Sinde y la realidad de las cosas

Por Peterpank @castguer

<<Cuanto mayor es el intercambio de conocimiento, más conocimientos se generan. Por eso se ha creado el derecho de propiedad intelectual: para introducir artificialmente un principio de escasez de conocimiento>>.

Se pide responsabilidad pero ¿qué se ofrece a cambio? Las voces, siempre las mismas, de un supuesto “star system” casposo, de los llamados creadores. Una situación que, en lo que afecta a la música pasa, en lo monetario, siempre por la SGAE. Gente que habla de la música como si ésta hubiera nacido a la vez que el Copyright. Las tarifas de conexión y telefonía más caras de nuestro entorno y oscuras empresas que se dedican a lucrarse con las descargas y que van viento en popa y siempre adelante, como los barcos piratas.

Políticos y supuestos expertos, los llamados a decidir que, en general, lucen una falta de contacto con la realidad verdaderamente pasmosa.

Declaraciones que dicen “la Ley podía ser imperfecta, pero al menos era una Ley”, como si un texto articulado, por sí mismo, tuviese efectos mágicos y benéficos. Tweets de intérpretes millonarios que insultan al público que los hace grandes, aunque no necesariamente sea comprando todos y cada uno de sus discos sino, quizá, gastándose más en ir a sus conciertos, o pagando tributos que luego las administraciones emplean en abonar cachés desorbitados. Análisis demagógicos, que intercalan grandes palabras, como Justicia o Estado de Derecho entre retahílas de peticiones y exigencias que deberían formularse a título personal. Ante todo, miseria moral. Y muestras y más muestras de lo sórdida e ignorante que puede ser la clase política en España, y los supuestos artistas que se alinean a su lado y que, de hecho, forman ya parte de ella -a la espera recibir algún favor, ejercer alguna influencia-.

Artistas que, en algunos casos, no han sacado material nuevo en décadas y que viven de lo que se les atribuye sobre el trabajo ajeno. Aunque es quizá, habría que darlo por bueno con tal de que no saquen disco nuevo.
Mientras tanto, el mundo no se para: más que nunca, hoy se puede crear, producir un disco en casa, venderlo o compartirlo gratis con el resto del mundo. Es más difícil llegar a vender millones de copias, sí. Pero sinceramente ¿cuánta gente hacía música y cuántos vendían millones? ¿Cuánta gente componía música con empeño, talento y pasión y cuánta gente vivía podía vivr de sus composiciones? ¿Cuánta gente vivía y vivía bien, sólo de las ventas de su música, antes de la revolución de Internet?
¿Alguien ha podido calcular la proporción que suponía respecto a todas las personas que hacen música, cada día, en el mundo? No.

Y lo que puede resultar más revelador, si es que se quiere hablar de justicia social y sabiendo que, a alguno, en el porche de su mansión de Miami, le ha dado por ser el valedor de los menesterosos de la industria musical multinacional: de toda esa gente que vivía verdaderamente bien de la música ¿cuántos eran músicos, intérpretes, cantantes o compositores y cuantos… intermediarios? Y, de los intermediarios ¿cuántos hacían algo que tuviese verdaderamente que ver con dar a conocer la música de los autores a los oyentes, a los seguidores potenciales? ¿Cuántos eran jefes o peones de una hipertrofiada industria basada solamente en el mercadeo y la publicidad, no en el talento o la originalidad, y cuantos eran verdaderos vehículos y promotores del conocimiento?

Mientras los sellos más pequeños crecen en número y actividad, los vinilos se venden hoy más que nunca –desde que dejó de ser el formato por excelencia- y las descargas digitales recuperan cifras de ventas de la edad de oro del single, hay despidos masivos en las discográficas más grandes. En las multinacionales ¿están echando a los jefes que, mientras se daban la gran vida, tomaron todas las decisiones equivocadas que hundieron a sus empresas, o más bien a los trabajadores, a los peones, a los que hacían lo que les era impuesto desde arriba?

Hay que ser responsables, apoyar económicamente a los músicos que nos hagan disfrutar con sus canciones, porque crear esas canciones no es gratis. Ahora que se pueden eliminar, cada vez más, los intermediarios, las cuestiones a resolver serán dos, fundamentales: ¿qué pasa con la gente humilde que vivía de un sector que ha entrado hace años en forzosa reconversión? Y ¿cómo hacer el intercambio oyente-artista sea lo más libre, directo y provechoso posible?

Pueden pasar muchas cosas, pero lo que no va a pasar nunca –salvo que nos impidan escucharla- es que nos quedemos sin música. Y no nos podrán impedir escucharla. Y la escucharemos. Y la haremos nuestra. Y haremos la nuestra. Y la compartiremos. Esto es así desde millones de años antes de que nombrasen Ministra de Cultura a Sinde. Millones antes, incluso, del nombramiento de “Teddy” Bautista como Presidente del Consejo de Dirección de la SGAE, aunque de eso debe de hacer algún siglo menos.

Andrea Fumagalli