Se trata de una línea de anillos que acaba de ser lanzada al mercado este otoño y que ofrece discreción y sofisticación. Además y lo más importante, esconde en su interior una tecnología punta, que cuando se activa emite una ensordecerora señal de alarma y ayuda a disuadir al agresor a la par que hace que la víctima gane unos segundos.
Emite un sonido de 110 decibelios que puede incluso causar dolor agudo si se coloca directamente en el oído del atacante. Si se activa por accidente, el portador tiene un margen de segundo y medio para apagarlo.
Cada anillo viene con un cargador a medida.
La idea surgió de Kat Alexander, una joven criada en Manhattan que tras haber vivido una mala experiencia decidió crear una alarma portátil que permaneciera oculta a la vista. Cada pieza ronda los 200 euros.