Detrás de la testarudez de Mies hay una voluntad de estilo. Él bebió de De Stijl (tanto que, aun no siendo un miembro de número, para muchos críticos es el mejor arquitecto neoplástico), y De Stijl significa El Estilo. La modernidad, la vanguardia histórica, siempre tiene voluntad de estilo, porque siente que tiene razón, y se obstina en plasmar esta razón en manifiestos, programas, declaraciones, etc. Los artistas modernos son apóstoles de la verdad. Una vez establecidos los programas, las obras son consecuencias directas de aquellos.
Sin embargo, ahora, en este mundo postmoderno ya no hay certidumbres. Ya nadie está seguro de nada. Ahora hay que convencer con cada obra nueva.
Si antes, una vez establecido el catecismo, cada obra era buena con tal de que lo cumpliera, ahora no hay catecismo. Ahora no hay estilo.
Y el arquitecto debe ser siempre ocurrente. Cada nuevo proyecto es una nueva originalidad creativa, que descubre el mundo y, muy a menudo, la pólvora.
Ya no se tiene "un sello propio" característico, "un estilo" reconocible. A cada uno se le puede ocurrir cualquier cosa en cualquier momento.
Menos mal que la postmodernidad, que nos pone en ese disparadero insoportable y agotador, nos da también un arma siempre eficaz: la historia, y un procedimiento para usarla: la descontextualización, la relectura. Si el artista actual ya no tiene un catecismo doctrinario, tiene en cambio un catálogo inagotable, y el permiso para usarlo como quiera: fuera de contexto, fuera de escala y fuera de uso. Es decir: Si ahora diseñas un hospital inspirándote en los triglifos del Partenón no harás sino lo que debes, pero si lo haces inspirándote en los pliegues de la ropa de las panateneas, pues ya ni te cuento.
Ah, y otra cosa: Una sola idea nunca es suficiente. Se te tienen que ocurrir por lo menos dos, y potentes. Vistosas. Si son un poco chorras casi mejor. Así convencerás a los políticos, siempre ansiosos de anécdotas que sepan entender y repetir, y también las repetirán los periódicos, el internet, los documentales y los artículos.
Un edificio que tiene dos ideas chorras, y es un gran edificio, es el MUSAC de León, de Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla.
Primera idea chorra: 1.a.- Museo de Arte Contemporáneo en León. 1.b.- León es ciudad romana (campamento de la Legio VI Victrix, de donde toma el nombre: Legio = León). 1.c.- Qué bonitos y variados son los pavimentos romanos. 1.d.- Elegimos un tipo de pavimento que nos guste. 1.e.- Et voilà: La planta del edificio se inspira en un pavimento romano.
(Pavimento de piezas cuadradas y piezas romboidales, del que no consigo encontrar ni un buen ejemplo).
La planta es muy buena. Funciona muy bien, y tiene al mismo tiempo una gran solidez estructural y organizativa y una buena capacidad de adaptación a distintos tipos de exposiciones. El espacio fluye donde así se requiere y se contiene y se remansa donde es preciso. El plano, como organizador del programa, resuelve muy bien sus requisitos. Además, como veremos en las fotos siguientes, esas formas quebradas y onduladas en planta generan un volumen "vibrante y sereno" que organiza también muy bien el espacio exterior y su propia imagen como edificio institucional y singular.
Pero lo único que cuenta, lo que todo el mundo repite y todos veréis en internet si buscáis, una y mil veces, es que recuerda a un pavimento romano.
Pues muy bien. Pues pavimento romano.
Segunda idea chorra (y esta me vuelve loco): 2.a.- León, además de ciudad romana, tiene una impresionante catedral gótica. 2.b.- Sería bueno tomar algo de la catedral para este proyecto. 2.c.- Queremos usar color en la fachada, en los vidrios. 2.d.- Las vidrieras de la catedral de León tienen unos colores muy bonitos. 2.e.- Hagamos un homenaje a esas vidrieras: ¿Cuál es la vidriera más famosa?: La Cacería, y, dentro de ella, el panel de El Halconero. 2.f.- Et voilà: los colores de las fachadas son los de El Halconero.
Se enumeran y separan todos los colores del panel de El Halconero, y se obtiene el porcentaje de cada color en el conjunto. Luego se mide la superficie a acristalar en este proyecto y se colocan los colores en gama tipo RAL (o tipo caja de lápices de colores, para que nos entendamos), poniendo tantos vanos de cada color como indique su procentaje respectivo en El Halconero. Y, con un par, se proclama la ocurrencia a los cuatro vientos.
Porque, efectivamente, ¿no os dais cuenta de que, cada vez más, la arquitectura se piensa para el guía turístico? Quiero decir: la arquitectura como anécdota, como ocurrencia, como broma, como chascarrillo curioso. Los guías turísticos siempre han contado las anécdotas más chorras (cuántos roblones tiene la Torre Eiffel, y esas cosas), pero es que ahora son los arquitectos quienes les dan el guión ya hecho.
Entiendo que hay que ganarse la vida, y que los arquitectos estamos solos ahí fuera, con el culo al aire, desprotegidos y expuestos a todo, y no nos queda otra que inventar argumentos convincentes, eslóganes, paridas. Somos los publicistas de nuestra propia obra, y hay que tener la suficiente cara como para no avergonzarse de hacer piruetas mentales y soltarlas con desparpajo.
El MUSAC así, simbólicamente, nace de las cenizas de la Catedral de León (por El Halconero) y del campamento romano que fundó la ciudad (por el pavimento romano). Por una parte, una doble referencia historica, pero, por otra, una doble negación, una doble traición. La historia está para usar y tirar, como un kleenex o un preservativo (de colores).
Bueno: Estos tiempos son así.