por lo tanto se sentiría aislado, confuso, muy angustiado.Pero a los ocho días Jesús aparece diciendo “Paz a vosotros”. Al final que suerte tuvo Tomás porque no solo se sintió aliviado inmediatamente de su angustia sino que tocó a Jesús. Y Jesús le reprendió un poco pero cariñosamente. Y además le confirmó en su fe, en adelante no seas incrédulo le dijo.Mereció la pena la espera de Tomás. Tal vez pueda esto aliviar un poco la angustia de los que os encontréis en situaciones de espera y de incertidumbre. Al final vendrá y podremos tocarle.